Danilo Acosta Salvadores's profile

Valle del Imlil y el Loco de Toubkal

El Valle de Imlil y el Loco de Toubkal
- Marruecos parte III -
Tercera entrega de mi viaje a Marruecos en el 2018 narrado en forma de cuento corto
Danilo se detuvo en seco en la mitad del sendero. Miró hacia atrás, como frecuentaba en la última media hora de caminata a través del paso de las montañas en las que se encontraba. Pero esta vez duró más tiempo observando las laderas llenas de piedras, el lejano riachuelo del fondo del valle, y el nublado cielo gris de aquella mañana. Estaba empezando a dudar de su decisión, pues ya no sabía que esperar de aquel camino, del cual ya estaba seguro no era el que tenía contemplado tomar. Unas gotas de agua cayeron del cielo y lo despertaron de sus pensamientos, así que apretó su mochila, se ajustó los mojados tenis, y siguió caminando. – “Ya llegué hasta este punto, a lo mejor sigo avanzando.” – se dijo.

Dos horas atrás, Danilo había puesto pie Imlil, un pequeño pueblo árabe en un valle en las altas montañas del Gran Atlas en el Reino de Marruecos. El porqué llego a Marruecos tiene que ver en cómo llegó al valle de Imlil, y es debido a una fotografía. Un tiempo atrás y muy lejos de aquellos montes, mientras se encontraba en un viejo hostal en las afueras de un remoto pueblo costero en el caribe colombiano, Danilo pasó por la recepción del hotelucho y notó un pintoresco cuadro de lo que parecía un puerto con barcos azules rodeado de murallas de piedra color rojizo. ¡Un espectáculo de imagen! Al preguntar donde fue tomada, le hablaron de la lejana Marruecos y sus variados paisajes, y ahí mismo decidió que ese iba a ser su próximo destino. Aquel hostal le brindó un cómodo escape, pero ahora, rodeado de laderas rocosas, sin un rumbo claro, con un clima frío con tentación de lluvia, no estaba tan cómodo, pero sí decidido. 

Tomando ejemplo de la fotografía del puerto, pero ya encontrándose en Marruecos, exactamente en la roja ciudad de Marrakech (ver AQUÍ), encontró otra foto que le marcaría su próximo destino. Ésta era de un pueblo parecido a un pesebre de casas de adobe con fachadas árabe, rodeado de bosques con cascadas de siembras y cultivos verdes a sus pies haciendo contraste con las naranjas montañas con pico de nieve. Le explicaron que aquel lugar era el Valle de Imlil, y que se hallaba a tan solo dos horas de donde estaba. Se entusiasmó, y decidió embarcarse hacia ese valle, pues aquel era su día libre y quería explorar los alrededores de Marrakech. 

Puso pie en Imlil temprano en la mañana, pero al mirar lo que parecía la calle principal llena de tiendas y letreros en árabe, comprendió que de nada serviría comunicarse con palabras, pues Danilo no comprendía aquel idioma ni sabía leer los letreros decorados con arabescos, además que los locales hablaban árabe y un francés local, ya deformado en décadas por sus residentes. En Marrakech hacía un clima caliente, pero ahora Danilo sentía chorros de vientos helados chocándole el rostro, y se entumeció. No estaba preparado para aquel brusco cambio de clima, por lo que entró a una desolada tienda de alquileres donde, entre implementos de trekking como sogas, bastones, y ganchos, escogió una chaqueta azul muy usada. Por la pinta del lugar se notaba que aquellos equipos ya eran amigos de las cimas de las montañas cercanas, pues estaban muy usados y gastados. La chaqueta le quedo a la medida, y mejor dispuesto con su buen abrigo, atravesó el pueblo de Imlil sin llamar la atención de sus locales, quienes ya estaban acostumbrados a los extranjeros. 

Siguiendo una trocha que ascendía hacia un angosto valle, Danilo se topó con su primera panorámica del valle del Imlil, el cual enseñaba varios pueblos aledaños escondidos entre bosques y laderas. Grande fue su emoción, pues sentía muy cerca su destino, y su meta era hacer fotografías, pues nuestro protagonista es fotógrafo, y todo el esmero y dedicación en atravesar un océano y estar frente a los parajes norteafricanos son para capturar imágenes que lo acompañen el resto de su vida.
Al toparse con esta vista su cuerpo temblaba de entusiasmo y nervios, pues se asemejaba a la foto que le motivó a involucrarse dentro del valle de Imlil. Pero el paseo le sorprendió con otro itinerario…
El vecino pueblo de Mzik camuflado entre las montañas contra un cielo frio y gris.
En aquel camino de tierra se cruzó con locales que transportaban mercancía con la ayuda de mulas de carga. Danilo estaba inseguro de la dirección correcta, pues tenía e presentimiento que estaba cerca pero no conocía el camino, así que con cautela se acercó al líder de la caravana. “Salam aleikum” – saludó Danilo, algo molesto por su falta de conocimiento de la lengua árabe. Le mostró la fotografía de los valles al líder de los bereberes, quienes le apuntaron en una dirección: hacia la montaña. Danilo retomó su camino una ves les agradeció en lenguaje de señas, pues las palabras ya no servían.

Veía los bosques y observaba las casas, el camino de piedra no le estorbaba sus pies si no que lo animaban a seguir avanzando pues llamaban a la aventura, pero aún así no llegaba a su destino. Los pocos locales curiosos con los que se topó le servían de guía y le señalaban más y más camino hacia las montañas, y, sin entender bien ya que todo fue mediante lenguaje de señas (pues las palabras ya no servían), Danilo no podía hacer más sino seguir caminando. Pero el paisaje lentamente iba evolucionando. Se acercaba a otro pueblo vecino, pero los bosques fueron remplazados por colinas de piedra, y por ningún lado había cultivos en cascadas.
El paraje cambiaba de valles verdes a montañas grises. Danilo dudaba del camino, pero aún era temprano y había buenas energías como para cambiar de trocha.
Vista general del valle a 1 hora de caminata. El día se ennegrecía y pedazos de cielo en forma de agua agitaban su mente, pues no estaba preparado para mal clima. Ya tenía dudas del camino, aún le indicaban los locales que faltaba para su destino, y pues como buscaba lograr su fotografía principal del valle siguió adelante, y mirando cada vez más hacia atrás, caminaba valientemente hacia delante.
Cerca de este punto entendió que tomó la ruta equivocada, o más bien, el lenguaje de señas no fue dominado por Danilo aquel día, ni con aquella gente. Ya no veía pueblos, ni personas, si no piedras y montañas. (Si quieres ver el mapa de donde se encontraba, mira AQUÏ)
Pasaron unas horas y Danilo sentía el remordimiento de una mala decisión. Había atravesado un gran valle, donde mojó sus zapatos cruzando un riachuelo, y su buen humor ya estaba algo afectado. Había dejado el último pueblo detrás, y solo había montañas frente a él. –  “¡Más vale que el pueblo aparezca de entre las colinas!” – pensó. El sereno le mojó la mochila de la cámara, y notó en un grupo de franceses que descendían del camino que él era el único personaje en pantaloneta y tenis, mientras los demás vestían ropas abrigadas, botas de montañismo, e incluso bastones de senderismo. Danilo se inquietó como nunca. – “Pero con más de dos horas de trocha no pienso echar para atrás” – se dijo a si mismo. Secó su mochila con su chaqueta y se apretó los cordones de los tenis, y con su orgullo en alto retomó la marcha.

Fue un largo rato de soledad. Se había detenido un par de veces para tomar fotografías, pero no estaba muy contento con el resultado. No se encontraba en una buena posición y la incertidumbre nublaban su criterio. Por fin, a lo lejos, vió un par de casitas en medio del camino, y aceleró el paso, ya que eran su única esperanza de saber dónde se encontraba.

 Eran unas casas de ladrillo sin fachadas, con techos amarillos en contraste al paisaje montañoso. No dudó en entrar a lo que parecía un refugio y el calor hogareño lo recibió como viejos amigos, ¡no se había sentido tan bien en todo el día! En el interior había un grupo de alemanes bien abrigados y alegres, y Danilo comprendió por fin en la situación que estaba metido. Los alemanes, todos curiosamente uniformados con abrigos rojos, le brindaron compañía dentro de un cuarto inacabado, con una pequeña alfombra que cubría el suelo desnudo. Le explicaron que el refugio donde estaba es llamado Sidi Chamharouch, y que el camino que estaba tomando no era si no la ruta principal a la cima de Jebel Toubkal, el pico más alto del norte de África, y ruta popular para el montañismo, y que apenas, luego de 4 horas de caminata, sudor y frío, de mojarse y tropezarse, Danilo no había llegado ni al refugio principal. – ¡Tan solo faltaban 2 horas para eso! – le comentaron los alemanes.
Primera parte del refugio Chamharouch, pero de necio, Danilo siguió subiendo para una mejor panorámica.
Panorámica de las Montañas del Atlas desde la ruta de ascensión al monte de Toubkal, con el refugio Chamharouch al fondo.
Ésta noticia le tomó por sorpresa. Ya tenía la idea que no se iba a encontrar con el valle de la fotografía, pero, ¿camino a la montaña más alta de Marruecos? ¡Jamás se lo esperó! Los alemanes le explicaron que a unos kilómetros hacia la montaña se encontraba un refugio musulmán donde residían los restos de un sabio marroquí. Con la mente menos turbia y las piernas frescas, Danilo se terminó un reconfortante té que le calentó los huesos, se despidió de sus nuevos amigos, y emprendió la última caminata para acercarse aún mas al tenebroso Toubkal. Habiendo recorrido tanto camino, ya no quedaba de otra que aventurarse un poco más.

A su llegada a la aldea, que comprendía unas 5 casas de adobe, siguió caminando hasta el final del vecindario y se encontró un pequeño riachuelo, decorado en el fondo con el pico montañoso y su amenazante sombra. No tuvo tiempo de contemplar el paisaje, porque de una puerta azul camuflada en la pared apareció un hombre del cual Danilo jamás sabrá su nombre ni su pasado. No cruzaron una sola palabra entre ellos, ni en lenguaje de señas, pero su extraña manera de ser hace de este hombre una figura inolvidable de su viaje. El bereber acompaño a Danilo un tiempo, examinándolo con curiosidad, y todo el tiempo agarrando firmemente un pedazo pan con su mano izquierda como si fuera su última cena. Danilo se percató que era tuerto, ya que sus raídas gafas conservaban una etiqueta del lado de su ojo fallido, pero nada fuera de lo común en Marruecos.

No bastó señas, pues Danilo y el extraño se comprendieron con miradas como si fueran amigos de toda la vida. El marroquí tan solo se reía y paseaba del riachuelo a su porche, a veces soltando risas sin detener su mirada en un lugar específico. El hombre era curioso, pero al parecer no mucho, o no encontró en Danilo gran cosa, por lo que se desentendió rápido del fotógrafo, aunque no se apartó de él. De repente, el hombre quedó inmóvil observando viendo el cielo. Danilo, quien aún tenía la cámara en la mano, la apuntó hacia el hombre y tomó muchas fotos. 

Luego de unos minutos eternos, Danilo sintió una sensación en la nuca, como si lo llamaran con la mirada, y voltio instintivamente y sus ojos se detuvieron en los de otro señor, quien, al hacer contacto visual con Danilo, se llevó un dedo a la cabeza. – “Así que el hombre tuerto está loco” – comprendió Danilo. Loco o no, Danilo estaba satisfecho. El otro hombre se acercó al riachuelo y sacó una vieja tetera de su chaqueta, y en un movimiento fugaz la llenó del agua de montaña, y con las mismas desapareció, quizás a hacer té.

Un cuarto de adobe con una bella puerta azul empotrada en la montaña con Jebel Toubkal en el fondo. Jebel en árabe significa “montaña”, mientras que Toubkal significa “la tierra que se eleva por encima de las demás”.
2 carnés y una medalla colgaban de su pecho junto a una mochila verde esmeralda y otra roja escarlata. A través de unas gafas chuecas que aún conservaban las etiquetas de aumento debido a un ojo tuerto, el hombre se acercó sujetando un improvisado bastón en una mano, y un pan en la otra.  
Es común encontrar muchos tuertos en Marruecos, y no logré saber porqué. Inclusive en animales vi la curiosa característica. 
Mientras tanto, es la hora del té con agua de montaña, la bebida más popular del país.
Pero ya era hora de echar para atrás, pues el destino de Danilo nunca fue Toubkal, y el valle escondido ya estaba bien atrás. Así que emprendió el retorno hacia el valle de Imlil para devolverse a la roja Marrakech, donde estudiaría su siguiente aventura. Aún quedaban unas 4 horas de marcha, pero tenía la mente en paz, pues ya conocía el camino de vuelta y sus zapatos estaban secos, así que se concentró en fotografiar el trayecto.
Una caravana de caballos y mulas de carga en su recorrido por las montañas.
Un autorretrato, tan solo para mostrar su vestimenta: una usada chaqueta alquilada en el pueblo Imlil, unos cortos pantalones caquis, y unos tenis mojados.
De todas formas, el camino le trajo placeres. Al bajar una empinada trocha, se encontró frente a una pequeña tienda donde sentado en la puerta estaba un pictórico hombre de bufanda púrpura, gorra azul, y unas gafas oscuras que escondían su mirada, a mayor misterio. Danilo notó unas naranjas a su lado y las señaló con el dedo. El tendero eligió un par y con tremenda agilidad las exprimió, convirtiéndolas en un delicioso jugo de naranja al clima (un clima frío). Pago un par de dírhams y siguió continuó su marcha. 
Un par de ovejas estaban pastando cerca del camino. – “¡Vaya forma de vestir la de aquel!” – pensó una de ellas. Atravesando el rocoso valle donde horas atrás mojó sus pies, Danilo se encontró donde empezó, en el Valle de Imlil.

La brisa campestre que entraba por la ventana del bus que lo llevaba de vuelta a Marrakech lo tenía acurrucado. Ahora, con buen tiempo para meditar y usar la cabeza (pues el cuerpo necesitaba una pausa), la vena responsable de Danilo palpitó y el sentido común golpeó su cabeza. ¡Había caminado horas a través de una montaña, mal vestido, sin comprender el idioma local, sin guía ni alimentación, sin un camino visible en medio de mal clima, y además con el destino errado!

 “¡Al final comprendí” –se dijo a sí mismo –“que todo este tiempo, el loco fui yo!”.
El vendedor de jugos más cool del valle.
Un par de ovejas no me prestaron atención, pues la grama y el pasto eran su ración.
En algún lugar entre las montañas se encuentra el refugio Sidi Chamharouch.
Y para finalizar, de vuelta al pesebre de la montaña.
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