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Chronicle No. 30 Barbados

This is the complete chronicle written exclusively for Siglo Nuevo magazine, complement of El Siglo de Torreón and El Siglo de Durango. An edited version was published on issue number 274 on December 17, 2016 on pages 26 and 27. The edition consists of 50,000 copies and it can be found digitally in:
 
https://www.elsiglodetorreon.com.mx/suplementos/sup/siglon/?edicion=08%2C274
 
* Note: The chronicle will be published in spanish

            Una diminuta isla enclavada en las Antillas bajas, un paraíso en el comienzo del Mar Caribe, estado libre y soberano de la monarquía británica. Barbados no solo es un paraíso fiscal, también cuenta con hermosas playas de agua cristalina, santuarios de tortugas marinas, varios barcos hundidos y una hermosa capital victoriana; la meca para el aventurero.

            Bridgetown, su capital, está localizada en medio de la Bahía Carlisle y además de ser un importante puerto marítimo, donde llegan cruceros y barcos con cargamentos de todo el mundo, es una de las zonas más activas del país. Cruzar el moderno puente Chamberlain al atardecer y llegar hasta la casa del Parlamento de Barbados es una experiencia única. El edificio data del siglo XIX y posee una torre de estilo neo-gótico con un reloj de manecillas doradas, en lo alto de la misma se iza la bandera azul y blanca con el tridente que es el emblema de la isla.
Hermosas y coloridas edificaciones de madera estilo caribeño abundan en la ciudad, el rio de la Constitución desemboca en el mar en una pequeña marina tablada desde donde se puede admirar un espectacular atardecer en el Caribe.

            El camino de Bridgetown hacia la pequeña población de St. Michael es un ejemplo único de la vida en el caribe. Pequeñas casas de colores estridentes, hogar de los pescadores de la zona, se mezclan con bares locales y tiendas de conveniencia. Algunos días, al amanecer, el viajero se encontrará con alguno de los jóvenes que rentan caballos en la playa, caminan a un lado de sus caballos y los llevan hasta el mar para darles un chapuzón y consentir a sus compañeros equinos. Entablar una conversación con algún “rastaman” es también una experiencia enriquecedora para el viajero curioso se aprender nuevos estilos de vida.

            El aventurero terminará irremediablemente gozando de las delicias cristalinas y cálidas del mar Caribe. Dejando atrás las aguas cristalinas y azules se abre el profundo azul marino del mar, después de cuarenta minutos a nado, el explorador se sumerge en ese maravilloso mundo marino. Desde la oscuridad de la profundidad se delinea un espeluznante triángulo, conforme se sumerge más, fantasmagóricas ventanas redondas comienzan a aparecer y el puente de mando se va formando poco a poco. Uno se enfrenta con lo desconocido y el temor que genera la negrura de las profundidades se hace latente. El miedo se domina y con cada inmersión se encuentran nuevos detalles, desde brillantes corales amarillos hasta tortugas gigantes que emergen del fondo y peces de formas y colores extravagantes. Anclas, balas de cañón y cascos de barcos antiguos se encontrarán a lo largo de toda la bahía. Estar sumergido en un mundo donde uno necesita un aditamento especial para poder vivir, ver los restos de un barco muerto que ha producido vida es una experiencia que todo viajante debería vivir.

            Un viaje en catamarán hacia el sureste de isla le brinda al viajero una oportunidad única para descubrir algunas de las playas más exclusivas en la isla, así como descubrir los santuarios de tortugas y poder nadar entre uno de los seres más maravillosos que surcan sus aguas. Mientras se navega por el mar, el sol se asoma entre las nubes y todo el color del mar cambia repentinamente a un azul turquesa y verde indescriptible, un minuto después el cielo se nubla y el mar se oscurece. La luz viene y va, llevándose y trayendo nuevos colores, todo en cuestión de segundos. Los atardeceres se hacen espectaculares con su inmensa gama de tonos carmesí y verdes tan vivos que vibran. Así es el Caribe.




© Rafael Blando Torres
Chronicle No. 30 Barbados
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