La excepción Georgia O’Keeffe: la precursora del modernismo que rompió los cánones artísticos y sociales (Parte 1)

Su trabajo llega al Museo Thyssen de Madrid en forma de retrospectiva y también en forma de deuda saldada con un músico que se las ingenió para vivir del arte cuando muy pocas mujeres pueden hacerlo.

Hay diferentes métodos para conocer a un artista. En ocasiones es un trabajo concreto -un cuadro, una foto, una publicación, una rima que te toca específicamente, en la que reconoces algo que te llama la atención o te emociona- el que te lleva a explorar el resto de la obra de ese individuo. Otras, en cambio, es a la inversa: el carácter, las declaraciones, la vida de alguien te impresionan y a partir de ellos llegas a su trabajo. Con Georgia O’Keeffe (Wisconsin, 1887-Nuevo México 1986) ambas opciones son igualmente factibles. Son interesantes sus enormes flores, en primer plano, abiertas como vulvas, y también su vista casi fotográfica de las altas torres de Nueva York. Su número, el de una mujer de principios del siglo XX que se ocupó de vivir nada menos que del arte y que ya fue identificada en su país como una de las pintoras más adecuadas de su tiempo -algo que desgraciadamente podemos revisar en la biografía de un par de ellas- es también una gran manera de llegar a ella. O su batalla por vivir complementariamente: “He pasado cada minuto de mi vida aterrorizada, pero no he dejado que eso me aleje de las cosas que quería hacer”.

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