Miedo y Respeto

Cuando era chico, a mi corta edad supe diferenciar muy bien entre el miedo y el respeto. El diccionario define al miedo como la sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario y al respeto como una consideración, acompañada de cierta sumisión, con que se trata a una persona o una cosa por alguna cualidad, situación o circunstancia que las determina y que lleva a acatar lo que dice o establece o a no causarle ofensa o perjuicio. Muchas veces creemos que alguien tiene mucho respeto cuando en realidad le tienen miedo y entramos en una confusión difícil de explicar.

Mi historia me lleva a mis 9 años, a los recreos de mi escuela primaria Nº6, Julio Argentino Roca. Sonó el timbre y salimos a jugar al patio, era muy común ver chicos jugando con improvisadas pelotas de fútbol hechas con medias, papeles y algodón. El ritual era siempre el mismo, uno sacaba la pelota para jugar con sus amigos, durante el partido se empezaban a agregar más jugadores, por lo general más grandes que abusaban de su físico y hacían los partidos más ásperos. El partido se desvirtuaba rápidamente, todos querían tocar la pelota aunque sea una sola vez antes de que pase lo inevitable, lo que todos sabíamos que iba a pasar: La llegada de una maestra vigilante. 
Siempre era lo mismo, chicos divertidos jugando a ser sus ídolos y el arbitro más vigilante de todos venía y se llevaba la pelota, alegando que no se podía jugar al fútbol en el patio. Fin del juego, todos se alejan del dueño de la pelota quien tristemente debía resignarse a no ver nunca más su pelota.

Esa tarde uno de los chicos minutos antes de que suene el timbre sacó de su mochila una pelota Pulpo número 2, era hermosa de color marrón brillante con detalles amarillos rodeándola. Todos nos pusimos como locos sabiendo que se venía un hermoso partido en el patio de arena. El patio de arena era el antiguo patio del jardín 910, el cual luego se mudó al lado, allí se iba a disputar el encuentro. Todos sabíamos que teníamos la ventaja de estar en el fondo del patio 2, el cual se conectaba con el patio de arena, y que en una de esas podíamos jugar todo el recreo sin que una maestra vigilante nos interrumpa el sueño. Sonó el timbre y salimos desesperados a jugar, los equipo se habían armado antes. En mi equipo jugaban mis mejores amigos: Pablito, Damian, Iñaqui, Facundo, Germán y alguno que otro. Del otro lado que recuerde estaba Jony Dagustino, un gordito pecoso con lentes de las tortugas ninja que le tocó ir al arco. Arrancó el partido, en ese momento mi ídolo era el Mago Capria, así que cuando agarraba la pelota, yo mismo me alentaba diciendo “la lleva el mago, ahí va el mago” tratando de imitar la voz de Sergio Araujo. Durante el partido había gente que se quería meter, pero que no la dejábamos entrar, los sacábamos a las puteadas, no queríamos que nos arruinen nuestro juego de amigos. Todo venía muy bien, no había maestras cerca que amaguen a arruinarnos nuestro hermoso juego y sentíamos el orgullo de que pasen más de 5 minutos sin que nos saquen la pelota pulpo, pero de un momento para otro Pablito se pone algo nervioso y mira para un costado, parecía que veía venir un ejercito de espartanos por el patio dos, pero lamentablemente lo que se venía era peor que 300 guerreros. Alguien venía a quitarnos nuestra pelota y no era una maestra vigilante, era nada más y nada menos que la directora Nora Literas, una rusa de pelo ondulado, galletona de ojos turquesa a la que todos le teníamos un miedo escalofriante. Se venia derecho a la cancha, con una mirada seria y penetrante encarando hacia nosotros, con sus tacos negros y pullover verde debajo de su guardapolvo siempre blanco y prolijo. Todos los que estábamos jugando, fuimos quedándonos quietos sabiendo que se venía una cagada a pedos fuerte, quizá el miedo mas grande de todos, firmar un acta de indisciplina con posterior llamado a los padres. Recuerdo que uno del otro equipo llamado Dario, se escapo por un costado para zafar a pesar de que había jugado con nosotros el desagradecido, jamas lo voy a olvidar: corte taza, trompa larga y lentes.

Silencio en la cancha, Nora siguió avanzando hacia nosotros hasta que se detuvo en el borde de la cancha, cruzo sus brazos y nos miro detenidamente con una mirada seria e intimidante. El juego se detuvo y el dueño de la pelota esperaba lo peor, todo estaba terminado, sabíamos que se terminaba el partido y todos a dirección a firmar la tan temida acta, pero paso algo inesperado. Nora notó nuestro miedo y silencio hacia su persona y enseguida soltó unas palabras que cambiarían todo: “Sigan jugando chicos, me gusta como lo disfrutan” mientras esbozaba una leve sonrisa en la comisura de su boca. Todos quedamos mirándonos, no entendíamos lo que pasaba, hasta que Jony pica la pelota y arranca el juego. Seguimos el partido ante la atenta mirada de Nora, quien seguía todas las jugadas con la mirada y de reojo vigilaba el resto del patio. El ritmo del partido fue mas tranquilo y sin puteadas, pero mi mirada estaba puesta en ella, ya no era tan importante el partido y poco me importaba si el botón de Dario se metía de nuevo en la cancha. Yo estaba increíblemente maravillado en ver a esa mujer a la cual le tenia un profundo miedo, disfrutar de nuestro partido, poco a poco ese terror fue desapareciendo y empezó a transformarse en respeto, era admirable ver a Nora cuidándonos en el patio y entendiendo que para nosotros ese partido de fútbol, era la felicidad más grande que un alumno podía tener en esa escuela y por eso, su actitud no fue la de muchas maestras vigilantes.

El timbre sonó y el recreo terminó, no recuerdo si ganamos o perdimos, mi cabeza estaba en otra, ahí fue cuando Nora nos dice: “Bueno chicos, vayan a sus aulas”, se dio media vuelta y se fue. Todos nos fuimos contentos al aula, felices de que nuestra directora, la autoridad más grande que había en la escuela, nos haya dejado jugar. A partir de ese día, a mi corta edad supe muy bien cual era la diferencia entre el miedo y el respeto.
"Miedo y Respeto"
Published:

Owner

"Miedo y Respeto"

Ilustración acompañada de un cuento.

Published: