Juan Sebastian Cabrera Rueda's profile

Calles de la Havana - Serie fotográfica

Serie fotográfica "Calles de la Havana"
El barracón está lleno de muertos. Los muertos viven alrededor de los vivos, comen con los vivos, con los vivos bailan y fornican, juegan y cantan y ríen. Con los vivos viven y a los vivos matan.
(Figarola, Altar del fuego, 2007)
¿Cómo podían sus movimientos dejar de ser suyos? ¿En qué momento se transformaron las comisuras de su sonrisa? ¿Qué provocó que aquella mujer empezara a describir una parábola con la boca, formando un iracundo arco que desfiguraba por completo su amable figura? Instantes antes, sus hombros tocaban los míos y nos movíamos con poca libertad entre el tumulto de personas que se encontraban allí congregadas. Sus pasos eran totalmente fieles al complejo ritmo del tambor batá, y sus brazos marcaban el clic del tempo que trabajosamente intentaba de formar en mi mente. Su piel era negra y su cabello estaba trenzado, y cada canto que emitía se confundía entre las voces de los demás religiosos que formaban plena reciprocidad con el oriaté (1) que dirigía el tambor. Mientras sus pies chocaban contra el suelo y sus extremidades se desplazaban de adelante hacia atrás, ella conversaba efusivamente con las personas que la rodeaban, quienes dejaban salir las volutas de humo que producían sus puros y cigarrillos mentolados.
Durante algunos minutos mi atención se redireccionó hacia un hombre delgado, de cabello negro y corto que usaba pantalón y camiseta blanca, pues su destreza equiparaba la experticia de aquella mujer a la hora de bailar. Me di cuenta de que hace algunos momentos había dejado de sentir los hombros que antes chocaban contra los míos. Cuando volví a buscar en el suelo los pies de la mujer negra que tanto había llamado mi atención, ya no estaban. Ahora, ella había dejado de ser ella, su cuerpo ya no emitía una tranquila armonía al bailar, ya no estaba a mi lado, en el semi-círculo que formábamos los asistentes frente al batá. Ahora sus manos se dejaban ir y sus pies descalzos tanteaban el suelo descontroladamente, indiferentes a la fricción que generaban con las imperfecciones del piso. Ya no era necesaria la visión para ubicarse en el espacio, pero parecía que sus ojos ahora miraban con mayor atención y profundidad; tal vez su vista, que poco a poco dejaba de ser suya para dar paso a la de su jinete, miraba directamente al aché (2) de cada persona, ya muy lejos de lo que solemos ver los vivos.
(1): Líder  religioso en la santería o regla de ocha, capaz de dirigir ceremonias para ser interlocutor entre las divinidades u orishas, y las personas.
(2) Don de virtud. Su significado aunque abstracto se relaciona con la energía vital de cada persona. Adicionalmente, aché hace referencia a la energía que habita y anima a todos lo existente en el universo terrenal y trascendente.
Calles de la Havana - Serie fotográfica
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