Siempre creí que el dibujo era algo que estaba relegado a los dibujantes, a esos que saben, como si saber dibujar fuera un don divino con el que nacés, o no.
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Un día vino mi amiga Rosi y me dijo:
"Meli, para aprender a dibujar solamente tenés que aprender a mirar."
Durante un tiempo me dediqué a dibujar en cada soporte que se me cruzaba en el día a día,
desde mi cuaderno de anotaciones, post-its, servilletas, pliegos de libros. En contextos de multitud en una clase en la facultad o en mi casa sola mirando fotos, a veces sin levantar el lápiz, otras veces levantándolo, pero siempre sin mirar el papel, con la vista fija en aquello dibujado, garabateando, reconfigurando a veces lo "mismo" varias veces, tratando de encontrar en lo deforme un sentido.
Diálogos
(...)
preguntas que creen responderse solas,
pesadillas hermosas donde,
simbólicamente,
invierto,
(revierto o ahorro, nunca sabré)
el capital de todos los sueños en uno,
como si
bastara esquivarnos,
como si, sueños translúcidos y telepáticos que todo lo alcanzan,
bastaran
pesadillas hermosas donde,
simbólicamente,
invierto,
(revierto o ahorro, nunca sabré)
el capital de todos los sueños en uno,
como si
bastara esquivarnos,
como si, sueños translúcidos y telepáticos que todo lo alcanzan,
bastaran
(Rosi)
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No sé si aprendí pero hice muchos gifs (y me divertí bastante).