El exilio.

Series. Collage sobre papel vegetal. 21 x 14,8 cm. (2017).
Desde los orígenes de su historia, España ha mantenido una relación extraña con aquella extensión de territorio que se encuentra más allá de los límites de las ciudades. Ese terreno desurbanizado sirvió durante muchos años a los oligarcas para desterrar a sus adversarios políticos. Cuando se quería castigar a alguien, o simplemente perderlo de vista, se le  enviaba al campo; –aun hoy  es habitual escuchar un “¡A pastar!” de vez en cuando–. Claros ejemplos de ello fueron las estrategias de guerrilla durante la guerra de la Independencia; la proliferación de bandoleros  a lo largo del siglo XIX  particularmente en los entornos de las dos Castillas, Andalucía y Aragón; la resistencia de los maquis durante la Guerra Civil .
Toda civilización, necesariamente ha de estar urbanizada, sin embargo, la relación que mantiene la metrópoli con ese espacio  en blanco más allá de sus fronteras es determinante para su supervivencia. Las grandes civilizaciones que colonizaron la tierra, lo hicieron a través de núcleos urbanos: la cuenca del mediterráneo estuvo llena de pequeñas romas y el Nuevo Continente fue conquistado reproduciendo los modelos de ciudad que existían previamente en la península.
La baja densidad de población  del campo español sumada a su pobreza estructural, ha marcado una historia de crueldad y hostilidad hacia el medio rural que aún rezuma  en el panorama actual del país.
Este trabajo reflexiona sobre la fobia que ha sentido la sociedad española hacia el campo vacío a lo largo de los años.

El exilio
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