El Club Nokia trataba de conseguir nuevas altas entre el público joven. Y qué mejor lugar para buscarlas que el festival de hip hop Cultura Urbana de Madrid.
La estrategia fue adoptar los mismos referentes estéticos de los asistentes. Para empezar, pusimos a nuestros policías a patrullar el recinto multando a todos los que no perteneciesen al Club Nokia. Se procedía a su detención y se les llevaba a nuestro particular stand: un callejón neoyorkino, con un coche de policía americano, graffitis, señales... Allí se les esposaba, se les hacía una foto en el panel de detenidos y se les daba de alta en el Club.
Ya como socios podían acceder a la zona más exclusiva donde un graffitero les customizaba la carcasa del móvil, un Dj les componía tonos exclusivos o disfrutaban con las rimas de un MC.
Y eso, que cayó un Sol de Oro en marketing promocional.
