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RECORRIENDO LA TIERRA COLORADA EN MOTO: 3ra Parte

No siempre se pueden ver. Lo digo porque a más de uno le pasó de ir un día, al siguiente, y nada. Paseos suspendidos. Estos saltos tienen la particularidad de ser paralelos al curso de sus aguas, y no transversales como la mayoría. Su canal es una falla geológica que alcanza los 170 metros de profundidad, pero lo que sobresale son 15 metros como máximo. Que estén visibles depende de varios factores, naturales y humanos. Del caudal del río Uruguay: cuando está bajo se ven mejor; de las lluvias: cuando hay sequía son más altos. Y, por último, de las represas cercanas. Desde hace tiempo se habla de megaobras en la zona. De represar el Moconá, o reprimirlo. La palabra temida es Garabí, el embalse que se proyecta a pocos kilómetros. Dicen que cuando se ponga en marcha, los saltos quedarán inundados. Por ahora, la única represa que funciona es la brasilera Foz de Chapecó, ubicada sobre un afluente del río. "Te conviene venir un domingo o lunes, cuando cierran las compuertas", me dice por lo bajo un guardaparque del Parque Provincial creado en 1991, dentro de la Reserva de Biosfera Yabotí. Cuando se completaron los 70 km de asfalto desde El Soberbio hasta el embarcadero Piedra Bugre cuatro años atrás, se cuatriplico el número de visitantes. Había unas pasarelas nuevisimas, pero se las llevó la última crecida dos días antes de la fecha de inauguración. Mientras, la única forma de conocer estos saltos, que se vuelcan en un frente de tres kilómetros, es en lancha. Está el pasco corto, que ofrecen los lancheros del parque y dura 15 minutos. Es la versión oficial, pero con sabor a poco. La otra es hacer un paseo largo, de dos horas. Carlos Yunis sale en gomón desde el muelle del restaurante Malvinas, en Puerto Paraíso. Nieto del fundador de El Soberbio y experto timonel, fue uno de los primeros en acercar turistas hasta los saltos y desafiar las aguas turbulentas y remolinos enormes de la olla. El paseo es pura adrenalina y vale la pena pagar unos pesos más para recorrer las aguas del Uruguay.


Dentro de los hospedajes que surgen en Moconá, hay dos perfiles distintos. Unos son antidesmonte, anti conexión y pro exuberancia; su máxima es que la naturaleza siga su curso, no intervenir. Los otros creen que al turista hay que darle "confort”, léase: aire acondicionado, wifi y TV. Proponen la selva como contexto, pero desde instalaciones más urbanas. Chacra del Agua pertenece al primer grupo. Lo llaman Home Lodge sus creadores, Mariana Urquijo y Sebastián Marjanov. Y tiene sentido: son ellos los que viven en esta reserva de 18 hectáreas a orillas del arroyo Paraíso, a mitad de camino entre El Soberbio y los Saltos del Moconá. Acá construyeron las dos cabañas y un Club House con maderas nativas, en claros del monte y conectados por pasarelas. Aunque está sobre la ruta 2, el lugar es pura paz donde aves e insectos están a sus anchas. Fue diseñado fiel a las políticas amigables con el medio ambiente. Usan leds para iluminar, separan los residuos, hacen compost para la huerta, ofrecen jabones biodegradables y llevan un registro del consumo energético. Ya se recibieron de "proyecto sustentable". Se conocieron en Madrid. Ella vivía en un ático del centro y daba clases de filosofía en la universidad. Él,
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