Textos propios en español, la foto de la portada es de Rupi Kaur.

La sensación de tener que fumarme unas flores.
   Regalar flores es toda una decisión. La persona que las recibe puede esperarlas como no, puede quererlas como no, puede disfrutarlas como no. Hay un poco de adrenalina tanto en el acto de darlas como en el de recibirlas. Las gotas que mojan todo acompañan la incomodidad de transportarlas. Yo, particularmente llevo el ramo como un bate de baseball, lo muevo, lo sacudo, me siento rara y con la obligación y deber de cuidarlas y que duren, por lo menos, una semana. Cambio el agua, saco las hojas feas, corto los tallos, en diagonal, porque si lo dice “Utilísima” es así. Considero que les doy una muerte digna devolviéndolas a la tierra una vez que ya es imposible caretear el estado vegetativo de dichas flores, “las desconecto” de esa jarra convertida en florero que les mantenía la vida.
Si bien la moraleja es cada uno con sus mambos, las flores, siguen teniendo su encanto.
Spoiler alert!
   Hace poco, por amor al arte de hinchar los huevos, decidí ir a un “brujo”, un intento de Harry Potter que tira cartas, caracoles, hace lectura de manos, cura el ojeo, un cv muy completo para alguien sin manejo del “Expecto Patronum”. Llegué, era por el barrio de Villa Urquiza, toqué timbre, la portería. O sea, no sólo era brujo sino que también portero, es decir, no se ganaba la vida haciendo “magia” pero unas vacaciones más jugosas podía llegar a tener. El señor, muy cálido, super atento, me llevó hasta su departamento, allí estaba su perra, una amorosa, juguetona. Todo lo que duró el encuentro, que fue algo más de una hora, fue sumamente ameno aunque un poco forzado, incómodo. Fui por algo puntual y me llevé material para armar tres temporada de alguna serie chota, con todos los clichés que una serie sin trama ni suspenso puede tener. No obstante, las cosas que se dijeron durante ese lapsus de tiempo sobre mi vida pasada como señora adinerada, oligárquica, sumisa y mi futuro como mujer felizmente casada, madre de hijos buscados, (dato no menor si antes había dicho que iba a casarme) me dejaron pensativa, perturbada, pero por sobretodo, mustia. Sí, mustia. Un perro al que no le dan premio después de hacer algo bien, así, mustia. Quizás porque me dijo lo que no quería escuchar, quizás porque me siento diferente a las descripciones que él hizo. No sé, pero si bien creo en que hay cosas que nos superan y hay un “más allá” al que las explicaciones le hacen frente, creo más en mí misma y en las personas con las que me relaciono y rodeo. Capaz lo que dijo el señor brujo pase pero es muy probable que si ocurre es porque me condicionó con sus palabras y les di poder. Les di esa magia de la que él se jacta. Capaz no pasen, ojalá no pasen, especialmente aquellas que tengo ahí, entre ceja y ceja. Por lo pronto, a un brujo no vuelvo más. Muy de spoiler saber algunas cosas de antemano, más si son producto de la puta ansiedad. Aguante no ver las imágenes filtradas del encuentro entre Jon Snow y Khaleesi, aguante no saber que dice el pulpo Paul sobre la próxima final del mundial de Rusia 2018.
Mi futuro puede estar escrito pero la que tiene el lápiz y el papel, soy yo.
¿Cómo mierda se abraza la tristeza?
   “Abrazá la tristeza, abrazala” pero ¿cómo se hace? No es algo material que pueda poner entre mis brazos, no es algo que pueda romper. ¿Quizás llorar? Pero ahí no abrazo, lloro. Son acciones distintas. Por lo pronto cierro los ojos, hago el esfuerzo de imaginarme un ser amorfo, azul, con ojos grandes y llorosos y yo ahí, abrazándolo. Pueden estar los amigos que te dan palabras de aliento, te escuchan, puede aparecer la familia en forma de prima, hermano, padres, hasta un tutor responsable o maestro, da igual, el ánimo no se levanta solo. Ese “click”, ese momento en el que de repente uno procesó esa tristeza y la transformó en algo, no importa qué específicamente, pero cambió, evolucionó como un Pokemón, básicamente ahí, todo se vuelve mejor, el tema está en llegar a ese punto.
Quizás abrazar la tristeza es como cocinar  (ya voy mal porque no cocino, digamos me dejo llevar por la receta, sigo mis “instintos” y lo que preparo no termina bien pero volviendo a la idea de la cocina) uno sigue una receta, sigue pasos y disfruta de lo hecho cuando está a punto, cuando maduró o se cocinó, o sea se transformó ya sea en el horno o en la heladera y sobretodo, después de cierto tiempo. El abrazo a la tristeza, evidentemente, tiene pasos, una suerte de tutorial que es obvio que algún ser con tiempo extra ya subió a YouTube. En primer lugar, uno debe identificarla, luego, debe ser capaz de materializarla, (retomando el concepto del Teletubbie amorfo azul, que no habla, obvio, porque le da demasiada polémica a la imagen), por último, se abraza. Yo no quiero abrazar un Teletubbie, mudo, azul y amorfo.
Por lo pronto, me autoconvenzo de que todo va a salir bien aunque no sepa cómo. Me repica un poco el corazón, me pongo inquieta, ansiosa, terriblemente ansiosa. Cierro los ojos, respiro profundo, borro la imagen del Teletubbie amorfo, mudo y azul porque, miedo y es un todo va a estar bien.
    Igual, sigo prefiriendo los abrazos reales.
Las ciudades también sufren de Cataratas.
   Despacito y a paso firme una opacidad avanza, simula ser un mantel, una especie de manto medio gris, medio marrón, medio amarillento que le da a toda fotografía un filtro sepia automático. Como la Catarata al ojo, el smog a la ciudad le provoca que la luz se disperse y no se pueda enfocar bien. La ciudad pierde atención, nadie le da bola, es el púber del colegio que sabe que no tiene chances con la chica “linda” del curso. No se observa el paisaje urbano, la arquitectura, su gente, el potencial. Se mira el smog, la carcasa. Para los humanos, la Catarata, es la causa más común de ceguera y es tratable con una cirugía. El smog, también. Pero la cirugía en este caso, no es responsabilidad de uno solo, no se resuelve con reposo y unas gotas. Lleva más tiempo y muchos ojos sanos, muchos púberes cansados de no sentirse suficientes. Necesitan voluntad y autoestima para ver más allá de aquella pantalla que bloquea su día a día.
Credo.
   Creo que le tomé cariño a algo que no esperaba, creo que tengo un proyecto en puerta, creo que voy a extrañar a ciertas personas, creo que es una opción viajar, creo tantas cosas que me sorprende el nivel de creencia, creo que quiero otro tatuaje y creo que tenía ganas de escribir algo y no sabía qué.
Se busca trabajo.
   Se solicita persona trabajadora de entre 14 y 75 años que tenga conocimientos  en costura, canto y una fuerte predisposición en la apertura de puertas para dar comienzo al horario de juegos. El aspirante deberá presentar los estudios Primarios completos, un excelente manejo del idioma Dálmata y poseer cuentas en Twitter, Facebook, Myspace, LinkedIn, Youtube y Netflix. En caso de ser rubio, sólo se aceptarán aquellos de color natural, excluyente teñidos. Además, como indispensable requisito, deberá ser capaz de mover su pelo o, en caso de calvicie, su cabeza, al son de “qué pelazo”. Se solicita buena presencia. Es necesario que el interesado adjunte en su C.V., no solamente una foto suya a color, sino que también, una en blanco y negro, sepia, saturado y en formato HD y, el mismo procedimiento, para una foto de su familia, amigos y de su mascota/s, en caso de poseer.
Esta empresa, con menos de un año de trayectoria, se consolidó como una de las casi mejores de América Latina para el desarrollo de ventas en productos absurdos e inservibles, pero que todas las personas en el mundo, regidas por una modalidad capitalista-consumista, buscan acceder. Con cinco sedes en Argentina, dos en Chile, seis en Brasil, dos en Perú y una en México hemos conformado una red de telecomunicación sin sentido que ayudan al desarrollo de nuestro trabajo.
La empresa recomienda, la noche anterior a la entrevista, tomar un baño de burbujas acompañado de un Big Mc. La apariencia relajada aporta a su persona.
Una buena primera impresión no lo es todo, uno, ante la duda y los nervios de una entrevista laboral, sigue las indicaciones más absurdas y aspira a cumplir los requisitos más ilógicos con tal de entrar al mercado y cobrar un sueldo. Por lo que aspirantes, olvídense de todo por un momento, respiren y sean fieles al requisito más importante, ustedes mismos.
Atte.
Una trabajadora cualquiera.
Un primer amor.
     Una profesora muy sabia siempre nos dijo, “busquen no caer en lo común, en lo obvio”, asumo que fue su manera de incentivarnos a ser extraordinarios, creativos y, porque no, originales. Creo que a todos nos gusta pensar la idea de que podemos ser extraordinarios, creativos y, porque no, originales, en más de un aspecto de nuestras vidas. Quizás, este es uno de esos intentos, quizás estoy buscando ser todos esos adjetivos que mencioné antes y más al escribir este relato, quizás estoy queriendo probarme algo, contar algo o sólo participar de algo. Hay veces en la vida en que uno simplemente quiere hacer porque sí y no hay mucha más vuelta que darle.
Literalmente mientras intento descifrar qué es lo que quiero dejar por escrito, tengo sonando, a un volumen considerable, “La vie en rose”, por Louis Armstrong. Una de las canciones favoritas de mi abuelo, canción que musicaliza su video de regalo para los 70 años. Canción que debería de servirme para dar en la tecla en lo que concierne al amor, ¡la vida color de rosa! Quizás no quiero hablar del amor clásico y cliché acerca de persona A conoce persona B y se enamoran. Quizás quiero orientarlo a otro tipo de amor, quizás me interesa un amor platónico o el amor hacia algún objeto, entidad o grupo. Ahora suena, “Seguir viviendo sin tu amor” del “Flaco” Spinetta, esta es LA canción de mis viejos. Cursis, pero me gusta.
El primer amor me provoca sentimientos encontrados, es tan sencillo pero tan complicado a la vez, no sé para dónde disparar. Anécdotas tengo un montón, sí, un montón, pero ninguna me alcanza para ser como dice mi profesora.
“Usted” de Diego Torres & Vicentico brota desde mi computadora. Me voy a hacer unos mates a ver si afloran ideas que me permitan seguir con la encrucijada que me despierta este texto. Mate en mano, el primero es siempre feo, y pasa el segundo, el tercero, cuarto, quinto, sexto y se empieza, de a poco, a lavar. Cambié de género, pasé a Michael Bublé, “Save the last dance for me”. Amo a Bublé, cuando vino a la Argentina y tocó en el Luna Park fui y le tiré una bombacha, real, una amiga es testigo, ya estaba con Lopilato igual. Me pone de buen humor. Estos mates lavados puede que estén surtiendo efecto, tengo una vaga idea que me puede satisfacer. Quizás no quiero hablar de un primer amor puntual, quizás quiero hablar del primer amor en general, de ese que empieza cuando conocés a algo o a alguien.
No sé, esto lo empecé a escribir para un concurso, me resultó bastante malo, choto y lo dejé así, hoy, años después lo encontré y solo me sale decir, aguante amar y si es con un buen soundtrack de fondo, mejor.
Velada.
Se conocieron por casualidad en una bolsa de madera. Hacía calor y la cera las volvía resbaladizas, como mojadas. Compartieron unas hermosas 17 cuadras. Mimo de acá, mimo de allá, que tu pabilo, que el mío. Fue amor a primera vista, un potencial fuego crecía más y más. La humedad las unía cuerpo a cuerpo. Estaba escrito, como si se conocieran de antes. Escalón uno, escalón dos, tres, cuatro, cinco, un funicular, rampa y de pronto, velas.
Casi que de la mano fueron puestas una al lado de la otra. Había chispa, había algo. Lorena y Matías se apagaron hace un año. Catalina, su hija, por unas horas, volvió a darles luz.
Que tengas un buen día.
“Disfrute de las superficialidades de la vida”
Se me dio a entender que formo parte de la generación superficial y coincido, soy superficial. Para mi suerte descubrí que me puedo contentar con escuchar un buen tema o hacer fiaca en la cama, o tener la posibilidad de dormir una profunda siesta o ver una película con alguien, hasta pasar por la calle y comprarme un ramo de flores para que mi casa la sienta más hogar, decir terribles ganas de un alfajor de maizena y dicho y hecho, poder comprármelo y disfrutar de una buena merienda. Por ahí no se tuvo un buen día pero te enterás de una buena noticia o tenés una buena acción del día y te quedás satisfecho y contento. Irme a bañar y cantar en la ducha, agarrarle la panza a mi papá y joderlo con que está “gordito”, dormir con mi perro y pese a que tiene un nombre, me encargue de decirle “Culo”, mandarle un mensaje a alguien porque sí y que encima diga cosas sin sentido, ser yo misma y que se me caguen de risa, ya el hecho de que pueda sacarle una sonrisa a alguien es genial y más porque me río mucho y lamentablemente queda raro cuando se vive en una realidad que generalmente no entiende de felicidad, me encanta saber que estoy aprendiendo a disfrutar de las “superficialidades” de la vida y que en serio suma a ser feliz-.
Me pareció un sabio consejo de una sabia persona que claramente no soy yo.
Stalker.
  Stalkear: Palabra tomada del idioma inglés y adaptada al castellano. Verbo de la primera conjugación. Por esas ironías dentro de este grupo también aparecen amar, besar, abrazar, garchar, confiar (por sólo nombrar algunos). Mucho se pone en juego al momento de stalkear. Desde la dignidad, continuando con el estado de ánimo y siguiendo con el tiempo invertido. ¿Qué se hace con esa información que uno encuentra? Ojos que no ven corazón que no siente, dicen. El que busca encuentra, dicen. Esta ambivalencia moral entre la sorpresa y la certeza que últimamente sólo genera problemas. Por lo pronto mi abuela se disfrazó para seguir a mi abuelo una tarde hace muchos años. Después de tomar unos mates y cebar unas cuantas dudas agarró un piloto, gorro y gafas. Antes no sólo se ponía en juego la dignidad, el ánimo y el tiempo sino que también, el cuerpo. Mi abuelo descubrió a mi abuela, unas cuantas cuadras atrás, se rieron de lo ridículo de la secuencia policial en la que se vieron envueltos. Una mala caligrafía en un papel mal cortado había sido el detonante. No me quiero imaginar lo que podría haber hecho mi abuela por un “me gusta” desafortunado.
  Un uso responsable del stalkeo, prudente y elegante, donde se acompañe a la curiosidad inquieta, puede resultar un consuelo para los que nos declaramos profesionales en el arte del espionaje digital.
Bancar los trapos.
  La Navidad resulta una fecha polisémica, cada quien la vive como se le antoja. Si bien cada año en lo personal fue variando, el eje, la esencia, siempre es la misma. Madre que planifica y familia que obedece. Si bien la Navidad en sí no es el punto de la historia en cuestión, resultó ser un gran disparador. El verano pasado elegí irme con alguien de vacaciones. Elegí irme de a dos con todo lo que eso implica. Convivencia, decisiones, manejos, gustos. Lo viví como una suerte de ensayo de cuando me toque ir (más de un fin de semana) con alguna eventual pareja. Mi conclusión de la experiencia: funcionamos. Messi con cualquier otra pelota hace ruido, no cuaja, ahora si es con una de fútbol, todo cierra. Cuando uno sabe que algo va a salir bien que va a andar, es simplemente confiar en ese impulso y disfrutar. En ese casi mes de viaje la conexión de WiFi mental operó a la perfección. Cada charla, cada borrachera, cada experiencia, cada situación no deseada se volvieron mejores, dejaban de ser ordinarias, comunes, para evolucionar en forma de anécdotas, de memorias. Esta Navidad no solo agradezco esas vacaciones sino que también agradezco su amistad.
Hazme el amor.
   Con todas las letras, con todos los mimos, con todas las peleas, con todas las discusiones, con cada decisión, con cada palabra, con cada abrazo, con cada lágrima, con cada mate, café o té. Con cada respiro, ducha (compartida o solitaria), con cada desayuno, almuerzo, merienda o cena. A la mañana, a la tarde o a la noche. Sexual o simbólico, entusiasta o calmo, motivado o rutinario. Es parte de nuestra vida, tan necesario como el aire o el agua. No importa el momento.
Sólo “H A Z M E  E L  A M O R”.​​​​​​​
Radiografía.
  A través de las redes sociales uno puede tener un resumen de cómo es una persona. Dependiendo el medio cambia la información disponible, por ejemplo, un perfil de LinkedIn aporta su faceta laboral; un Facebook e Instagram, quizás sus vacaciones, rutina e intereses. Un pícaro Twitter, sus opiniones; un Snapchat, su potencial creativo y un Tinder, gustos. La realidad es que cada vez es más común decir “a ese lo tengo de – inserte red social aquí -” y no sólo eso, cada vez es más complicado hablar con alguien y hacerse el sorprendido o interesado en las novedades de su vida, dado que el 99% de la información expuesta ya había sido stalkeada previamente. Los tiempos cambian, los hábitos y formas también y cada uno se adapta a lo que mejor le sienta. Por mi parte, creo que estamos usando estas herramientas de forma desprolija, estamos siendo poco astutos. Un abuelo hubiera dado cualquier cosa por saber los gustos de aquella vecina que de chico le robaba unos cuantos suspiros. Cuántos malos entendidos se hubieran evitado de no guiarse por los “me gusta” casuales. Cuántas discusiones se habrían resuelto de una forma mucho más práctica de saber la opinión sobre algún destino turístico. Hay tanto dando vueltas, creo que estamos abrumados. Las personas por decisión propia nos exponemos, dejamos en bandeja todo tipo de datos, historias, experiencias y aún así, teniendo lo obvio a nuestro alcance, pudiendo acceder a las personas sin tantas trabas, nos complicamos, damos vueltas, tornamos todo competitivo, hasta tabú. No seamos giles, usemos las redes responsablemente y permitiéndoles que sean eso “REDES SOCIALES”, que nos conecten y relacionen de la forma más humana posible.
PD: Esta es mi radiografía de la montaña, pensaba que era de una forma y la encontré totalmente distinta.
A veces cansa remarla.
   Para la generación de mis viejos, padre de 60 madre de 55, todo lo que uno logra y consigue en la vida es gracias al “sacrificio”, fruto del sudor y de las lágrimas. Para ganar hay que dejar todo en la cancha. Yo no sé si quiero ganar así. Por lo pronto, lo lindo de las nuevas generaciones es que vienen a mostrar otras formas y modos de obtener resultados. La raíz de los problemas, la esencia de la vida siempre es la misma, por lo que no hay que descartar lo que ya se sabe, lo que tenemos. No obstante, nosotros, los nuevos y no ya tan nuevos, la generación del “esfuerzo”, tenemos (por suerte) más herramientas, Internet, ¡Google! Redes sociales, hasta los paradigmas culturales mutan mucho más rápido que años anteriores. Se nos dice “ustedes quieren todo ya, ustedes la tienen fácil” y en algún punto puede que sea así, en otro, tiene sus vueltas, sus mañas. Por eso, nosotros, los nuevos y no tan nuevos, debemos ser astutos, estratégicos, ávidos administradores de nuestro tiempo y energía. Con un poco de suerte y viento a favor, mientras viajamos al destino deseado, podremos disfrutar de una eventual ancla baja si divisamos aguas calmas.
Asociación libre.
   Tengo una amiga que viaja así, por asociación libre. Poco tradicional, poco convencional, según sugerencias, consejos, según oportunidades o conocidos. Creo que sus padres siguen preguntándose cómo opera su cerebro, cómo toma sus decisiones. Lo “peor”, para su suerte, es que ya está criada, ya es una joven adulta con autonomía y madurez suficiente para mandarse sus cagadas y disfrutar sus logros. La asociación libre funciona más o menos así, llegar a una meta, propósito o idea a partir de expresar sin una lógica o coherencia palabras, emociones, recuerdos, pensamientos. La estructura de la asociación libre es la no estructura. No obstante, luego de observar el itinerario de mi amiga, luego de conocer algunos detalles, llegué a la conclusión de que ella ejecuta su asociación libre con otro marco además del no marco propio del sistema. En otras palabras, tiene dos estructuras que rigen sus decisiones, una es la asociación libre per se, fuertemente influenciada por una intuición errática pero que a la larga siempre es certera. La otra la considero la más importante, se guía por su corazón (sí, suena cursi y cliché, pero es la palabra que mejor materializa lo que quiero expresar). Está aprendiendo a su propio ritmo a “elegir”. Pero no elegir una comida o a dónde pasear hoy. Elegir en serio, elegir donde hay dudas, donde hay miedo, elegir todos los días tener un propósito, elegir de querer algo, o al menos buscar querer algo, e ir por eso. Elegir del verbo de los valientes, de los que van un poco más allá para vivir, en serio. Y si hay algo de los que estos padres tienen que estar orgullosos, hasta me atrevo a decir tranquilos, es que criaron una hija que se anima a elegir. No muchos padres pueden decir eso.
Atención, isla al frente.
   Se dice que lo importante en esta vida es tener propósitos. Las personas mueren cuando ya no tienen un sentido, un fin, “cumplieron su misión” si se van antes de tiempo o se “quedaron sin misión” si se dejaron morir. Sea la justificación que elijamos, siempre hay algo dando vueltas. Todo propósito llega de alguna forma, a veces buscado otras veces cual embarazo adolescente, simplemente ocurre. De nuevo, sea cual sea la justificación que elijamos siempre va a haber algo que dé sentido a nuestro día a día. Los propósitos no son todos iguales, vienen en distintos tamaños, formas y colores. Algunas personas solo tienen uno y es el mismo durante toda su vida. Otras, cambian a cada rato, evolucionan, avanzan y retroceden, los multiplican, los adaptan, son ellos y sus circunstancias, el punto es trabajarlos. Los propósitos son más que “cosas por hacer”, son motores que necesitan nafta, atención y cuidados. No llegan solos, no crecen solos, no se dan solos, los propósitos somos nosotros. Esa islita no se hizo de la noche a la mañana, yo por mi parte la miro. Mañana será otro día, no tengo un buen cierre para este mini relato, solo espero encontrarle un sentido.
Uru-guay.
   Cerré mi verano con un viaje al Uruguay, fueron cinco días resumidos en fotografías, playa y un buen fernet. La compañía fue el condimento clave para hacer de este retiro un poco más jugoso. Mi hermana de un lado y mi prima del otro, entre las tres armamos un buen grupo humano, una suerte de “sandwichito” idílico, de esos por los que uno para en la ruta para llenar el tanque y seguir camino. Sin dudas, fue la primera de muchas escapadas juntas y sin dudas, recomiendo hacer algo así con la familia. Algo sin supervisión de padres, algo no tan planificado pero armado con ganas y espontaneidad. Este tipo de salidas dan lugar a conexiones que no siempre surgen a pesar de la unión que la misma sangre nos da.
La sangre tira, pero siempre está bueno darle un empujón.
Todos tenemos un tsunami y un terremoto.
   Ya lo cantaron Freddy y David, ya lo venían sintiendo los “baby boomers”, hoy el 90% de las enfermedades o trastornos están relacionados a esta palabra, “estrés”. Año 2017, no hay muchos cambios, la presión está en todo y todos, implícita o explícita, legítima o censurada. La presión no discrimina género, color, edad, no le importa si sos un niño, un adolescente o un adulto, en potencia o ya bien vivido. La presión avanza, a paso firme, segura, la idea más gráfica que se me viene a la cabeza es la de un tsunami. Una catástrofe natural, una mega ola que por culpa de un terremoto o sismo, algo ajeno a ella, algo que cala más profundo, visualmente casi imperceptible pero que se siente, da a lugar a esa ola que nace, se forma, crece y arrasa. No importa qué o quién esté delante, la ola va, va, va, va, cada vez más fuerte, cada vez más intensa, va, siempre adelante, ella va. Después de la tormenta, siempre llega la calma, pero después de un tsunami, no es calma, es reconstrucción, es paciencia, es desastre, es empezar a ganar calma de nuevo. La presión en mi vida, mi tsunami de hoy, pasa por lo laboral, por ver qué carajo puedo hacer para sentirme con menos ansiedad, sentirme satisfecha. El problema es que mi terremoto, eso que desencadena mi tsunami, es el reconocimiento, es que la gente diga “pero mirá que bien”. Es tener seguidores y gente que guste de mí y de lo que tengo y hago. Ya hay series y libros que tiran un centro respecto a lo triste y peculiar de que la vida se mida y pase por cantidades, por “followers” y “views”, eso aparentemente marca el éxito en cada uno. Error.
Todos tenemos un tsunami y un terremoto.
Lo que rescato de mis tsunamis y de mis terremotos es que me educaron para ser capaz de permitirme cuestionarme todas estas cosas y no naturalizarlas tan fácilmente (o al menos eso creo). El trabajo duro es después del tsunami, sin dudas, ya me pasaron varios, amorosos, de crecimiento. Al ya saber como es un poco el mecanismo uno empieza a tomar las medidas necesarias que si bien, nunca van a ser suficientes, te ayudan a estar lo más arriba posible para cuando llegue el agua. Las herramientas útiles para un tsunami: la experiencia, la gente que te rodea y la confianza en uno mismo. De nuevo, el trabajo más duro es el de volverse a parar, reconstruir cuando no quedó nada, transformar el caos en un paraíso, básicamente, lo más duro, crecer.
Mierda que es lindo vivir.
Fin de fiesta.
   La basura, la mugre, vasos tirados, gaseosa en el piso, papelitos acá y allá. Color, brillo, más color y más brillo. En resumen, fin de fiesta. Una persona clase media, media – alta, al menos en Argentina, tiene acceso o la posibilidad de educarse (en términos académicos) durante veinticinco años de su vida. Los primeros trece, aproximadamente, suelen ser obligatorios, ya los últimos, cuatro, cinco, seis, hasta lo que te lleve la carrera de grado, con suerte, suelen venir de uno, elegidos desde la incertidumbre y la confianza ciega. Lo lindo de esa incertidumbre y de esa confianza ciega es que con el correr del tiempo, con el sedentario “envión” que nos llevó a ese lugar, se vuelven supervivencia y determinación. Todo estudiante quiere ver la luz, ese momento en el que sabe que está cerca de la meta. Ese momento donde lo espera otra nueva incertidumbre y otra nueva confianza ciega. Ante esa luz, empieza la famosa recta final, trayecto que conocemos en la medida que lo transitamos, algunos con más dignidad y gracia otros con lo que pueden. Lo importante es que la meta no discrimina cómo llegaste a ella, como diste con ese oasis. La meta solo quiere que llegues, que la visites, la contemples un rato y luego hagas espacio para las generaciones siguientes. La meta es acogedora pero no sufre de complejo de nido vacío, ella necesita que nos vayamos rápido para recibir a nuevos graduados.  Es una suerte de ciclo sin fin, en el que la satisfacción personal eventualmente nos rebalsa, sea antes de la meta, en la meta o pos meta. Como dije antes, eventualmente nos rebalsa. Por mi parte, mi meta no fue sólo académica, duró una semana y fue más que el ocho que nos sacamos con mi amiga de meta, fue más que los dos shots con los que brindé, fue más que los carteles, fue más que el confeti, huevos y espuma. Fueron muchos abrazos, fueron lágrimas, fueron personas que me dieron amor. Y lo lindo de todo eso es que transformé mi meta en algo que no es descartable, como los carteles, en algo que no se va a estropear si lo mancho con huevos, confeti y espuma, en algo que no necesita que pase rápido para tener nuevos recibidos, en algo que no tiene puntuación, como mi Tesina. Mi meta, ellos.
A N S I E D A D
   Resulta que quiero darle un giro a mi vida “profesional” por lo que hace un tiempo que vengo produciendo cosas para llegar a ese objetivo (no es que no hago nada y me pongo loquita al respecto). Empecé a estudiar fotografía para correrme de ese título de hobby/amateur y darle nombre y apellido a lo que me gusta. Armé esta página, me compré insumos, anoto ideas, me recibí, empecé a publicar fotografías online, básicamente arranqué. Un, dos, tres y largaron, siento que empecé a correr y si bien sé (más o menos) en qué dirección voy, tengo la sensación de que me ahogo. Siempre fui detallista. Los salvavidas recomiendan que ante una situación de emergencia en el agua lo mejor es guardar la calma y flotar. Creo que mi problema pasa por ahí, me olvidé de cómo flotar, de cómo manejar con calma esto que me pasa y entonces, el cuco, el bicho feo de la ansiedad me empieza a susurrar, a pisar los talones, me mete la traba cual amigo a otro caminando por la calle. Por ahora, sigo escribiendo acá de vez en cuando, cada tanto sumo alguna idea copada, tampoco quiero gastar todas mis energías ahora cuando a fin de año tengo proyectos en puerta y un trabajo por concluir; en ninguna carrera se quema toda la nafta en los primeros kilómetros. Tengo que transformar mi ansiedad en estrategia, tengo que hacer de esa ansiedad mi aliada. Objetivo del mes: surfear la ansiedad. Sí, quiero la chancha y los veinte chanchitos. Sí, quiero marcar los tiempos yo, pedante, tal vez, pretencioso, quizás, pero si no lo intento me voy a perder la chance de saber si puede llegar a pasar…
Premio al mejor compañero.
   No es que quiera hacer chapa de eso pero salí elegida “mejor compañera” ocho veces durante mis años de colegio. Un montón si tenemos en cuanta que Primaria y Secundaria, en Capital Federal, suman doce años de formación y educación en la vida de alguien. No obstante, si bien siempre lo consideré un gran reconocimiento, hoy, me lo replanteo. Cuestiono cada una de las medallas porque representan, no sólo que hice cosas bien, sino que también, que hice cosas mal. Para con el resto, un muy bien diez, aplauso, medalla y beso. Para conmigo misma,  podría haber sido mejor. Trabajando ciertos aspectos de mi vida di con la siguiente conclusión: en mis vínculos estoy pagando tantos años de priorizar a los demás. Lo pienso y me autodigo: “¿quién sos, la Madre Teresa?” y no, lejos estoy de ser esa emblemática mujer. Pero sí necesito quererme más. Muchas personas me retaron porque ante ciertas situaciones no fui lo suficientemente egoísta. Mi error estaba en ponerle a esa palabra un acento negativo. Acostumbrada a su carga social, a todo eso peyorativo que suele tener la palabra “egoísta” nunca le di la importancia que sí le estoy empezando a dar ahora. Para poder tener relaciones y vínculos más completos es necesario ser sanamente egoísta. Ponerse en primer plano para eventualmente compartir el papel protagónico. Los intereses ajenos son importantes siempre y cuando se hagan valer los propios. Ser mejor compañero no es sólo ser bueno, solidario y toda la sarta de adjetivos calificativos que el o la docente enumera uno tras otro frente a una clase, naturalizando esa “única verdad”.  De por sí, no estoy de acuerdo ya con ese pseudo premio. Deberían enseñarnos un poco más no sólo de cuestiones académicas/ artísticas, sino también, de temas más sensibles. A mí me hubiera venido bien que me dijeran más seguido que las palabras no tienen carga, que el sentido se lo ponemos nosotros. Como di a entender antes, ser un poco más egoísta me hubiese ayudado en mis vínculos.
Vale aclarar, no es que haya sido una sufrida y mi vida una mierda. Todo lo contrario, tuve suerte en muchos sentidos, tengo casa, salud, me enamoré, me rompieron el corazón, me volví a enamorar, me volvieron a romper el corazón y contenta espero enamorarme de vuelta. Tengo amigos y familia y me considero una persona feliz, pero ahora trabajo en llenar la palabra egoísmo de buenos significados y connotaciones, en abrazarme más. Básicamente en darle otros sentidos a mi vida.
Volví.
   Estuve tres meses de viaje, 90 días simulando vivir en otro lado, haciéndome la independiente y adulta. Viví 23 semanas con tres husos horarios distintos, “buen día allá y buenas noches acá”. Experimenté el famoso y envidiado “jet lag”; todos sabemos que es envidiado porque significa que estás viajando, que cambiaste tu rutina un poco, que probablemente te estés manejando con otra moneda, otro billete, otra característica telefónica y vivas a puro Wifi robado. Cambiar de climas, de paisajes y de culturas. Entender que el mundo es mucho, pero mucho más que tu habitación, la casa de tu mejor amiga y la manzana donde paseás al perro. Jugué de visitante durante tres meses, todos los días un partido distinto porque cuando estás en lugares en que ni el abecedario es el mismo, dudás de todo. Una persona con una educación, por lo menos primaria, sabe leer y escribir, y cuando ni eso podés hacer dudas existenciales surgen, emergen desde lo más profundo. No saber con certeza qué comés, qué pedís, a dónde te mandan con indicaciones contadas en minutos y no en cuadras. Todos los días la rutina cambia.
   Viajar liviano fue teórico porque en la práctica no paré de cargar, no solo lo material sino que también, las decisiones que durante todo el año había tomado. Sin trabajo, sin saber qué hacer con mi vida, por solo nombrar algunas, pero permitiéndome eso, elegir desde cero, elegir desde el ver qué quiero, encontrar nuevos propósitos. Todo suena muy idílico, muy típica de la generación de ahora que “no sabe lo que quiere” y viaja a lo exótico por las dudas, porque está de moda o porque pintó. Hay mucho de eso que es cierto, todos queremos pertenecer a algo, sentirnos involucrados. Nos influyen millones de cuestiones día a día y últimamente la imagen. Los conceptos y mandatos cambian. Antes a mi edad había que estar casada y mínimo un pibe. Hoy, te la debo. Que me siento parte de una generación más volatil, sí, que me siento parte de una generación con la oportunidad de vivir diferente su día a día, también, que me siento parte de un grupo de personas que no sabe lo que quiere, levanto la mano y te digo presente. Pero la verdad que considero que está buenísimo. Tener la chance de no saber qué quiero hacer, me empuja a buscar e intentar cosas nuevas y entre todo eso rescatar aquello que se identifica con la Graciana adulta en la que me estoy convirtiendo (los años pasan y ¡chabón me encontré una cana!). Ser volatil y cambiante me da la libertad de elegir no estancarme en una rutina y hacer mi día a día un poco más memorable. Saber que el alquiler está más caro que viajar, al carajo vivir sola, tengo toda la vida para eso. Hoy, tengo otras opciones y agradezco ser de esas jóvenes que tiene esa posibilidad. Todo lo que aprendí en estos últimos meses no me lo saca nadie, nada. Que viajar no te soluciona la vida, de acuerdo, pero que me la moldeó y me hizo mejor, pongo las manos al fuego. Lo que no mata fortalece y si bien uno puede viajar roto o entero cualquier forma te evoluciona en algo distinto. Volví recargada, volví para alimentar y hacer crecer mis nuevas metas y a lo cabeza dura, hacerlas nacer y dármela contra la pared. Vivir es un poco eso, crecer y hacer y un montón de verbos en infinitivo. Volví, por cliché y trillado que se lea, feliz y agradecida.
La punta del iceberg.
       Buscando ideas, noté que mi forma de representarme es muy similar, por no decir igual, oculto algo pero muestro un potencial.
       Buscando ideas, vi que lentamente estoy dando con un estilo propio, que me gusta que me sienta cómodo, pero que necesito terminar de formar para poderlo moldear.
     Buscando ideas, encontré un piolín del cual tirar, tengo una pista del misterio a develar, veo la punta de un iceberg ante el cual no me quiero chocar.
Va a estar todo bien.
      En este momento debe haber muchas personas a las que les está pasando algo paja, algo triste y horrible, algo bajón. Por el contrario, debe haber muchas personas, que en este preciso instante, les está pasando algo re zarpado, genial y hermoso. En el medio, otros tantos mortales que están viviendo el día como un gris, entre un 4 a un 7 si la vida se puntuara del 1 al 10. Dependiendo de cómo estés programado, podés atravesar estas situaciones de diferentes maneras. Por lo general soy del bando del “va a estar todo bien”. Puede estar lloviendo ácido que yo te voy a tirar esa, “todo va a estar bien”, O SEA, LLUEVE ÁCIDO, FORRA. En fin, obvio que he llorado como una condenada, he tenido mis bajones, pero lo bello y molesto fue que siempre pude encontrar las argumentaciones más inéditas para darme cuenta de que vivir es eso, pasar lo bueno, lo malo, lo gris, el ácido, con lo que se puede y lo que se tiene. Creo que la clave de todo pasa por un lado, por los acompañantes que elijas, no cualquiera tiene que tener le honor de pasar un día del orto o un día de pepa con vos. Hay que saber elegir. Por el otro, tener paciencia, la paciencia es lo más parecido a convertirse en el maestro Yoda. Aspirar a ser Yoda, sus beneficios tiene. Que se yo, cada vez me doy cuenta que no sé un choto de la vida, de vivir en general, pero a la vez me convenzo que cada día me levanto más capaz de existir  con dignidad en este mundo que nos tiene a todos medios chapas, insatisfechos y a mil. Hoy es domingo 2 de diciembre, vengo de estar mal, pero contenta con las personas que elegí para transitarlo, esperando que me toque el pico de rating, festejar y volver al gris hasta que el círculo vuelva a empezar. Paciencia piba, que todo va a estar bien.
Transición.
    A los 27 años se espera que una persona tenga más o menos resueltas ciertas cuestiones de su vida. No importa qué área esté encaminada, pero sí es necesario que al menos una lo esté. Puede ser el amor, puede ser la vivienda, puede ser lo laboral, en fin, múltiples caminos que en mi caso no me habilitan a proyectar más de una semana. No me considero una joven con poca estabilidad, todo lo contrario, es la primera vez en muchos años que siento que disfruto mis días bajo esa famosa premisa de “carpe diem”. Creo que mi generación, es la generación de la ansiedad, del todo ya, ahora, para ayer, del no es suficiente y por eso, estar en mi situación y no haber huido, habla de que tengo algo en claro: sé lo que quiero. Encontré qué me gusta, qué me apasiona y estoy trabajando todos los días para poder construir esa base sólida que me permita proyectarme nuevamente en el tiempo de otra forma. Si me preguntan cómo te ves en 10 años, tengo una respuesta, lo que no podría contestar de manera certera es cómo voy a llegar a eso. Si algo aprendí en estos 27 años es que no podemos controlar todo y que todo llega cuando tiene que llegar. Ojo, no por eso me siento a esperar a que las cosas pasen, no por nada estoy escribiendo estas líneas, pero sí tengo en claro, que si esta puerta no abre, hay otras que tendré que tocar para seguir adelante.
BLOGGER
Published:

BLOGGER

Published: