MOTIVACIÓN:
El Gran Prix de Cannes que pocos ganan pero que todos merecen.
 
A lo largo mi vida publicitaria he tenido momentos excelentes, muy buenos, buenos, regulares, malos y desastrosos. Me han pasado muchas cosas. Desde haber estudiado inicialmente Administración de Empresas y luego de un año descubrir que tenía un buen perfil para ser publicista, pasando por ser un redactor junior en una agencia y en 3 años llegar a ser Director Creativo de la misma, hasta fundar una agencia y cerrarla porque económicamente no funcionó. Así es la vida: subidas y bajadas. Me pasó de todo pero lo que nunca me pasó fue perder la pasión.
 
Me esmeré por dar lo mejor en cada proyecto y por no rendirme ante cualquier adversidad que se pudiera presentar. Trabajé como hormiga pensando en cómo llegar a hacer publicidad memorable como quienes yo considero grandes referentes -Bill Bernbach, David Ogilvy y Leo Burnett- y también pasé días enteros con mis ojos puestos en toda la creatividad publicitaria que tanto Argentina como Brasil producían, porque en mi opinión eran potencias en lo que a creatividad publicitaria se refería.
 
Desde mis inicios supe que trabajando solo no lograría sobrevivir en este mercado, en el que cuando ingresé encontré una gran cantidad de talentosos profesionales que lamentablemente se habían rendido. Al ver esto, sentí que debía motivarlos no con la experiencia -porque no la tenía- pero sí con las ganas, el entusiasmo y la energía positiva que mi juventud poseía.
 
Cada vez que me encontraba trabajando con los equipos creativos, era normal notar inseguridad en algunos de los integrantes y cuando eso pasaba yo les hacía una analogía de nuestra profesión con la banda de rock Nirvana y en ella les explicaba: “Miren, Nirvana no tenía al guitarrista más virtuoso del mundo, ni al mejor poeta de la historia, ni al mejor bajista del universo, ni al mejor baterista de la época; eran tres personas como nosotros -de carne y hueso- que se unieron, que sentían pasión por lo que hacían, que lo disfrutaban, que trabajaban disciplinadamente, que creían en lo que producían, que decían cosas relevantes para la época y que con su creatividad cambiaron la historia del rock para siempre.”
 
Ni bien comencé motivar a mis compañeros, lo que sucedió a mi alrededor fue fantástico. La confianza empezó a estar presente en el aire, ellos volvieron a sentirse capaces de hacer trabajos mucho mejores de los que habían hecho antes, empezaron a creer que valía la pena esforzarse y obtuvimos creatividad publicitaria que no solo benefició a nuestros clientes sino que además a sus creadores los hizo sentir orgullosos. Bajo esa filosofía trabajé durante años y me dejó clarísimo que esa era una forma de forjar una “autoestima profesional imbatible” para continuar, a pesar de todas las cosas desmotivadoras que uno pudiera encontrar en el camino.
 
Hoy en día con preocupación he visto un sinnúmero de agencias publicitarias que no motivan a sus integrantes en el día a día. Cuando algo sale mal, los equipos son reprochados de manera humillante, utilizando como argumento que lo hacen para que la siguiente vez hagan mejor el trabajo, pero no se dan cuenta que con ese mecanismo están siendo únicamente destructores de profesionales y están convirtiendo a personas con gran potencial, en “zombis” publicitarios.
 
Esta innegable realidad debemos cambiarla. Nunca es tarde para abrir los ojos y darnos cuenta que se pueden hacer mejor las cosas para que los jefes puedan transformarse con éxito en respetables líderes. ¿Cómo? Muy sencillo: siendo humildes, felicitando a quienes hagan bien los trabajos, corrigiendo de forma constructiva por medio de palabras de aliento, enseñando con paciencia cuando sea necesario, aceptando otros puntos de vista, dejando el ego a un lado, practicando la empatía cada segundo y sobre todo respetando a la persona con la que se esté interactuando. En fin, siendo más humanos.
 
Si comenzamos a hacerlo hoy, rápidamente veremos cómo muchos profesionales que estuvieron dormidos y desanimados todo este tiempo, se inspirarán, ayudarán a cumplir los objetivos de las agencias, amarán sus trabajos, se sentirán agradecidos y serán más felices. Hagámoslo y comprobaremos que eso es mil de veces mejor que ganar cualquier otro premio que hasta el momento haya sido inventado por el hombre.
 
 
-Juan Sebastián Henríquez Henríquez-
ESCRITO
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