micromundos
por Andrés Medina
Hay puertas que no dan a habitaciones. Puertas que no son la entrada a algún edificio. Que van más allá de la compresión y que tienen universos completos dentro de ellas. Hay también momentos en los que estas puertas se conjugan con la persona ideal. Existen estas coincidencias en las que dos organismos totalmente distintos tienen la oportunidad de encontrarse.
En medio del verde y húmedo lugar. Atravesando un puente casi que fantástico y con los pies de nuevo en la tierra, una puerta, invisible, se abrió de par en par y dejo pasar a tres individuos a un mundo místico.
Pero el lugar al que ellos llegaron no era común, ni siquiera entre las rarezas que escondían las múltiples dimensiones de las puertas. Parecía que varios y diminutos espacios se conectaban con el verde y la tierra. Esporas y hojas que respiraban todas bajo un mismo latir.
Una corriente de agua fresca nutría cada uno de los micromundos, había partes que estaban tan llenas de ellos que parecían casi un paisaje. Pero que los ojos no ten engañen, allí y poniendo mucha atención se podía percibir cómo cada hoja, cada helecho, cada musgo, eran uno aparte.
Cada paso por aquel lugar tenía que ser delicado, porque pisar en falso significaba terminar con toda una civilización, más que eso, cada uno de estos universos en miniatura estaba en contacto con el otro, y el siguiente. Eran una red de verde y si ponías suavemente la mano sobre uno se podía sentir como todos hacían parte de un organismo aún mayor.
La cima estaba cerca, era fácil saberlo porque el sol ya empezaba a filtrarse entre los micromundos, rayos solares iluminaban el lugar y el verde tomaba ahora tonos amarillos. Era la fuente de vida de los organismos de aquel lugar, imponente y maravilloso. Calido, delicioso.
En este punto parecía que los organismos habían dejado de crecer, pero de nuevo, no confíes demasiado en tus ojos, porque el ver es engañoso y solo es la mente la que te puede sacar de semejante enredo. Estructuras, madera, orden. Todo era parte de los micromundos, pero daba la impresión que no fuera así. Eran organismos inteligentes y como tales edificaban espacios casi irreales.
El viaje, como cualquier otro tenía que terminar. El verde había dejado paso el café, y las hojas a la madera. En este punto los universos habían perdido su vida. Pero no en vano, eran organismos majestuosos y en la cima de la montaña, como por arte de magia, habían dejado su última obra.
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Una seria fotografica que cuenta la historia de una puerta a un mundo diferente, un mundo verde, un micromundo.

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