Cuando dejas de lado las emociones, comienzas a vivir de los recuerdos. Empiezan las historias de las curvas tomadas, los cerros alcanzados, y la del risco gigante: esa que te deja sin aire de tan sólo volver a contarla. Historias que quieres vivir de nuevo. Pero ha pasado tanto tiempo que no es llegar y hacerlo, porque para poder sentir que una emoción te hace perder el aire, primero debes perder el miedo.