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Performance desde el encierro

Apartamiento:
Una reflexión performática del confinamiento
(o cómo sobrevivir a una cuarentena)
 
Escrito por:
Irene Sánchez Castellanos
Abril de 2020
 
Performers:
Andrea Villa
Fiorella Ferroni
Irene Sánchez
Magdalena Cubides
Martín Padhe
 
Cámara:
María Antonia Gaviria
El pasado 14 de marzo del 2020 el Ayuntamiento de Cataluña dio la orden de confinamiento para intentar frenar el brote del nuevo coronavirus (Covid-19), una pandemia que ha atacado a más de la mitad del mundo y que, según las cifras, ha avanzado velozmente. En un inicio eran tan sólo quince días, poco tiempo después se amplió el término a más de un mes. A partir de ese momento se estableció el estado de excepción y el seguido control policial de las calles, por lo cual todos nos hemos visto en la obligación de quedarnos en casa y salir sólo para aquello que es totalmente imprescindible.

Frente a tal situación ha sido necesario replantearnos la manera en la que nos relacionamos con el entorno y con el otro. Así pues, frente a la incertidumbre provocada por un agente desconocido, se ha divulgado la premisa de que el cuidado colectivo es precisamente alejarse, empezar a pensarnos y a cuidarnos como individuos.

En mi caso, vivo con cuatro mujeres y dos perros. Aquí, dentro de nuestra torre de marfil, hemos reflexionado sobre todo aquello que ya no podremos hacer por la estricta medida de confinamiento y los efectos mentales y físicos que el presente escenario puede desencadenar. Todo aquello que lo veíamos como necesario ahora lo cuestionamos como una necesidad vital en pro de la salud mental y física. Y hasta cierto punto, se ha puesto en juicio, no únicamente el propósito de nuestras acciones, en lo que ahora vemos como una vida pasada, sino también el efecto de los actos del presente inmediato en un futuro tremendamente incierto y desconcertante.  

Nace así la performance Apartamiento, en la cual se llevan a cabo cinco acciones performáticas y teatrales que representan, a manera de parodia, conductas sociales que suelen desarrollarse en espacios ajenos a casa, pero que, en vista del confinamiento, de manera paradójica, se representan adentro. La palabra apartamiento hace referencia a la acción de alejarse, y, además recuerda la palabra apartamento, relacionando así ambos términos que, en vista de la situación, ahora son inseparables.

Frente a la necesidad de controlar un virus que está azotando fuertemente la salud de los seres humanos y, por ende, las estructuras sociales creadas, hemos tenido que aislarnos y habitar únicamente nuestro hogar, que, en la gran mayoría de los casos, se trata de un apartamento. Esta relación también permite analizar la precariedad de los modos de vida modernos, que en otros escenarios podían pasarse por alto, teniendo otros espacios y otros modos de vida, pero bajo la normativa de confinamiento ahora nos hemos visto obligados a enfrentar esta realidad, en la cual un gran número de personas deben vivir un espacio reducido y bajo situaciones que en muchos casos son tremendamente complejas. Frente a esto surge la cuestión: ¿efectivamente es posible pensar la vida dentro de las cuatro paredes de un piso?, ¿cómo podemos empezar a entender la distinción entre el adentro y el afuera?

Así pues, se hizo el ejercicio de poner en escena un viaje en metro, salir a tomar el sol en la playa, ir de compras en una tienda de segunda mano, la entrega de documentos para la obtención del permiso de residencia en España e ir a un bar. Se hizo énfasis en la encarnación de tales acciones para poder propiciar cuestionamientos sobre aquello que estamos viviendo, de manera colectiva e individual.

Cuando se habla de la puesta en escena se deja en entredicho el giro teatral de la performance propuesta. En esta relación entre lo performático y lo teatral se ha tenido en cuenta la materialidad, la medialidad y la esteticidad (Fischer-Lichte & Roselt, 2008) de la propuesta.

Con respecto a la materialidad, Herrman (citado en Fischer-Lichte & Roselt, 2008) hace referencia no sólo a la decoración y el vestuario, sino que enfatiza en el cuerpo y su relación de movimiento en el ambiente. En ese sentido, entran en juego el tiempo y el espacio de la acción performática, y, por ende, el contexto histórico en el que se lleva a cabo. Así pues, cada representación debe ser entendida como un momento único e irrepetible, que puede ser leído y replanteado bajo otros contextos histórico-espaciales, pero esto cambiará el sentido mismo de la acción.

Habrá que ahondar un poco en esta cuestión. Cuando la acción performática supera la mera representación, y se relaciona con los significados sociales, personales y culturales, se le atribuye un sentido. Dicho en otras palabras, el acto performático entra en devenir, creando así nuevos significados y relaciones que son el resultado de un gran entramado de factores que convergen. De ahí que se lea como un proceso afectivo que depende del entrecruzamiento entre el cuerpo que representa, el texto de la puesta en escena, la improvisación, el individuo que observa, los objetos materiales, el contexto espacio-temporal y las coyunturas culturales y sociales específicas, entre otros factores.

En relación con las acciones propuestas se ha creado un vínculo inseparable con el momento histórico en el que se desarrolla. El conjunto de intervenciones es compartido por medio de un video producido y ensamblado específicamente para dar a conocer el ejercicio performático realizado. En ese sentido la mayoría de las acciones, la escenografía, la mayoría de los diálogos e incluso el montaje fue intencional.

Ahora bien, será necesario dar cuenta del momento histórico en el que se desarrollan estas acciones. En diciembre de 2019 en Wuhan, China, empezaron a presentarse diversos casos de neumonía, que tras el análisis de laboratorio resultó que era una mutación de un virus conocido anteriormente. A este nuevo virus se le llamó Covid-19.

En un inicio era una situación aparentemente controlada y exclusiva de una zona, pero rápidamente empezó a generar preocupación por la repentina propagación y la falta de conocimiento sobre los efectos que éste tenía en el cuerpo humano. A inicios del 2020 nadie previó las consecuencias que tendría la situación, por ende, la respuesta sanitaria, el manejo de los medios de comunicación y autoridades han sido cuestionados y se ha puesto en boca de toda la humanidad la noción del cuerpo y su accionar como un artefacto político. Así pues, no se han hecho esperar especulaciones en donde se pone en duda el alcance real de la pandemia, y la relación directa con una manera de control biopolítico a costa del pánico y la desinformación, en donde, en muchos de los casos el mismo pueblo ha exigido a los gobiernos el estado excepción y se ha recurrido al auto-confinamiento.

Entre muchos pensadores que han visto este escenario de manera crítica y ha cuestionado el estado de emergencia como un acto “desproporcionado”, está el filósofo italiano Giorgio Agamben (2020). Él justifica su tesis aportando datos numéricos que proporcionan una visión del supuesto alcance, y los efectos que, en teoría, puede llagar a tener esta enfermedad para la salud de la humanidad, en donde, según él, las consecuencias no son preocupantes. Así pues, cuestiona el papel de los medios de comunicación y las autoridades frente a la situación excepcional y afirma: “La desproporción frente a lo que según la CNR (Consiglio Nazionale delle Ricerche) es una gripe normal, no muy diferente de las que se repiten cada año, es sorprendente. Parecería que, habiendo agotado el terrorismo como causa de las medidas excepcionales, la invención de una pandemia puede ofrecer el pretexto ideal para extenderlas más allá de todos los límites” (Agamben, 2020).

Otro de los pensadores que no se ha hecho esperar ha sido Paul B. Preciado. Quien, a diferencia de Agamben, no encuentra quimérico el alcance de la pandemia, ni tampoco entiende las medidas de control como una maquinación del Estado para incrementar la supremacía, sino que analiza la situación dando cuenta que no es más que la materialización y potenciación de una realidad que ya se venía aplicando a nivel nacional y colectivo, escenario que ya normalizábamos, pero que a la vez algunos cuestionaban.

Lo anterior apunta a que una de las grandes consecuencias de la pandemia del Covid-19 ha sido que, siguiendo un discurso justificado por el interés y la defensa de cada nación, se han desplazado las técnicas de control político colectivo que se imponen sobre la vida y la muerte a una categoría individual, fijándolas ahora en el cuerpo de cada una de las personas (Preciado, 2020). En consecuencia, medidas de control sobre individuos considerados amenaza para las políticas de estado, como los migrantes, ahora son aplicadas a todos los cuerpos, y, sorprendentemente, han sido aceptadas, e incluso exigidas por muchos individuos. Un ejemplo es que, en países como Colombia, el pueblo ha optado por el auto-confinamiento exigiendo por medio de acciones de protesta desde casa, que se declare estado de exepción.

Y, con esto no quiero banalizar ni desprestigiar el esfuerzo de pueblos enteros que ahora se tienen enfrentar a una calamidad sanitaria de altísimo calibre, que, con base a lo sucedido en países como Italia y España, sin lugar a dudas tendrá un impacto irremediable si no se toman las medidas necesarias a tiempo, situación que ya se ha presentado en países como Ecuador, Brasil y Estados Unidos. Condición que resulta de problemáticas que ya venían afectando a las naciones, como lo son la pésima distribución de los recursos económicos que ha precarizado profundamente sectores como la salud y la educación pública y que sigue priorizando la empresa privada, además de casos como Colombia, en donde se le suman conflictos bélicos que han azotado al país por décadas e impacto extranjero explotando territorios y mano de obra, entre otras dificultades.

Sin embargo, no deja de llamarme la atención la respuesta de los individuos que, frente a una situación de pánico e incertidumbre, han abogado por el control y la vigilancia biopolítica, y han encarnado y ejercido medidas de dominio sobre la otredad, las cuales no sólo pasan por obviar las necesidades vitales del otro (mediadas por el sistema capitalista), y exigirle, en ocasiones violentamente, quedarse en casa y no salir a trabajar; sino incluso se ha legitimado el atropello a los derechos fundamentales en pro de discursos que abogan por la consideración de la comunidad.

Así, por ejemplo, me estremece la noticia, publicada por el periódico El Tiempo de Colombia, de un grupo vecinal que ha expulsado violentamente a un hombre que trabaja como médico en un hospital de Bogotá, por miedo a ser una posible amenaza a la salud de la comunidad. Lo mismo sucedió en Argentina con uno de los directores de la Cruz Roja, noticia publicada por el canal virtual de Todo Noticias. Sin dejar a un lado el abandono de ancianos en varias residencias de personas mayores en Madrid, información compartida por el diario El País. Todo esto parecería confirmar que el miedo, el rechazo, y el atropello del otro, en tiempos pandémicos, se han aceptado y legitimado bajo un discurso de cuidado y protección colectiva. No muy diferente a discursos nacionalistas de ultra derecha que han empezado a tomar revuelo en los gobiernos.

A partir de ello, y siguiendo la tesis propuesta por Preciado (2020), el Covid-19 ha podido vislumbrar la nueva noción de frontera. Ya no se habla más de límites territoriales que responden a una nación, ahora el margen de acción es cada vez más limitado. “La nueva frontera necropolítica se ha desplazado desde las costas de Grecia hasta la puerta del domicilio privado. Lesbos empieza ahora en la puerta de tu casa. Y la frontera no para de cercarte, empuja hasta acercarse más y más a tu cuerpo” (Preciado, 2020).

Retomando el performance Apartamiento, se podría dar cuenta de la concepción de territorio en el ejercicio realizado. Cada uno de las puestas en escena se llevaron a cabo prácticamente en el mismo espacio, incluso, en la representación del viaje en metro, la cual se realizó en el corredor que separa los dos baños del apartamento. Se quiso hacer alusión a la concepción de territorio de manera paródica con el diálogo simulando la grabación que indica las estaciones del sistema. Dice: “Propera parada: la cuina” (“Próxima parada: la cocina”) y posteriormente: “Propera parada: la finestra” (“Próxima parada: la ventana”). Quisimos dar cuenta de que ahora los grandes desplazamientos se limitan a pasar de la cama a la cocina, ó de la cocina al baño. El confinamiento nos ha llevado a entender la amplitud o estrechéz de los espacios que se habitan de una manera más encarnada, desdibujando las dimensión de las distancias y encontrando en cada espacio una atmósfera específica. Situación que antes del confinamiento no era tan clara.

Avanzando en el análisis, cada puesta en escena pasó por una reflexión preliminar en donde fuimos conscientes la materialidad, por lo cual elegimos el espacio que queríamos habitar para la representación, además de los objetos que harían parte de la misma para poder encarnar realmente la acción propuesta. No fue gratuito que el bar se haya representado en el vestíbulo de la casa, puesto que es el lugar que menos se ha habitado y aquel que más nos ha costado apropiarnos. Así pues, hicimos referencia a la atmósfera de esparcimiento nocturno de Barcelona, que en muchos casos,  no busca generar sensación de refugio, calma o cobijo, todo lo contrario, busca impulsar la energía, el movimiento, el consumo y la fiesta.

De igual manera se puede leer la puesta en escena de la playa, en donde elegimos el lugar en donde cae el sol durante el día. De manera sarcástica, en esa toma, una de las performers pide cambio de lugar para poder aprovechar el único espacio soleado del apartamento.

Volviendo al análisis de la situación mundial actual, después de varias semanas de confinamiento, las consecuencias no sólo se han extendido a la vigilancia y el control de los cuerpos, sino que han tenido un alcance económico inmenso dejando ver la brecha de desigualdad, no sólo entre personas, sino entre sociedades enteras, recalcando la diferencia entre los países llamados primermundistas y aquellos que se les ha otorgado el título de tercermundistas. Ha permitido cuestionar las prioridades del sistema capitalista y la fragilidad de la concepción del ser humano como centro del mundo. Y de manera individual empezar a cuestionarse el concepto de productividad y valor dentro de la sociedad actual.

Con respecto a esto, y a partir de las acciones performáticas realizadas, hemos deliberado y analizado la utilidad que le damos a las acciones cotidianas y bajo qué premisas concebimos el valor de las mismas. Como resultado empezamos a dar cuenta de que la mayoría de nuestras acciones responden a una lógica capitalista y que en ausencia de un mercado y de un intercambio monetario, muchas de nuestras acciones dejan de tener sentido.

A partir de conversaciones sostenidas entre nosotras, hicimos énfasis en la preocupación que surge por el crecimiento ilimitado de los mercados y el consumo sin mesura que ha afectado brutalmente a todos los seres vivos (Weingärtner y Monasterio, 2010), situación que, según algunas teorías, habría desencadenado la panedemia ahora vivida. Dimos cuenta de la importancia de propiciar el cambio de estilo de vida, que se ha vuelto completamente insostenible. Hay quienes viven muy por encima de las posibilidades de los territorios, lo que conduce a la sobreexplotación y a la inequidad, además, pone en grave peligro el cuidado de la vida (Herrero, 2014).

Por consiguiente cuestionamos acciones que anteriormente se veían como necesarias y vitales, como recorrer diariamente grandes distancias utilizando el metro. Incluso nos preguntamos por la verdadera utilidad de muchos procesos burocráticos en relación con las prioridades vitales, en el sentido estricto del término. Cuestionamos el valor que el sistema le da a los procesos de legalización de residencia, teniendo en cuenta la pandemia que azota a todos los cuerpos, más allá de su nacionalidad u origen. En consecuencia nos hemos cuestionado si esos límites políticos y económicos son realmente prioritarios para la vida misma, y en ese sentido empezar a darle importancia a aquello que nos mantiene vivos.

A partir de ello empezamos a indagar sobre diversas iniciativas que permitan repensar el sistema, como lo es el Decrecimiento. Se trata de un enfoque económico, político, social y ecológico, que propone enseñar y promover otras formas de vivir, dando prioridad a relaciones sociales y de proximidad, a la austeridad y a replantear el tiempo de manera más pausada (Weingärtner y Monasterio, 2010) a redistribuir tiempos de trabajo, así como de espacio vital (Herrero, 2014). Esto no sólo ayudaría a frenar la catástrofe social y natural, sino que también es un llamado al auto-cuidado. Vivir más tranquilo, agradecer y valorar lo que se tiene, generar lazos de cuidado entre seres vivos y empujar la vida comunitaria nos podría ayudar a ser seres más consecuentes con lo que realmente nos mantiene a salvo y con vida. También se ha propiciado repensar el concepto de riqueza, “la economía actual ha sacralizado de tal manera el crecimiento económico que parece que, sólo cuando crece la economía, es posible generar bienestar para todas las personas” (Herrero, 2014), pasando por alto las verdaderas necesidades vitales, contrarias a la sobreexplotación, individualización y desprotección, realidades a las cuales ahora toda la humanidad, sin distinción, se ha tenido que enfrentar.

Siguiendo con el análisis de las puestas en escena, hicimos esta reflexión con aquella escena en la que se representan las compras en una tienda de segunda mano. En un inicio representamos las ofertas de ciertos momentos del año, en donde cada prenda cuesta 1€, pero después de analizar un poco más a fondo la situación, dimos cuenta que en este momento un gel desinfectante de manos y el alimento eran mucho más valiosos que cualquier cantidad de monedas, sean del precio que sean. El alimento y la desinfección en tiempos pandémicos aseguran el sostenimiento de la vida, frente a una enfermedad que no lee de clases sociales o de valor capital el dinero deja de tener la validez que tenía anteriormente. Así pues, a manera de burla, decidimos también poner, entre la escenografía de la puesta en escena, avisos de intercambio de ropa por gel o alimentos. Analizamos la propuesta entendiendo que estamos inmersas en una sociedad en donde la banalidad y la belleza hegemónica son más valiosas que la vida misma.

Otros dos conceptos que se tuvieron en cuenta para la realización de las acciones performáticas fueron la medialidad y la esteticidad. Ambos están estrechamente relacionados. El primero hace referencia a la relación entre actores y espectadores de la puesta en escena, por lo tanto se habla de una presencia física cuando se realiza la performance (Herrman citado en Fischer-Lichte & Roselt, 2008). Esto supone un inconveniente para la realización de nuestra intervención ya que, en vista del confinamiento, fue imposible organizar un encuentro con los espectadores para poner en común el ejercicio realizado.

Por otro lado, la esteticidad responde a ese encuentro corporeizado entre performers y espectadores, ya que es justo en esa vivencia física del momento teatral que se genera la experiencia estética (Herrman citado en Fischer-Lichte & Roselt, 2008). Así pues, nos encontramos de nuevo frente a situación difícil de resolver de manera inmediata.

Frente a este panorama, y haciendo uso de las herramientas que tenemos al alcance, decidimos compartir el video con nuestros amigos y conocidos por medio de las redes sociales, esperando una reacción. Estamos a la espera de respuestas, sin embargo, y, contrario a la tesis de Herrman, quien prioriza el encuentro físico, en este caso, el encuentro virtual sigue haciendo parte de la performance. Es precisamente el aislamiento lo que sostiene el concepto general de la misma.

Se puede hacer la analogía entre ver la performance por medio de las redes sociales y observar por medio de un agujero aquello que sucede en el interior de una casa, volviendo al espectador el ente que observa, vigila y controla.

Frente a esto abrimos el debate hacia la posibilidad de lo performático en una realidad enteramente virtual. Por consiguiente, las redes sociales, siendo la única conexión con la otredad, ¿alimentarían la noción de vigilancia y poder del individuo común sobre la vida de los otros? O, leído de otra manera, ¿alimentarían la satisfacción de ser observado por un sujeto tácito?. Estamos enfrentándonos a un nuevo y poderoso mercado mundial de la imagen y la información virtual.

Como conclusión, el concepto de adentro y afuera se centra en la realidad virtual y mi cuerpo pasa a ser un perfil en una página de internet, por lo tanto, se desliga mi identidad de sus propiedades tangibles. El adentro es aquello que se encuentra en el espacio físico de proximidad, que aún no ha sido representado ni compartido de manera masiva; mientras que el afuera pasa a ser aquello que se ha comunicado de manera virtual por medio de las redes sociales.

Y en ese sentido, y a manera de conclusión, extiendo algunas cuestiones que se generaron en el proceso de creación de la perfomance y que invito a que sean indagadas de manera colectiva o indiviual. ¿Cómo es posible empezar a pensar los encuentros entre humanos ignorando la materialidad de los mismos?, ¿cómo se podría analizar el desarrollo identitario del individuo si la corporealidad del mismo es negada?, ¿cómo podemos analizar los nuevos vínculos sociales y la organización de los mismos?

La humanidad está viviendo una  transformación sin precedentes que cuestiona cada una de las construcciones sociales antes vividas, el futuro sigue siendo incierto, pero sin lugar a dudas, la situación actual abre miles de vertientes que valdría la pena analizar, y abogar por la multiplicidad de nuevas maneras de entendernos. Que la extraña sensación de dejar lo conocido no nos paralice, sino que nos permita repensarnos y proyectarnos de múltiples maneras defendiendo la libertad, importante detonadora de la diversidad y multiplicidad.

Referencias Bibliográficas


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