Imaginemos que dibujamos un espiral en un papel, comenzamos desde lo más pequeño y lo hacemos “crecer”. Si no existiera el límite de la página, podríamos extendernos infinitamente, lo mismo si lo hacemos a la inversa, con la ayuda de una lupa, un microscopio o si pudiéramos meternos dentro de él y ya no fuese más bidimensional, la prolongación de nuestro trazo podría permanecer siempre cambiante y a la vez minúsculo, expandiéndose lejos del lugar donde comenzamos a dibujar. Si somos capaces de insertarnos en aquellas imágenes, hacer relaciones de tamaño con nuestros mismos cuerpos y lo que vamos generando a nuestro alrededor, vivimos la experiencia de la explosión.
¿Qué es la explosión? ¿Dónde se halla?
Desde la perspectiva de la teoría del big bang es posible pensar que todo está en constante expansión, y mientras eso sucede, los elementos que se hallan en él van transformándose. Aunque para nosotros una explosión a gran escala es imperceptible, por el contrario, en una pequeña, como al aplastar una nuez, tenemos mayor posibilidad de poder darnos cuenta del movimiento que sucede, pero no de dónde van a parar todas las partes, hasta las más ínfimas de lo que antes se contenía en una sola pieza. Las formas del universo son constantes liberaciones de energía en distintos tamaños, que resultan en galaxias, constelaciones o planetas. Siendo todas estas partes de una u otra cosa, en contacto entre sí, que como efecto dominó o, más bien, engranajes, siguen unidos en una realidad donde nada se mueve independientemente.
Este trabajo tiene sus inicios en la observación de las nubes, mayormente en los atardeceres, lo que proporciona una gama de colores determinados, utilizados en estas obras. Las nubes de a poco se trasforman en manchas, acoplándose cada vez más a la idea del constante movimiento (lento o rápido, pero capturado en la imagen) de la expansión, siempre con una explosión como origen, como fuerza inicial. En cada pieza podemos hallar la liberación de energía en los amarillos, rojos y anaranjados intensos que se “expulsan” desde el blanco, mientras que alrededor se “dispersa” todo en morados, violetas y amarillos más pálidos.
Una forma de analizar ese diálogo desde la perspectiva de este trabajo, es pensando en nuestros cuerpos, que concentran energía en su interior y que se manifiesta en todas nuestras acciones, esa es la propia explosión. Con ella tocamos de una u otra forma al otro, conocido o no, tal como se piensa en psicología: el individuo se constituye en relación con la sociedad, es decir, que el hecho de existir nos hace inevitablemente parte del todo que se mueve hacia algún lado, en todos los sentidos.
