La creación de un espacio estereotómico con forma de una cueva laberíntica el cual es atravesado de muro a muro por unos elementos alargados y esbeltos, unos de mayor diámetro que otros, propicia un juego atmosférica que surge como resultado del manejo de la luz. Esta, fluye dentro del espacio proveniente desde la parte superior como un fluido intangible pero generador de cambio donde se crean algunos “vacíos” de luz donde solo hay sombras.

A medida que pasa el tiempo y la luz cambia de punto de origen la atmósfera interior del espacio también se modifica. Las sombras, que se dan como resultado del tejido creado a partir de las varas de madera que se incrustan en los muros, nunca serán iguales a lo largo del día, siempre se van a crear formas diferentes. Además, en algunas ocasiones, la luz y las sombras se verán únicamente en el muro, en otras, se verán en los muros y el suelo y en otras solo se verán sombras.

De esta manera, el espacio siempre será iluminado a partir de la evanescencia de la luz, donde los cambios tanto físicos como atmosféricos  se dan como consecuencia de del cambio en la luz, no por una modificación propiamente en la estructura espacial. Adicionalmente, la percepción de dicha evanescencia es acentuada mediante el tamizado. Esto, ya que el efecto que la alternancia entre el lleno y el vacío tiene sobre las sombras hace que se pueda observar el movimiento de la luz a partir del movimiento de la sombra.

Así las cosas, el recorrido que se hace de este espacio siempre contará con una espacialidad distinta debido a que, además de que el tamizado es diferente en todos los sectores la amplitud de los corredores varía. En algunos sectores son muy estrechos y en otros se abre de manera que se propician espacios que pueden ser destinados como lugares de reunión. Estos últimos cuentan con una particularidad la cual consiste en que los elementos responsables del tamizado disminuyen su grosor lo que resulta en menores sombras y lugares más iluminados para la reunión.