UNA ETNOGRAFÍA DEL DESEO
Por Felipe Quiroz Vásquez para Dermezine
Historiador marica
Los avances tecnológicos han desvanecido cualquier límite que hasta unas décadas atrás, figuraba como frontera de lo imposible. El internet y las redes sociales han potenciado una apertura de los límites de lo privado, entrando en nuestras vidas cotidianas y en la intimidad, a través de las pantallas que cargamos en nuestros bolsillos a diario. El acceso a el límite inmaterial de lo privado ha estimulado el desarrollo de nuevas experiencias cotidianas, las cuales se proyectan desde estas neo-miradas del acontecer: comer, vestir, o el sexo, se han visto remodeladas desde los nuevos soportes que entregan las estructuras sociales virtuales. Instagram, como el espacio de la inmediatez, y como reflejo de la saturación del presente, hoy en día posibilita múltiples acciones dentro de su codificación virtual. Desde el registro del momento, hasta ser el espacio para el desarrollo de interesantes propuestas artísticas, esta red de imágenes nos embarca en un viaje barroco, nos arroja hacia recónditos lugares, imaginarios clandestinos en los cuales se ocultan los deseos de estas identidades virtuales.
Llegué al proyecto Dermezine por Instagram, conocía a uno de los fotógrafos desde hace un tiempo, pero desconocía lo próximo que estaba del fanzine. El trabajo está compuesto por un ojo-lente que captura encuentros eróticos, emplea una cámara instantánea, la cual imprime el registro del encuentro fugaz. Se clasifican, no siguiendo una linealidad, ni menos una cronología. En el fichaje propuesto por los etnógrafos no habita la intención de clasificación, sino solo el anhelo de la inscripción de la inicial del fotografiado, más un número que acompaña esa vocal y consonante anónima. El encuadre es prostético, la captura está limitada, es solo una parte del cuerpo; una boca, un culo, un pie, una espalda. En las fotografías de dermezine no se intenta reproducir la pose pornográfica, sino entrenar la mirada del deseo, una invitación a la intimidad del fotógrafo y el fotografiado.
Desmontar los imaginarios del porno es fundamental para poder aprehender las múltiples miradas y experiencias que habitan el deseo. En las capturas de esta etnografía no existe la fijación con fotografiar en un primer plano el dildo de carne, sino más bien, en evidenciar cómo el placer se puede ubicar en las distintas zonas del cuerpo, volviendo imperativo re-ubicar el imaginario del cuerpo fragmentario, usualmente reproducido en imagen del porno en los múltiples ángulos del falo, hacia las distintas locaciones corporales, sensoriales y estéticas que nos puede entregar el goce. Dermezine es una propuesta voyerista, una invitación a transgredir ese límite entre lo público y lo privado, un pase para situarnos al centro, en el espacio del espectador de aquel encuentro.
Es difícil disociar este proyecto de las redes sociales o Internet, el porno consume gran parte de la mega-data de la red, son las páginas que arrojan en mayor número de resultados en los motores de búsqueda, y la imagen desnuda, de aquel capitalismo que construye imperios para controlar nuestro fuerza continua que pensamos como algo inconsciente, pero que se reproduce de forma sistemática en moldes corpóreos y tomas eyaculatorias por compañías del norte, que se torna fundamental generar contenidos desde otros ángulos, con soportes democráticos y que nos invitan a transgredir otros límites, empujando las fronteras hacia otro tipo de visualidad erótica, porque otro porno es posible.
Felipe Quiroz Vásquez
Historiador marica
@frescolita_
