DURAMADRE es una superficie de contacto, una red de relaciones que vuelve al cuerpo una plataforma de insuperable complejidad, ávida de vínculo y contagio con lo otro. Así, construimos un ritual de movimiento, una experiencia radical que sostiene activo nuestro inclaudicable deseo de ser un grupo, de volvernos un cuerpo más grande, sensible y potente que multiplica lo que somos individualmente.