Reportaje para Avianca en revista (ed. no. 84, marzo 2012). Texto: Ivette Chorro Fong, fotografías: Wissolo.

Una disimulada ruta entre Toronto y Montreal conduce a la Sucrerie de la Montagne. Su propietario, Pierre Faucher, nos invita a descubrir la confección del jarabe de arce, el bosque canadiense y sus misterios.
Acceder al establecimiento de Faucher es toda una odisea: un sinuoso camino montañoso conduce al estacionamiento del lugar. Allí, un trineo operado por dos caballos percherones nos transporta bosque adentro. En la entrada de la fábrica aguarda el propietario. Rebasando los dos metros de altura, dotado de una tupida barba blanca y detonadora sonrisa, el singular personaje lanza un estridente saludo “¡Bienvenidos!”.

La sucrerie de la Montagne es un complejo turístico-industrial de 50 hectáreas compuesto por edificios históricos (fábrica, panadería, aserradero, hostal y restaurante) y un bosque. Cada detalle es cuidado para recrear la época colonial: “los edificios tienen una edad promedio de dos siglos cada uno, la mayoría son granjas de los alrededores que adquirí y luego instalé en el terreno; estamos en un constante ejercicio de restauración y preservación arquitectónica” explica Faucher.

Inspirado en las historias de su padre, un leñador de oficio, Faucher abandona su carrera como publicista y adquiere el terreno para emprender su proyecto. “Por muchos años, yo era el loco del pueblo; vivía solo en el bosque y mi tractor era mi única compañía. Para mi familia yo era el fracasado, o mejor dicho, la oveja negra” añade.

Después de viajar durante cinco años por África, Europa y Suramérica, Faucher regresa a Canadá con unas ansias enormes de reencontrar su cultura, sus paisajes, sus aromas. Efectivamente, La sucrerie de la Montagne es toda una experiencia sensorial: al acercarnos a la fábrica percibimos el olor a caramelo que se escapa de las chimeneas.

Faucher nos explica que la confección de un buen jarabe de arce requiere dedicación y paciencia. Los árboles se perforan al final del invierno, cuando los períodos de hielo y deshielo son recurrentes; la savia de los árboles es colectada en cubetas de acero y cocida para producir diferentes grados y coloraciones. Se requieren 40 litros de savia para obtener un litro del jarabe más concentrado.

Los nativos canadienses confeccionaban el jarabe de arce por sus propiedades curativas. Hoy en día, dicho ingrediente forma parte de la alta cocina por su peculiar aroma y refinado sabor. De regreso al restaurante, pudimos apreciar de primera mano las deliciosas aplicaciones del jarabe de arce en salsas, sopas y postres. La Sucrerie de la Montagne, ofrece todo el año un menú campestre y otros menús para ocasiones especiales.
“La cocina es la mejor comunión entre seres humanos. Por eso aquí solo tenemos mesas de diez o doce personas, para hacer vivir a los comensales una placentera experiencia de grupo” explica Faucher.

La fogata iluminaba la sala del restaurante. El Caribou, bebida local compuesta por vino tinto, whiskey y jarabe de arce enrojecía las mejillas y le daba un brillo a los ojos de los invitados. Los músicos no tardaron en llegar y el día concluyó al compás del baile y de los aplausos.

Le pregunté a Faucher como se identifica a un verdadero canadiense: “su amor por el bosque. Es difícil de explicarlo, pero nosotros no vivimos en el bosque, somos el bosque. Comulgamos con los árboles, los animales y su energía. Ven, te voy a mostrar algo”. Salimos a la parte trasera del restaurante. Faucher pego un silbido y a su lado llegó una enorme loba plateada. El tamaño, la mirada impasible y la fuerza del animal eran verdaderamente impresionantes. Comenzamos a caminar junto a la loba; recorrimos el largo trecho de bosque que nos separaba del estacionamiento.

Al despedirse, Faucher silbó de nuevo y la loba no paró de aullar. Era un sonido potente, que resonaba en el bosque. “El bosque soy yo”…las palabras de Faucher todavía resonaban al verlo alejarse en el espejo del retrovisor.

Referencia: http://www.ichorrofong.ca/?p=200
Yo soy el bosque
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Yo soy el bosque

Entrevista con Pierre Faucher, productor artesanal de jarabe de arce.

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