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"Vivirás en el castillo" de Bufamots

Escribe: Juan Pablo Fuentes
Ilustra: Roger Corominas
 
Vivirás en el castillo
 
 
 
-         Hola ¿Quieres conocer algo maravilloso?
 
La niña de cara angelical y mirada traviesa dijo que sí con la cabeza. La señora la cogió de la mano y abrió la puerta de un almacén medio abandonado. Cerró con llave tras de sí y encendió una vela. Estaba casi vacío, sólo se veía una mesa desvencijada, una silla medio rota, papeles por el suelo y polvo, mucho polvo. Al fondo había otra puerta, más pequeña, que conducía a una habitación, más oscura, sin ventanas, llena de maniquís rotos, algunos cubiertos por sábanas. La luz de la vela apenas los iluminaba. No parecía haber ninguna salida, pero la señora agarró fuerte su mano, susurró algo para sí misma y empujó con fuerza la pared del fondo.  Se abrió una puerta, escondida. La luz del sol le hizo cerrar los ojos. Estaban en medio de un prado.
 
-         Éste será tu reino ¿No es bonito?
 
Lo era. Parecía un paisaje pintado en un cuadro. El cielo azul intenso se reflejaba en las aguas cristalinas del río. Al fondo, equilibrando la composición, un bosque de árboles verdes como esmeraldas. El aire olía a limpio y se oían los trinos de los pájaros. Las mariposas volaban entre las flores.
 
-          Esa será tu casa.
 
Un hermoso castillo que parecía salido de un cuento de hadas, con paredes blancas y tejados rojos, banderitas en las almenas y un jardín lleno de rosas, sus flores preferidas. Entrecerró los ojos; al fondo parecía verse la sombra de un arcoíris.
 
-         Vivirás en el castillo. Enseguida te lo enseñaré por dentro. Verás qué cuadros más hermosos, qué tapices. Comerás todos los días con cubiertos de plata. Te encantará tu alcoba, con una cama inmensa de dosel de madera. Las sábanas son de la seda más fina. Pero no te he dicho lo mejor. Seguro que siempre has soñado con un príncipe azul.  ¡Te está esperando allí!
 
Señaló a una glorieta que se encontraba en medio del jardín. Entre las celosías, cubiertas de hiedra, se adivinaba la figura de un hombre. El aire traía fragmentos de una suave música de arpa.
 
-Enseguida podrás conocerlo. Por favor, no te asustes cuando lo veas, él… es diferente ¿Conoces el cuento de la bella y la bestia? Si al verlo te causa rechazo, es muy importante que él no lo vea. El físico no es importante… lo esencial es invisible a los ojos. Lo prometo: te acostumbrarás. Aprenderás a quererlo, estoy segura de que seréis felices para siempre. Sólo tienes que ser cuidadosa, lo vas a ser ¿verdad? No debes decirle nada que le haga daño. El es muy bueno, pero ha padecido mucho ¿lo entiendes? No quiero que hagas nada que le haga sufrir. Si alguna vez se ha puesto violento, si ha pegado a las otras, fue porque no supieron tratarlo. Pero tú sí que sabrás, lo veo en tus ojos. Tienes ojos de niña buena. Vais a ser muy felices. Te va a querer en cuanto te vea, eres tan guapa. No podría estropearte esa cara tan preciosa, pero entiéndelo, no puedo soportar que se ponga triste, tengo que hacer algo. No debe verte así, tan perfecta. No te preocupes, no te va a doler. Te pondré esta inyección y no sentirás nada. Cortarte una extremidad será suficiente, apenas nada. ¿No te parece un sacrificio pequeño a cambio de tanta felicidad? ¿Qué prefieres, un brazo o una pierna?
 
 
Ese fue su error, darle la oportunidad de hablar. A pesar de sus intenciones era tan estúpida y manipulable como los demás. “Me has conocido en un momento extraño de mi vida, pero quiero ayudarte. Quiero que el príncipe sea feliz, pero mi corazón está de luto, no puedo ser una buena princesa para él”. No le costó convencerla de que podía encargarse de traer nuevas pretendientes al castillo. ¿Quién iba a sospechar de una niña angelical como ella? Al principio desconfió, claro. Imaginaba que era una estrategia para escaparse, la vigilaba de cerca. Enseguida demostró que era de confianza. Más aún, sabía elegir a las niñas más sumisas, las menos problemáticas. Siempre había tenido olfato para detectar a las víctimas. Sus princesas duraban más, aceptaban su destino con resignación –algunas incluso con alegría. Escapaban de malos tratos, de vejaciones, de habitaciones oscuras, del miedo perpetuo. Creían haber encontrado la paz. Si se portaban bien, si sonreían siempre, si tenían cuidado, no tenían nada que temer. Pero tarde o temprano una frase mal dicha, un gesto asustado acaba condenándolas. Gritos, bofetadas. El príncipe las golpeaba sin piedad hasta que acaba con su vida. Y a ella le tocaba salir otra vez de caza. ¡Pobres ovejitas!
 
Eventualmente tendría que matarlos a los dos, claro. Cuando se acabara la diversión. Empezaría por el monstruo ¿Sería capaz de conseguir que fuera la vieja quien lo matara? Sus ojos brillaron excitados por el reto. Se acordó de su padre. De su cara de incredulidad cuando, al visitarlo en la cárcel, le explicó lo que en realidad había pasado. De su llanto al comprender que todo era cierto, que se había manchado las manos de sangre por una mentira. Esta vez sería mucho más difícil. No había prisa, lo pensaría en su momento, seguro que se le ocurría algo. Siempre se le ocurría algo. Ahora tenía una tarea de la que ocuparse. La última princesa –demasiado asustadiza- había durado menos de lo previsto y tenía que buscar un reemplazo.
 
Paseaba contenta por la calle, observando. Eligiendo. Una niña pálida y delgada jugaba con una muñeca en la acera de la calle. Le cantaba, muy bajito, una canción que no conocía, la acunaba con ternura. Observó cómo se recogía el vestido. No había ningún adulto cerca. Se acercó a ella y con su mejor sonrisa le dijo:
-         Hola ¿Quieres conocer algo maravilloso?
 
"Vivirás en el castillo" de Bufamots
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"Vivirás en el castillo" de Bufamots

ESCRIBE: Juan Pablo Fuentes ILUSTRA: Roger Corominas

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