En la conferencia Apuntes "detectivescos", con apoyo de imágenes y videos, Nora Arango presentó a un público juvenil el relato policial como un juego de carácter intelectual.  Invitación de Editorial Educar, con motivo del lanzamiento de su libro, en coautoría con  Elkin Obregón S.,  Los misterios del hotel Roc Blanc, Feria del Libro de Bogotá, FILBO 2012.

Versión breve:
Edgar Allan Poe es reconocido como el creador del relato policial. Poe sentó las bases de ese género literario: un delito (o varios) rodeado de misterio; un grupo de sospechosos; una progresiva indagación sobre el asunto, claves que se ofrecen entre líneas al lector, sin engañarlo jamás, y un desenlace final, donde el investigador ofrece la solución y los pasos que lo llevaron a ella.
Nacido en Estados Unidos, Poe es conocido por sus cuentos de terror, de misterio; escritor de los más profundos estados del alma, de las distintas facetas del ánimo, del miedo, de temas escalofriantes y a la vez cotidianos. En el cuento "El corazón delator(puesto en escena por Jules Dassin, 1941), en el que un hombre se obsesiona con el defecto del  ojo del anciano con quien vive, por primera vez, aparece un detective. Sin embargo, fue en "Los crímenes de la calle Morgue" que se dio origen al género literario, con el detective C. Auguste Dupin como protagonista. Personaje perspicaz, reflexivo, analítico, cuya intervención en los sucesos permite multiplicar pistas, señalar sospechosos y descubrir culpables.

El narrador de “Los crímenes de la calle Morgue” conoce a Dupin en una oscura librería de la rue Montmartre, donde la búsqueda de un raro y extraño libro los sumió en una estrecha intimidad. Dupin es aficionado a los enigmas, acertijos y jeroglíficos. El detective francés, según su amigo, era un hombre enamorado de la noche, de hecho, en la vivienda que compartían en un alejado rincón del Faubourg Saint Germain, cerraban postigos y ventanas de día, mientras a la luz de un par de lámparas, leían, escribían o conversaban. Por las noches salían, de brasero en mano, a departir y pasear por las calles desoladas de París. Con él, Poe dio vida a tres títulos: 

Y, a su vez, estableció el prototipo de una serie de detectives que, en adelante, crearían otros escritores. Entre ellos, el escocés Arthur Conan Doyle que se ingenió el personaje más famoso de las historias detectivescas y, tal vez, de la literatura en general: Sherlock Holmes, quien, junto a su amigo el Dr. Watson, protagonizó 4 novelas y 58 cuentos, escritos durante más de 30 años.

El Dr. Watson, médico, compañero, amigo y cronista de los episodios del detective, lo describe así: “...tanto la personalidad de Sherlock Holmes como su apariencia externa eran para llamar la atención del menos dado a la observación. Su estatura sobrepasaba los seis pies, y era tan extraordinariamente enjuto que parecía ser aún más alto. Tenía la mirada aguda y penetrante [...] y su nariz fina y aguileña daba al conjunto de sus facciones un aire de viveza y resolución. También su barbilla delataba al hombre de voluntad, por lo prominente y cuadrada. Aunque sus manos tenían siempre borrones de tinta y manchas de productos químicos, estaban dotadas de una delicadeza de tacto extraordinaria”. Sabemos, además, que vivía en  221B Baker Street, en Londres, que fumaba pipa, toca violín, le gustaban las galletas, guardaba una lupa en el bolsillo, amaba la acción y tenía un gran talento deductivo. El dice de sí mismo: "Mi profesión consiste en saber cosas. Es posible que yo me haya entrenado en fijarme en lo que otros pasan por alto". 

La primera aparición de Sherlock Holmes fue en 1887 en Estudio en Escarlata, publicada en Inglaterra por la Ward, Lock & Co, con ilustraciones del padre de Conan Doyle. Tres años después, la editorial le encargó una novela corta que se editó por entregas simultáneamente en Estados Unidos e Inglaterra;  El signo de los cuatro, con la que miles de personas en América y Europa estuvieron pendientes de las aventuras del detective.  Al año siguiente, la revista The Strand inició la aclamada e imparable publicación de sus historias y, muy pronto, el escritor dejaría su profesión de médico, para dedicarse definitiva y totalmente a la literatura.

En 1893, en pleno apogeo de popularidad, Arthur Conan Doyle decidió dar fin a su famoso detective Sherlock Holmes.
Así comienza Watson  la narración de "El problema final": “Tomo la pluma con tristeza para evocar, por última vez, el prestigioso talento que hizo de mi amigo Sherlock Holmes un ser excepcional...". Y cuenta cómo el detective y su antagonista, el profesor Moriarty,  se enfrentaron cuerpo a cuerpo y su amigo cayó, en medio del forcejeo, por una cascada, en suiza. El malestar por la muerte del detective, entre otras manifestaciones de dolor, provocó que los más de veinte mil lectores cancelaran la suscripción en The Strand, y que los jóvenes británicos colocaron símbolos de luto en sus sombreros.


Ocho años después, tras la insistencia del público, de la crítica y de los amigos Conan Doyle  escribió la historia El sabueso de los Baskerville como si hubiera sido una aventura previa a la saga, y aunque la novela fue un éxito mundial, los lectores no se resignaban a la muerte del detective. Más tarde, en 1903  Conan Doyle publicó en The Strand "El misterio de la casa vacía". En éste, Watson menciona el interés en descifrar los delitos que le quedó después de la muerte de su amigo. Esa mañana había habido un crimen cerca de su casa y habla de un viejito que vendía libros cerca al lugar del suceso. Luego tocan la puerta de su casa y ocurre lo siguiente: “Me puse en pie, que quedé mirándolo atónito durante algunos segundos, y después según parece y por primera y última vez en mi vida, debí sufrir un desmayo. De lo que estoy seguro es que enturbió mis ojos una neblina gris, y de que, cuando ésta se disipó, me encontré con el cuello desabrochado y sentí en mis labios el picante regusto del coñac. Inclinado sobre mi silla y con una botella en la mano estaba Holmes". 
En otras versiones cinematográficas han representado la reaparición del detective así:  

En cualquier caso, el detective volvió más vivo y astuto que nunca, más sabio, más escéptico y más comprensivo de las miserias humanas. Por más de 20 años continuó la publicación de las aventuras de detective y, dice Watson, para en su retiró se fue al campo donde se ocupa de un cultivo de abejas. 
Hoy, más de 100 años después de su aparición, este personaje de ficción mereció un museo en su honor, ubicado en la dirección de su domicilio, ya que en el año 1930, cuando la calle Baker Street se amplió y reenumeró, incluyendo el 221B, empezaron a llegar numerosas cartas de distintas partes del mundo dirigidas a Sherlock Holmes, para lo que fue necesario nombrar un secretario que se hiciera cargo de la correspondencia.  

Otros escritores engrosaron la literatura detectives a comienzos del siglo XX, como la británica Agatha Christie, quien publicó su primera novela El misterioso caso de Styles, en 1920, y más adelante completo 66 novelas policiales y decenas de historias breves que han sido traducidas a más de 100 idiomas, muchas de éstas también adaptadas al cine y al teatro. Se calcula que de sus novelas se han vendido alrededor cuatro mil millones de ejemplares. 

Desde El misterioso caso de Styles  apareció el detective belga Hércule Poirot, que adquirió gran popularidad e hizo parte de otras 33 novelas de Christie. Detective meticuloso, y único personaje de ficción que tuvo un obituario en el periódico The New York Times, tras morir del corazón en Telón, en 1975.
Así mismo, Agatha Christie, tiene otro personaje Jane Marple o Miss Marple, dama entrada en años, solterona, residente en St. Mary Mead, una adorable localidad en el  campo. Su conocimiento de la naturaleza humana y agudas observaciones sobre el mundo, en su mayoría procedentes de sus experiencias de la vida en la aldea,  la han ayudado a descubrir muchos casos imposibles, incluso para los más importantes inspectores de Scotland Yard. Los temas, como los del El club de los martes, de 1928, en el que apareció por primera vez, son las pequeñas intrigas de pueblo, enemistades, cotilleo o pequeños pecados.

Aquí vemos juntos a dos de los actores que han representado a esos personajes. Pero la realidad es que, en las historias de  Agatha Christie, el detective Poirot y Miss Marple nunca estuvieron juntos, de hecho, no se conocieron. En una grabación redescubierta y dada a conocer en 2008, la autora expresó la razón de ello: «Estoy segura de que no les gustará encontrarse. A Hércules Poirot no le gustaría que le expliquen cómo hacer las cosas, y a una vieja solterona no le gusta que le hagan sugerencias.» Sin embargo, en  "El Asesino del alfabeto", se cruzaron:
 
En 1930, Agatha Christie hizo parte de un grupo de escritores de la novela de intriga The Detection Club, creado con el ánimo de poner fin a las diferentes teorías acerca de lo que debería ser el "juego limpio" en el género policial. Entre aquellos principios mencionamos, "Ningún tipo de veneno que no haya sido ya descubierto debe ser usado, ni cualquier tipo de artificio que necesite una larga explicación científica al final de la historia" y "El detective debe usar su ingenio y su habilidad para resolver el enigma en un contexto concordante con la historia". Además hacían fiestas y reuniones, y publicaban muchas novelas de autores colectivos, firmadas por "Detection Club", como El almirante flotante.

No de menos popularidad goza el comisario Jules Maigret, creado por el belga Georges Simenon, en 1931 en su novela La banda de Pedro el letón. Lo acompañó durante 65 novelas y más de 28 novelas cortas. Más de cincuenta películas han sido rodadas en el cine francés a partir de las obras de Simenon. Y múltiples series han sido grabadas por las televisiones de habla francesa como la belga.

Simenon lo define asi: “Maigret tiene entre 45 y 50 años. Nació en un  castillo, en el centro de Francia, en el que su padre ocupaba el cargo de administrador. Es, pues, de origen campesino, robusto y fornido, pero posee cierta educación (…). Su vida privada es muy tranquila. Tiene una esposa dulce, rolliza, tierna y sencilla, que lo llama respetuosamente Maigret (de tal manera que todo el mundo terminó por olvidar su ridículo nombre, Jules). Un caso criminal nunca es para él un caso más o menos científico, un problema abstracto. Es tan sólo un caso humano. Le gusta husmear el rastro dejado por un hombre como un perro de caza olfatea una pista. Quiere comprender. Se mete en la piel de sus personajes, de quienes, poco antes de verlos por primera vez, lo desconoce todo, y cuando hay un crimen, necesita averiguar hasta los más pequeños detalles. Otorga mucha importancia al ambiente en el que viven. Cree firmemente que determinado gesto no habría sido el mismo en un ambiente distinto, que un carácter evolucionaría de otra manera en cualquier otro barrio.
Odia la maldad deliberada, odia a los hombres que impregnan el mal a sangre fría, y se muestra feroz con la hipocresía. Por el contrario, es indulgente para con las faltas que son fruto de las debilidades de la naturaleza humana. Un joven o una joven que van por mal camino le inspiran no sólo piedad, sino irritación contra su suerte o contra la organización social que está en el origen de esa mala orientación.
A veces incluso olvida que es un instrumento de la ley y ayuda a determinados culpables a escapar a un castigo que considera exagerado. Cuando puede, intenta, como en sus sueños juveniles, remendar los destinos. Lo cual le crea frecuentemente conflictos con sus superiores y sobre todo con los magistrados, que juzgan a los hombres tan sólo a la luz de los textos de las leyes (…)”.

La humanidad de Maigret está en parte representada en el amor por su esposa, una mujer comprensiva y paciente:  

A propósito de Maigret, "El mismo cuento distinto" de García Márquez Gabriel cuenta que recuerda un cuento policial leído en 1949, pero ha olvidado el autor y el título. Lo leyó en el hotel de Victor Cohen, en la plaza mayor de Valledupar, región donde nació su madre. Años después en París, al ver un hombre en un bar con la apariencia del personaje de aquél cuento, siente la necesidad de releerlo con más atención. Se produce entonces un juego entre la memoria y el olvido, en que el escritor colombiano recorrerá los nombres de autores posibles hasta dar con el de Simenon. Finalmente el escritor reflexiona sobre el cuento releído y el que recordaba, tras la perspectiva del paso de casi medio siglo que duró el extravío del autor y el verdadero cuento, "El hombre en la calle".

Muchos otros escritores, después de Edgar Allan Poe han creado a sus propios detectives con cualidades mentales que logran indagar por entre los vericuetos del pensamiento, teniendo en cuenta las leyes de la vida, la naturaleza, y las coordenadas del tiempo y el espacio que rigen la condición humana. 
Como G.K. Chesterton, que tiene como detective al muy sabio y pacífico padre Brown.
Ernest Bramah, cuyo detective, Max Carrados, es ciego.
Robert T. Ironside,  serie televisiva con el jefe de detectives retirado que trabaja desde una silla de ruedas.
Rex Stout y su detective Nero Wolfe que no sale de la habitación porque es tan gordo que no cabe por la puerta.
H. Bustos Domecq, (Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares), y el detective don Isidro Parodi, quien trabaja desde su celda en la cárcel.

Por último, valga mencionar  cuatro comics norteamericanos perteneciente a la ficción detectivesca como Kerry Drake, de Alfred Andriola, 1943, 
Agente secreto X – 9, iniciada por Alex Raymond en 1934. Dick Tracy, creada por  Chester Gould en 1931 y The Spirit de Will Eisner en 1940; todos ellos ingeniosos y buenos exponentes del juego intelectual propio del genero policial. 

Porque, valga insistir, que en la literatura detectivesca, más que la crudeza o la gravedad del delito, prevalece la exposición de las facultades mentales, como la deducción, la astucia, la asociación, la concentración, la inteligencia y la aplicación de la lógica que rige los seres humanos, por parte de los detectives, en el momento de resolver los casos.
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Apuntes "detectivescos" Conferencia Feria Internacional del libro de Bogotá 2012 Invitación: Editorial Educar Apoyo teórico: Elkin Obregón

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