Siempre digo en chiste que no sé como esperan que no sea dramática si he sido criada prácticamente por novelas de Thalia y canciones de Juan Gabriel. ¿Cómo después de eso se me puede exigir algún tipo de neutralidad?

Un poco en joda, un poco en serio y un poco como ejercicio tipográfico que sacuda la rutina de Diseño duro de agencia, propongo esta serie de afiches.
Son fragmentos de canciones que están en el inconsciente colectivo de los latinoamericanos de alguna manera: En un tango en la radio de alguna de nuestras abuelas, en los boleros que conocimos por Luis Miguel ya más grandes, o en las cocina del hogar mientras preparaban el almuerzo. 

Recuerdo que en mi adolescencia el término “latino” me parecía peyorativo; Con el pasar de los años y la distancia de mi lugar originario termine por comprender y amigarme con mi latinidad y sus clichés: la exageración, el dramatismo, la melancolía, la necesidad de expulsar el dolor a tequilas, o a piscos y la sonrisa, aunque este partido al medio el latino conserva su sonrisa.
Aseguro que desde el más árido pueblo del norte mexicano hasta la más austral cabaña de la Patagonia hay un latino tarareando una canción. 

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