En la China del siglo XVI se hablaba de las coordenadas invisibles como aquellas dejadas por las pequeñas diosas de la lluvia para indicar al sucesor de las dinastías traicionadas, es decir, a esas pobres familias que caían en desgracia gracias a uno o unos de sus miembros.
Ellas marcaban con pequeños charcos el camino al sucesor que naciendo fuera de la familia podía redimirlas y llevarlas de nuevo a la paz y armonía. Espejos del cielo que sólo podían ser leídos por espejos de la tierra, y que en su complejidad llevaban a los cartógrafos a la locura en su intento por hallar el camino, de regreso a la paz. Así es como en exceso de agua y tintas, extractos de semillas y mucho sol, éstos monotipos son intervenidos por el autor para poder descifrar esas coordenadas invisibles a los ojos, elocuentes al corazón.
Tisha Lang China