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Chronicle No. 32 Aruba

This is the complete chronicle written exclusively for Siglo Nuevo magazine, complement of El Siglo de Torreón and El Siglo de Durango. An edited version was published on issue number 276 on January 14, 2017 on pages 26 and 27. The edition consists of 50,000 copies and it can be found digitally in:
 
https://www.elsiglodetorreon.com.mx/suplementos/sup/siglon/?edicion=08%2C276
 
* Note: The chronicle will be published in spanish

            Aruba es una pequeña isla que, junto con Bonaire y Curaçao, forma parte del reino holandés; este grupo de islas es conocido como las Antillas bajas u holandesas. Una de las cosas que llama la atención del viajero al visitar estas islas es su curioso lenguaje: papiamento. Una mezcla de africano, español, francés, inglés, holandés y portugués; si se presta atención el forastero podrá entender palabras separadas en cualquiera de estos idiomas.

            Una de las cosas más singulares de Aruba, y distinto al resto del Caribe, es su clima árido, el noroeste de la isla es un gran desierto con interesantes lugares para recorrer. Desde Oranjestad, su capital, se maneja por alrededor de una hora, entre pequeños y coloridos poblados caribeños, hasta llegar a la piscina natural conocida como Conchi, una extraña mezcla de desierto rojizo con una débil franja azul profundo al fondo. El viajero lagunero no podrá más que recordar su tierra natal al ver los paisajes cubiertos de cactus y piedras cobrizas similares a los desiertos laguneros. Después de cuarenta minutos de caminata bajo el ardiente sol se llega a un enclave natural de grandes rocas filosas donde la furia del océano forma una hermosa piscina natural de azul turquesa. El visitante flota en una infinita paz hasta que una ola rompe violentamente detrás de él; la filosa roca hace explotar al agua en millones de pedazos blanquecinos que vuelan por los aires, llenando de nuevo esa piscina pacífica de un agua clara como el cristal. Toda la zona es una reserva natural protegida conocida como Arikok. Después de todo el día de recorrer las cuevas y el desierto en la reserva el viajero está listo para una comida en uno de los restaurantes locales más tradicionales: Zee Rover. Ubicado en el pequeño puerto de Sabaneta, todo lo que se consigue aquí es la pesca del día y solo hay una forma de comer los mariscos: fritos y con ese singular sabor a especies picantes del Caribe.

            Al amanecer del siguiente día la ruta lleva al aventurero a un grandioso faro en la zona de Cudarebe, al norte de la isla. El faro California acaba de cumplir cien años desde su construcción y lleva su nombre en honor al S.S. California; hundido en 1910. La carretera escénica pasa al lado del faro y lleva hacía la pequeña playa pública de Hadicurari, una pequeña embarcación quedó varada en sus orillas y se puede practicar snorkel en este barco semi-hundido. Más adelante está la cosmopolita playa de Palm Beach, la más turística de todas y donde se concentran los grandes hoteles de lujo. Grandes extensiones de arena blanca, finísima como el talco, son el lugar favorito para descansar y refrescarse del calor del mediodía en un mar cristalino de tonos azulados y verduscos. Pequeñas embarcaciones antiguas le dan un toque exótico a este lugar.

            Por la tarde se puede tomar un catamarán que surcará los mares del noroeste, la corriente lleva hasta Boca Catalina, una hermosa bahía con arrecifes ideales para practicar el snorkel, el viajero nadará entre coloridos peces, morenas de afilados colmillos y todo tipo de corales de formas caprichosas. Mientras el catamarán surca las tranquilas aguas, se puede disfrutar de una bebida local conocida como “Aruba riba”, una mezcla de ponche de frutas con ron blanco. En aguas más profundas se encuentra el S.S. Antilla, hundido en 1939 debido a las tensiones de la II Guerra Mundial, uno de los barcos hundidos en aguas caribeñas de mayor tamaño y uno de los mejores sitios para practicar buceo.

            ¿Qué más se puede decir de una isla que lleva por slogan: “Una isla feliz”?.
© Rafael Blando Torres
Chronicle No. 32 Aruba
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