No creas que exagero cuando te digo que el carmín que cubría mis labios fue desgastándose con el tiempo, no.

Me mantuve fuerte ante esas mañanas de mierda, rodeadas de tus gestos de desprecio e indiferencia. Para aquel entonces ya estaba hecha de piedra y parecía que mis ojos se habían secado con el mar. Ya no me importaba aquella indiferencia, pues mis piernas se acostumbraron a andar desnudas ante ti y el reflejo de mi misma no era mas que un triste intento de despertar de nuevo.

Lo intenté, créeme, lo intenté con todas mis fuerzas, y no creas que exagero cuando te digo, cariño, que los besos de amor saben distinto y tus labios de absenta no frecuentaban la palabra amar.  

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Eva López Sadurní

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