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"Espere aquí su turno" de Perpendicular Galaxies

Escribe: Judith Martínez Godayol
 
 
 
Ilustra: Iker Domínguez Bárcena
Espere aquí su turno
 

El día parecía de lo más normal hasta que he llegado aquí. El café recién levantado, la ducha en dos minutos porque la caldera sigue estropeada, las quejas de Andrea de fondo como cada mañana mientras leo el periódico distraído.
Su jefe es un desgraciado, su sueldo una vergüenza, y los clientes unos desagradecidos que siempre se olvidan de devolver los buenos días pero nunca de recoger los veinte céntimos de la vuelta.

No está la cosa para propinas.

Y menos para dudas a estas alturas. Pero la presencia de este edificio al que tantas horas he observado se me hace de repente extraña. Me ha paralizado. No es miedo, no tengo ganas de salir corriendo. Es algo más parecido a cuando te cruzas sin esperarlo con la chica que te gusta. 

Después de meses estudiando esta plaza desde todos los ángulos posibles, y de semanas sintiendo que ya no había nada nuevo a tener en cuenta, hoy algo hace que no sea igual. No tengo muy claro que es, la verdad. La fachada parece de otro color, más grande incluso que de costumbre. Los pisos y las tiendas alrededor están como en un segundo plano, más en la sombra. Y la puerta, que se abre y se cierra a un ritmo constante, dejando pasar a todo tipo de gente, se me aparece como un ente con vida propia. Una especie de boca gigante que engulle a esas personas grises y a sus vidas aún más grises.

Pero no, no tengo miedo. Todo está sumergido en una tranquilidad que me invita a exprimir estos instantes. Siento que estoy justo donde tengo que estar.

El tiempo hace el amago de pararse mientras yo cuento los segundos que faltan para las 3.

Aquí, de pie enfrente de la puerta, no puedo evitar pensar en la película que vi ayer. Esa maldita canción de Pixies suena en bucle en mi cabeza desde que me he despertado. Sin darme cuenta, me veo como Edward Norton, de espaldas ante el mundo, y deseo en voz alta que alguien se acerque y me asegure, como en esa última secuencia, que todo va a salir bien.
 
‘ – Trust me, everything is gonna be fine.’
 
 
El hedor al abrir la nevera es insoportable. Esa pasta debe llevar más de tres semanas ahí. No recuerdo haber comprado jamás unos tallarines verdes con olor a muerto, pero en eso se ha convertido mi última cena caliente. Después de coger el plato y meterlo a presión en la bolsa de basura mientras contengo la respiración, vuelvo a observar el interior de mi nevera. Llevo sin duda demasiado tiempo revisando cada pequeña imperfección de este plan que cada día está más cerca de convertirse en realidad. Me emociono.

Tal como ese plato de pasta se ha transformado en una masa verde asquerosa, mi vida de hombre triste y pequeño está a punto de pasar a la historia. Calma.
Estoy en el abismo. Ya casi no recuerdo al hombre gris encerrado en un tren en el que no quería estar cada mañana, atrapado en proyectos que nunca llegaron a interesarle.
Pero es evidente que tampoco soy todavía lo que quiero ser. Ese yo aún no existe más que en mi cabeza y en este plan que tiene que ser perfecto. Y todo esto que hasta hace poco me seguía pareciendo una locura, es ahora una necesidad. El único final posible.

Sueño con el momento en el que empiece a ser yo. El fundido a negro después de la sucesión de escenas que tantas veces he reproducido en mi mente, y lo que viene cuando esto acabe. El final de esto marcará el principio de lo que en realidad ya soy. Ahora no soy nada. No existo. Sólo está este plan.
Mis tripas vuelven a sonar. El hambre no me deja concentrarme y creo que necesito aire. Cojo las llaves, miro a la mesa llena de papeles y libros. Esta vez el dolor de barriga no es de hambre.
Me repito que no es momento de dudar mientras bajo las escaleras. No puedo echarme atrás.
 
 
Él le da la mano. Los edificios explotan y se derrumban. Suena ‘Where is my mind’.
 
 
Las 3. Aún faltan dos horas. Cada día igual. Levanto la cabeza en busca de alguna distracción. Nada. La misma gente aburrida de cada día. Las mismas paredes con los mismos carteles que nadie lee, la misma luz, las mismas frases vacías y automáticas que hasta yo he empezado a repetir inconsciente y periódicamente. - ¿Qué tal? - Aquí, de lunes. Joder, qué asco.
¿Cuánto tiempo hace que tendría que haber salido corriendo de aquí?
Vuelvo a mirar la pantalla. Todas las cámaras de segunda mano del mundo listadas en una web que a lo único que invita es al suicidio. Y debajo, a la derecha, las 3:02. Odio al reloj, al tiempo que no pasa, al diseñador de esta basura de página de anuncios.

Pero ya llevo demasiado tiempo odiándolo todo y todo sigue igual. Hoy he vuelto a pasar por esa plaza y la misma idea ha vuelto a mi cabeza. Y cada vez me asusta menos verme valorando esa locura como una opción. Veo ese edificio y me siento capaz de hacerlo.

He trabajado duro para llegar a ser alguien. Me lo merezco. No voy a ser un gran director. Voy tarde y ya ni recuerdo cuándo dejé de escribir. Si no encuentro una salida, lo único que seré es un mediocre para siempre. Como hoy. 34 años, sueños que ya he dejado de perseguir y una vida gris que me atrapó hace ya mucho tiempo.

Y ese edificio y esa sensación de estar vivo de nuevo. Lo voy a hacer. Tengo que hacerlo. Sólo necesito un buen plan, no hay que precipitarse. Este tiene que ser el proyecto de mi vida. Voy a atracar ese banco.
 
 
‘ – You met me at a very strange time in my life.’
 
 
Inspiro como si nunca más fuese a volver a respirar, y suelto el aire despacio mientras empiezo a andar. Cruzo la calle sin perder de vista la puerta del banco. Todo va a salir bien. Siento mis pulsaciones acelerarse. Esto es estar vivo. Ahora sí.
Un momento. Ese coche no debería estar ahí. Mierda.
 
 
‘ – Oh. Stop.’
 
 
"Espere aquí su turno" de Perpendicular Galaxies
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"Espere aquí su turno" de Perpendicular Galaxies

ESCRIBE: Judith Martínez Godayol ILUSTRA: Iker Domínguez Bárcena

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