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"Extrañamiento" de Estados Elementales

Escribe: Ignacio Terzano Pi
Ilustra: Nadia Hafid Márquez
Extrañamiento
 
Silvia estudió Ciencias Políticas porque odia a su padre y quiere cambiar el mundo. Quiere dejarlo exactamente como a su padre no le gusta. La gente de Podemos le parece muy tibia. Toca la guitarra, y tiene una banda con la que hace reggae feminista. Vive con su madre y un hermano mellizo.
Fernando estudió Cine, pinta, vive con Carlos- su pareja- y muchos gatos. Fernando expone sus pinturas (retratos de actrices de Hollywood de los años 90) en la pequeña galería que Carlos tiene en el Poble Sec. Los cuadros llevan expuestos allí seis años, el tiempo que lleva abierta la galería. La galería es al mismo tiempo un taller mecánico de motos.
 
Marc estudió Ingeniería. En el colegio, fue el mejor alumno y tenía la novia más guapa. Obtuvo la segunda mejor nota de la selectividad ese año en todo el país. La chica que quedó primera, es ahora directora general de Navantia y acaba de venderle un portaviones a Bolivia. Marc tiene dos pasiones: los ordenadores y los donuts, que compra en una panadería árabe al lado de su casa. Ambos, los ordenadores y los donuts, los compra en la panadería árabe. Es extraño, pero es así. Parece que el chico marroquí que trabaja en el horno, es programador y, por lo visto, un hacker conspicuo y militante.
 
Luis es abogado, tiene cuarenta y nueve años y vive con su madre. No sabemos si estuvo casado o si tiene hijos. Es tremendamente atractivo y seductor. Apenas habla. Es una persona muy reservada. Ahora ha empezado a estudiar Filosofía. Sabemos- él lo ha confesado- que está en una búsqueda personal, y que ha vuelto a ser ateo después de abrazar el judaísmo. Le atrae el budismo. Debajo del brazo lleva siempre dos cosas: una edición bilingüe del segundo volumen de El mundo como voluntad y representación, y un chorizo picante con pimentón.
 
Todos ellos tienen algo en común: trabajan en el mismo lugar. Son compañeros de trabajo en una consultora inmobiliaria. Han sido contratados para escribir cartas comerciales. Deben anunciar que compran deuda hipotecaria.
 
Los han colocado en un pequeño despacho a pie de calle, donde sólo están ellos cuatro. Es un reducido habitáculo sin ventanas, con cuatro mesas y un baño. Silvia, la primera contratada, es la encargada; abre y cierra cada día. Una vez por semana se deja caer por allí una secretaria del dueño de la empresa. Silvia es la única que ha visitado la oficina central en la calle Balmes y conoce al dueño. Los otros tres, intrigados, le hacen preguntas sobre él. Silvia juega con este poder que tiene, y se hace la enigmática. Ella es la jefa, le ha dicho una y otra vez la secretaria, y en Balmes todos están muy contentos con su trabajo. A Silvia nunca le han hablado así. Ella siempre fue la inútil con ideas raras. Nunca se ha sentido tan importante. Le gusta que la secretaria busque y aprecie su opinión sobre el trabajo de Marc, Fernando y Luis. De pronto valoran lo que tiene para decir. Se siente reconocida.
Marc llega cada día tarde, jadeando y con la camiseta mojada adherida a su enorme abdomen. A las once en punto extrae una bolsita de papel con cuatro donuts cubiertos con chocolate blanco. Alrededor de las doce, después del café, Luis entra en el baño con el libro de Schopenhauer. Y allí se queda media hora. El hedor después es nauseabundo. Todos sienten vergüenza menos él. Alguien siempre se levanta y abre lo más discretamente posible la puerta que da a la calle. Luis mira la pantalla de su ordenador. Fernando maldice en silencio al chorizo picante. Él es el encargado de anunciar la pausa del café. Parece disfrutarla más que nadie. Lo que disfruta en realidad es la posibilidad de hablar, el momento de charla después de horas de silencio, interrumpido sólo por las preguntas y sugerencias ingeniosas de Marc a Silvia para optimizar el tiempo. Silvia ya se ha dado cuenta de que Marc intenta dejarle saber que él es el más inteligente allí. Al principio se lo tomaba con humor o como un interés genuino de Marc por el trabajo. Al principio, a ella le avergonzaba el trabajo y su rol allí, y buscaba identificarse con ellos, con una actitud casi saboteadora: ella sólo era una mandada, aquí nadie controla el rendimiento, no se preocupen, si se llega un poco tarde no pasa nada, todos sabemos lo que estamos haciendo, pero todos necesitamos el dinero, etcétera. Este era el discurso. Pero Marc empezó a llegar cada vez más tarde, hasta media hora más tarde. Y las preguntitas fueron aumentando, a menudo transformándose en comentarios impertinentes e insolentes. A Silvia no le molestaba que llegara tarde. Pero empezó a pensar que era injusto que Marc trabajara menos tiempo que los demás, aunque produjera lo mismo o más. Empezó a pensar que debía llamarle la atención, pero no sabía cómo hacerlo. No sólo llegaba tarde, sino que además paraba después otra media hora para comer sus donuts con parsimonia, y luego unos minutos más para tomar café. Silvia sabía que Marc trabajaba deprisa, pero le irritaba su prepotencia.
 
Luego Marc empezó a cuestionar la moralidad del trabajo que hacían allí. Lo que provocó a los demás. Todos sintieron la necesidad de justificarse, y pronto empezaron discusiones filosóficas y políticas que se sucedían cada día, y se extendían cada vez más ante la impotencia de Silvia, que, por otro lado, participaba con pasión en ellas, porque no quería ser menos que Marc.
 
La productividad cayó. Balmes nunca pidió explicaciones. Silvia se sentía doblemente culpable. Un día la secretaria llegó y llevó a Silvia afuera. Le dijo que se habían dado cuenta de que alguien había estado escribiendo mal todas las direcciones de las cartas. Cambiaba un número aquí y allá, y era evidente que estaba hecho a propósito. Correos tenía un saco con miles de cartas devueltas. Silvia debía revisar los archivos de los ordenadores, descubrir quién había sido, y despedirlo.
No le hizo falta revisar los ordenadores. Sabía quién había sido. Llevó a Marc afuera. Lo siento, le dijo antes de saludarlo por última vez, pero me has conocido en un momento extraño de mi vida.
 
Por supuesto, había sido Fernando.
"Extrañamiento" de Estados Elementales
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"Extrañamiento" de Estados Elementales

ESCRIBE: Ignacio Terzano ILUSTRA: Nadia Hafid

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