Y que complejo ha sido darle sentido a lo que se profesa desde el la aceptación, el amor propio, el volver la mirada hacia dentro y demás asuntos que en ocasiones parecieran indescifrables.
Pero la vida me está ayudando a desentrañar esa sabiduría llevándome a tejer afectos con las almas indicadas, con esas que me comparten, me sanan y me confrontan, con esas que desde la comodidad del más dulce espacio de silencio me van llenando de fuerza y confianza, pero lo más importante, esas almas que me siguen enseñando que la mejor curandera de mi vida soy yo, que puedo, que tengo lo necesario para hacerlo por mí y por lo que quiero para lo demás.
Ese tejido me trajo a SOUL para recordarme la inmensa necesidad de transitar mis senderos al ritmo de mi danza, esa que no conocía, la que apenas estoy abrazando y que será mi más grande fuerza para los permanentes momentos de cambio. No dudo en afirmar que ha sido el detonante preciso para agradecer por este presente, porque cada resonar del tiempo, cada sentimiento, cada vez que los cimientos de mi vida temblaron, cada cagada y cada acierto son el todo de la vida que habito y soy.
Y es que al final nunca me he sentido tan mía como cuando logre danzar con el agua, el viento, mis manos, mi sonrisa, mis dolores, mis incertidumbres, mis frustraciones y las miles de mujeres que me habitan en la más inmensa comodidad que he experimentado frente a una cámara.
Gracias Melanie por tu congruencia, tu mirada sanadora y por la fuerza que le da tantísima vida a un propósito que construye sororidad, hermandad, paz y amor desde el arte.
Gracias por gestar un proyecto fotográfico como pocos, con alma.
Laura Victoria Carmona.