¿No hay una dulce abuela con manos de alhucema y mejillas de miel bordando relicarios con aquellos escasos momentos de dicha que tuvimos, arrancando malezas de un jardín donde se multiplica el desarraigo, revolviendo en la olla donde vuelven a unirse las sustancias
de la separación? Te remito a ese amparo. Pero reclamo para ti una silla en la feria de las tentaciones; ningún trono de honor, sino una
simple silla a la intemperie para poder saltar hacia el amor: esa gran aventura que hace rodar sus dados como abismos errantes.
El paraíso incierto y sin vivir.
"Cantos a Berenice" (1977) Olga Orozco.