Silenciados / Silenced
en memoria de todos los líderes sociales asesinados en Colombia
in memory of all the social leaders killed in Colombia
Él es Yilber Andrés Yatacué, un niño indígena Nasa que fue asesinado a causa de una bala perdida entre el ejército y la columna móvil Dagoberto Ramos perteneciente a las disidencias de las FARC, en marzo de 2020.
Yilber no era un líder, era un NIÑO y bordarlo me hizo pensar que aquello firmado el 24 de noviembre de 2016 ha sido un albur: la violencia sigue arrebatándonos toda nuestras esperanzas de paz. Yilber era un niño, era un indígena y dentro del Tratado de Paz era prioridad.
Los niños no son máquinas de guerra. Yilber es es claro ejemplo de que la infancia en este país está en medio del fuego cruzado, indefensa y frágil.
Yilber no era un líder, era un NIÑO y bordarlo me hizo pensar que aquello firmado el 24 de noviembre de 2016 ha sido un albur: la violencia sigue arrebatándonos toda nuestras esperanzas de paz. Yilber era un niño, era un indígena y dentro del Tratado de Paz era prioridad.
Los niños no son máquinas de guerra. Yilber es es claro ejemplo de que la infancia en este país está en medio del fuego cruzado, indefensa y frágil.
Él es José Yimer Cartagena quien fue asesinado el 11 de enero de 2017, unos meses después de la firma del Acuerdo de Paz en Colombia.
José Yimer era líder campesino reconocido en toda la zona sur de Córdoba por su trabajo con la comunidad para erradicar los cultivos de coca en el municipio de Tierralta, exactamente en el corregimiento de Saiza, en el caribe colombiano. Desde el 2012 trabajaba con la organización Marcha Patriótica y con la Asociación Campesina para el Desarrollo del Alto Sinú, Asodecas.
Este territorio, históricamente ha sido azotado por la violencia tanto de la guerrilla de las FARC como del grupo paramilitar AUC y en los años 90, ambos provocaron masacres, tomas y desplazamientos forzados. Además, este enclave en el Nudo del Paramillo, fue por años un fortín cocalero regentado por la guerrilla.
Una vez que se implementa el Acuerdo y el frente 58 de la columna Mario Vélez se mueve a las zonas de concentración, José Yimer junto a otros líderes de la zona se enfrentan con una nueva problemática: la necesidad de cambiar su economía fundada en los cultivos ilícitos de coca, amapola y marihuana por otro tipo de cultivos, pero encuentran resistencia en los grupos armados ilegales que llegan de otra región.
El trabajo de Yimer tenía un propósito hermoso: hacer pedagogía de los Acuerdos con los campesinos para así poder incentivarlos a entrar en los programas de sustitución, pero por otro lado también presionaba al gobierno para evitar la erradicación forzada. Su labor causaba incomodidad y a finales de 2016 fue amenazado por un paramilitar de la Autodefensas Gaitanistas, quien lo agredió y le advirtió que debería dejar su trabajo para la erradicación.
No quiero relatar cómo encontraron el cuerpo de Jose Yimer, pero la crueldad y la saña de sus asesinos fue un mensaje muy claro para el resto de líderes de la región.
¿Hasta cuándo?
José Yimer era líder campesino reconocido en toda la zona sur de Córdoba por su trabajo con la comunidad para erradicar los cultivos de coca en el municipio de Tierralta, exactamente en el corregimiento de Saiza, en el caribe colombiano. Desde el 2012 trabajaba con la organización Marcha Patriótica y con la Asociación Campesina para el Desarrollo del Alto Sinú, Asodecas.
Este territorio, históricamente ha sido azotado por la violencia tanto de la guerrilla de las FARC como del grupo paramilitar AUC y en los años 90, ambos provocaron masacres, tomas y desplazamientos forzados. Además, este enclave en el Nudo del Paramillo, fue por años un fortín cocalero regentado por la guerrilla.
Una vez que se implementa el Acuerdo y el frente 58 de la columna Mario Vélez se mueve a las zonas de concentración, José Yimer junto a otros líderes de la zona se enfrentan con una nueva problemática: la necesidad de cambiar su economía fundada en los cultivos ilícitos de coca, amapola y marihuana por otro tipo de cultivos, pero encuentran resistencia en los grupos armados ilegales que llegan de otra región.
El trabajo de Yimer tenía un propósito hermoso: hacer pedagogía de los Acuerdos con los campesinos para así poder incentivarlos a entrar en los programas de sustitución, pero por otro lado también presionaba al gobierno para evitar la erradicación forzada. Su labor causaba incomodidad y a finales de 2016 fue amenazado por un paramilitar de la Autodefensas Gaitanistas, quien lo agredió y le advirtió que debería dejar su trabajo para la erradicación.
No quiero relatar cómo encontraron el cuerpo de Jose Yimer, pero la crueldad y la saña de sus asesinos fue un mensaje muy claro para el resto de líderes de la región.
¿Hasta cuándo?
Ella es Emilsen Manyoma Mosquera, asesinada el 14 de enero de 2017 junto a su esposo, unos meses después de la firma del Acuerdo de Paz en Colombia.
Emilsen fue una líder afro, defensora de los Derechos Humanos en el corregimiento de Bajo Calima en Buenaventura (Valle del Cauca), al sur del país. Buenaventura a pesar de ser el puerto más importante del Pacífico Colombiano, con una población mayoritariamente afrodescendiente ha sido un lugar abandonado por el Estado, condenado a la pobreza extrema; su posición estratégica lo ha convertido en un territorio apetecido por el narcotráfico que lo único que ha dejado es violencia y guerra entre grupos armados que se lo disputan.
Emilsen se dio a conocer por denunciar el control paramilitar y el tráfico de drogas e intentó ponerle tatequieto a los actores armados que pretendían convertir su territorio en un reino de violencia e impedir la libre movilidad de sus habitantes. En su corregimiento, bien era conocida una "casa de pique" (lugar donde se pican a machete los muertos y se lanzan al mar) pero ella, junto a la comunidad resiste y, a pesar del asedio propiciado por las dinámicas del conflicto armado y la violencia a su alrededor, conforma el Espacio Humanitario Puente Nayero que prohibía la entrada de dichos actores a su territorio. Además, defendió su tierra de la explotación minera, acompañó a las comunidades indígenas de la zona en su retorno al Resguardo de Santa Rosa Guayacán después de sufrir desplazamiento forzado por parte de los paramilitares y también se opuso al plan para crear un relleno sanitario avalado por el gobierno.
Aunque tenía el acompañamiento de la ONG Comisión Intereclesial de Justicia y Paz y era vocera local de la Red de Comunidades Construyendo Paz en los Territorios Conpaz, así como miembro de la Comisión de la Verdad aportando a ella desde la documentación de las violaciones a los derechos humanos en Buenaventura, nada de esto sirvió para proteger su vida.
Lo más triste de esta historia es que a Emilsen y a su esposo, los mató su propio hermano, un disidente de las FARC que había robado armas y bienes de la guerrilla.
Emilsen fue una líder afro, defensora de los Derechos Humanos en el corregimiento de Bajo Calima en Buenaventura (Valle del Cauca), al sur del país. Buenaventura a pesar de ser el puerto más importante del Pacífico Colombiano, con una población mayoritariamente afrodescendiente ha sido un lugar abandonado por el Estado, condenado a la pobreza extrema; su posición estratégica lo ha convertido en un territorio apetecido por el narcotráfico que lo único que ha dejado es violencia y guerra entre grupos armados que se lo disputan.
Emilsen se dio a conocer por denunciar el control paramilitar y el tráfico de drogas e intentó ponerle tatequieto a los actores armados que pretendían convertir su territorio en un reino de violencia e impedir la libre movilidad de sus habitantes. En su corregimiento, bien era conocida una "casa de pique" (lugar donde se pican a machete los muertos y se lanzan al mar) pero ella, junto a la comunidad resiste y, a pesar del asedio propiciado por las dinámicas del conflicto armado y la violencia a su alrededor, conforma el Espacio Humanitario Puente Nayero que prohibía la entrada de dichos actores a su territorio. Además, defendió su tierra de la explotación minera, acompañó a las comunidades indígenas de la zona en su retorno al Resguardo de Santa Rosa Guayacán después de sufrir desplazamiento forzado por parte de los paramilitares y también se opuso al plan para crear un relleno sanitario avalado por el gobierno.
Aunque tenía el acompañamiento de la ONG Comisión Intereclesial de Justicia y Paz y era vocera local de la Red de Comunidades Construyendo Paz en los Territorios Conpaz, así como miembro de la Comisión de la Verdad aportando a ella desde la documentación de las violaciones a los derechos humanos en Buenaventura, nada de esto sirvió para proteger su vida.
Lo más triste de esta historia es que a Emilsen y a su esposo, los mató su propio hermano, un disidente de las FARC que había robado armas y bienes de la guerrilla.
Él es Edmiro León Álzate Londoño. Asesinado el 1 de noviembre de 2017. Edmiro fue un líder ambiental perteneciente al Movimiento por la Vida y la Defensa del Territorio (MOVETE) y hacia parte de la Junta de Acción Comunal de la vereda Llano Cañaveral. El eje de su trabajo comunitario consistía en la defensa de los derechos del campesinado frente a Hidroarma, un proyecto hidroeléctrico que pretendía apropiarse del agua en una región donde escasea en verano. Además, este proyecto intentaba, a través de prácticas coercitivas, quedarse con la tierra de los campesinos de la zona.
Edmiro León estaba comprometido con la autonomía territorial, la seguridad y soberanía alimentaria, la defensa del territorio y los derechos de los campesinos y se oponía a la extranjerización de la tierra, pues estas empresas (tanto chilenas como españolas) llegaban a este territorio a deforestar una reserva ambiental para sembrar aguacate. A pesar de que no había recibido amenazas por su liderazgo, todos conocían sus fuertes enfrentamientos con los funcionarios de Hidroarma.
Su cuerpo apareció apuñalado en un potrero de una de sus fincas y la investigación sobre su muerte, todavía sigue en fase de indagación.
Edmiro León estaba comprometido con la autonomía territorial, la seguridad y soberanía alimentaria, la defensa del territorio y los derechos de los campesinos y se oponía a la extranjerización de la tierra, pues estas empresas (tanto chilenas como españolas) llegaban a este territorio a deforestar una reserva ambiental para sembrar aguacate. A pesar de que no había recibido amenazas por su liderazgo, todos conocían sus fuertes enfrentamientos con los funcionarios de Hidroarma.
Su cuerpo apareció apuñalado en un potrero de una de sus fincas y la investigación sobre su muerte, todavía sigue en fase de indagación.