"La piedra sería por tanto una especie de profecía pétrea que vaticinaba el fin del mundo mexica, cosa que finalmente ocurrió con la llegada de los españoles.”

Cuando en 1790 se redescubrió, el calendario poseía, a lo largo de sus 3,65 metros de diámetro y 24 toneladas, una recubierta de colores vivos que contribuían a tanto resaltar como aliviar el carácter pesado de la piedra. Sin embargo, con el paso del tiempo a la intemperie, la piedra perdió su policromía.

El virrey Revillagigedo decretó que se tomaran las medidas necesarias para garantizar su perpetua conservación como parte de “los monumentos preciosos que manifiestan las luces que ilustraban a la nación indiana en los momentos anteriores a su conquista.” Su nuevo hogar fue en el exterior de la torre poniente de la Catedral metropolitana, durante casi 100 años; hasta que se trasladó, en 1887, al Museo Nacional  situado en la calle de Moneda como parte de la Galería de los Monolitos inaugurada por Porfirio Díaz.
Conocimientos astronómicos y cultos solares, estas son las alusiones que habitan en los relieves del Calendario Azteca. Pese a haberse derribado al consumarse la Conquista española, este gigante monolito –que contiene la observación astronómica de nuestros antepasados– permaneció bajo la tierra durante 270 años.
Se cree que la piedra estuvo en su lugar hasta 1521, durante el reinado de Moctezuma, como mandato de Hernán Cortés para quitar los ídolos paganos. Sin embargo, durante los siguientes casi 40 años que correspondieron a la época colonial, el calendario permaneció en la Plaza Mayor –lo que hoy es el Zócalo–. En ese punto, en 1599, se cerraba un ciclo mexica de 52 años, lo cual produjo que los españoles, temiendo que se reavivaran los ritos paganos, mandaron a enterrar la piedra con la parte labrada hacia abajo.
En el Instituto Nacional de Antropología e Historia, se realizaron numerosas interpretaciones sobre los símbolos, las cuales te compartimos a continuación:

1) En el centro aparece la imagen del Quinto Sol, Nahui Olin o Cuatro Movimiento y el rostro de Tonatiuh, dios del Sol, con la particularidad de que se le representó con la mitad inferior del rostro descarnada y la superior encarnada, lo que simboliza la vida y la muerte. 

2) A su vez, en cada una de las esquinas del signo Olin aparece el nombre de los otros cuatro soles: Nahui  Océlotl (Cuatro Jaguar), Nahui  Atl (Cuatro Agua), Nahui  Quiáhuitl (Cuatro Lluvia) y Nahui  Ehécatl (Cuatro Viento). Según la mitología nahua del Posclásico el mundo, tal y como lo conocemos actualmente, ha pasado por distintas eras de creación y destrucción. Ellos relacionaron cada una de ellas con un sol en particular. En una de las versiones del mito, la última era fue destruida por una gran inundación. El Quinto Sol, que según los nahuas es la era actual, terminará por grandes terremotos.

3) El resto de los elementos iconográficos que decoran la Piedra del Sol están distribuidos a partir de círculos concéntricos. Alrededor del centro aparecen los 20 signos de los días, los cuales al combinarse con 13 numerales formaban un ciclo de 260 días también llamado Tonalpohualli. Luego aparecen signos solares y por último la representación de dos serpientes de fuego que rodean el disco y cuyas cabezas se encuentran, frente a frente, en la base de la imagen.
LA PIEDRA DEL SOL
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