Road Trip 2 - Pueblos Oaxaqueños

El quinto día de nuestro road trip, salimos temprano para Oaxaca, desde Puebla son unos 340km en una carretera bastante bien cuidada a pesar de en su mayoría tener solamente un carril. Llegamos temprano a un hotel que recomiendo bastante llamado El Parador del Dominico, en pleno centro de la ciudad acondicionado dentro de una casa con construcción típica colonial (patio en el centro) y con un restaurante muy bueno en caso de que uno no quiera salir a buscar comida (como nuestro caso después de manejar).

Aproveché la tarde para trabajar algunos temas pendientes y revisar posibles itinerarios para el viaje.

El primer día aprovechamos para visitar Monte Albán, donde un guía italiano enamorado de la cultura prehispánica nos contó un poco sobre el lugar y, en esta ocasión, mi abuela pudo recorrer todo el complejo, lo cual es bastante admirable. Sin quedar contentos con nuestra intensidad, salimos para Atzompa, una zona arqueológica bastante más pequeña pero muy interesante, porque entender lo grande de esta comunidad zapoteca es impresionante. La segunda está menos trabajada, pero poder ver lo que aparentemente es un complejo de vivienda de las clases altas, cuando uno normalmente sólo conoce los templos religiosos y gubernamentales; en ese sentido el comparativo con Cantona es bastante interesante.

Al siguiente día hicimos una ruta de artesanías en la vía hacia Huatulco. De estos lugares, normalmente los toures sólo visitan tres, pero al ir en carro aprovechamos para visitar 7 de ellos. La ruta la empezamos en San Bartolo Coyotepec, especialista en barro negro; continúa con San Martín Tilcajete, famoso por los alebrijes; seguimos a Santo Tomás Jalieza donde la comunidad trabaja principalmente tejidos en telar de cintura; luego fuímos a San Antonino Castillo Velasco donde trabajan bordados de origen zapoteco (con una aparente influencia maya) y donde vale la pena probar las quesadillas de mole amarillo. Muchos de estos pueblos parecen realmente un lugar al cual llegan comunidades indígenas a desarrollar comercio para otros pueblos, puesto que muy pocos turistas los visitan. A pesar de que traté de preguntar en algunos lugares, existe poca información sobre la poca divulgación turística y parece existir un comentario generalizado contra el gobierno estatal, aunque en realidad parecían insinuar un caso de sobreprotección interna para evitar los problemas clásicos del turismo en masa. Esto hace que la ruta sea bastante interesante, pero especial para quienes buscan un turismo alternativo.

De regreso paramos en Cuilápam de Guerrero donde se puede visitar un ex convento convertido en museo donde se oficiaba una misa con banda de vientos, un patrimonio musical de Oaxaca que creí sólo encontrar en los pueblos de la sierra pero que me dio muchísimo gusto poder escucharlo en vivo (luego pude escucharlo de nuevo en Mitla, así que creo que es más difundido de lo que creía).

Al siguiente día hicimos una visita a la típica ruta del mezcal que incluye algunos pueblos y atracciones turísticas bastante reconocidas. Claramente Hierve el Agua es la primera de ellas y realmente vale la pena, así sea solo por las fotos; claramente no caminamos todo el recorrido, pero lo recomiendan aún más y yo sólo con ver las lagunas y las cascadas desde lejos quedé contento. En la siguiente parada está Mitla, un pueblo, que al igual que Cholula es una excelente muestra del colonialismo arquitectónico de la iglesia católica sobre los templos prehispánicos; claro, por decirlo algo más allá del manejo de colores y pañetes antiguos previos a lo que nos hacen creer es la civilización.

En el camino nos detuvimos en Rancho Zapata, un restaurante donde pueden encontrar la fábrica (turística) del mezcal Benevá que es de excelente calidad. Allí nuestra guía nos mostró el proceso, el cual mi abuela comparó al del aguardiente (y créanme ella sabe de lo que habla, así que vayan a investigar si es lo que les interesa) y además nos dio a probar el mezcal de la casa con gusanos de maguey, lo cual fue una experiencia interesante para ella. Yo además lo complementé pidiendo un queso asado con chapulines, una experiencia bien diferente para ella.

De regreso paramos en el mercado de Tlacolula que sólo está los domingos y en el cual se reúnen gran cantidad de comunidades indígenas del Estado. No obstante, el día ya estaba acabando así que no tuvimos mucho interés en el mercado, así que nos fuímos a Teotitlán a ver tapetes hechos con telar y pintados con técnicas ancestrales, una experiencia muy interesante porque son tejidos impresionantes que valdría la pena tener y apoyar. Finalmente terminamos el día en Santa María del Tule, visitando un árbol de más de 2000 años que le da el nombre al pueblo y que es magnífico, no sólo por el hecho de su vejez, sino por las técnicas de conservación sobre él.

El último día aprovechamos para estar en la ciudad, porque en realidad no habíamos hecho recorridos internos, lo cual nos dio la oportunidad de conocer el jardín etnobotánico que está dentro del Centro Cultural Santo Domingo que antes se utilizó como convento de esta orden y posteriormente por el ejército. Hoy en día es un espacio completamente restaurado dedicado a la promoción de la flora originaria de Oaxaca. Las visitas actualmente sólo las hacen guiadas, pero parecen estar trabajando para hacer la entrada abierta. El resto de la tarde lo pasamos caminando por el centro y en la noche finalizamos con una visita a Casa Oaxaca, aunque también estuvimos en Tobaziche y Casa Taviche, los cuales menciono porque el tema de la comida es un asunto sin descripciones en esta ciudad y vale la pena combinar buenos restaurantes y plazas.

Finalmente regresamos a Ciudad de México en un recorrido de 470km que logramos hacer en 4 horas y media, definitivamente las carreteras mexicanas son de mi total agrado.