Los años sesenta acababan de empezar. Medio siglo había transcurrido desde aquella bomba electromagnética, la que altero todos los sistemas comunicativos, difusivos y de transmisión en cadena que le daban a la población sentido e identidad, estilos y multifacéticas ideas.
Sesenta años habían transcurrido de un mundo sin fluidez, sin improvisación, solo monotonía y un ambiente cerrado, tal cual, un cuadrado.
Aunque no pareciera, Chui solía ser parte del cuarto oleaje de revolucionarios visuales, los cuales, dependiendo del estilo aprendido de su etapa comprendida de los 15 años, culminando con su entonces edad vigente, más lo que seguía aprendiendo, era ese estilacho único de cada revolucionario visual. Este pequeño grupo idealizado visualmente, ayudaba al constante mejoramiento y construcción de mentes que forjaban la vida de los entonces tiempos de la Tierra, poniendo en claro que la manera de realizar las cosas, no solo se basaba en la manera en la que una persona había escrito en un libro como hacerlo y no dar más opciones o alternativas para completarlo y mentalizase en abstenerse a que solo existía un camino, un método, una manera monótona sin sentido y sobre todo, cuadrada de actuar en cualquier índole en la vida.
Chui, en un sentido especial, traía una sabia filosofía, (todos los de la cuarta oleada se regían por filosofías propias, resultado de las experiencias), la cual era sencilla pero a la vez muy real para el sentido de nuestras acciones: “La experiencia no se aprende de hojas entre libros, se gana con sucesos de la vida”.
Por esta mentalidad, Chui Blender fue muy criticado por oleajes más viejos, de hecho, los primeros dos oleajes, quienes fueron los primeros en separar la imagen de las personas del típico “se debe ver”, al solo lema “se quiere ver”, y quienes todavía traían entre sus principios el concepto “cuadraticomonotonotipico”.
El gran dilema de Chui contra sus maestros era el hecho de que ciertamente había una base en todo lo existente, pero que previamente se había experimentado y probado para ser compartida y tomada como aprendizaje, pero la discordia de Blender era el hecho de tomar esta base como un todo de las cosas, dejando atrás esa parte extraña y propia que agregaban la mente de las personas, ese lado tan abstracto y a la vez tan subjetivo que se volvía objetivo… ese lado creativo y artístico que cada persona solía tener con el estilo que del lapso de los 15 desarrollaban; en fin, el tener esta actitud de expresión “grafico artística visual”, era sinónimo de rebeldía sin causa, de desapego al Gran Sistema Cuadrático, pero, Chui Blender, si tenía una causa…
El suceso de la bomba electromagnética, para ser exactos, fue el 9 de enero del 2010, Blender preparaba una demostración auditiva, para próximamente celebrar su tercer año de iniciación en la expresión visual, y que mejor que combinando expresiones artísticas alternas, como la acústica, cuando en plena preparación, una luz blanca estallo en el cielo, seguida de un recubrimiento negro, a lo que se le solía llamar “Síntoma PostPantalla” (spp), a raíz de esto, todo ser humano escuchaba un sonido de régimen y mandato; sin embargo Chui Blender mantuvo consigo sus Walkman del 2005 y se dio cuenta que la música del siglo XXI neutralizaba los efectos de la PostPantalla. También noto que los aparatos de siglos anteriores al XXI no fueron afectados con la bomba electromagnética y solo las cintas magnéticas de cassettes olvidados destruirían el mundo “monotononulovisual” que abundaba en la Tierra.
Todos saben que Chui Blender se respalda de lo análogo, no lo digital, y también saben que acabara con la etapa de dislumbración negativa.