Francisco Mata Rosas's profile

Tepito, ¡bravo, el barrio!

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Si no conoceTepito, no conoce México.

Tepito no sólo es un caldero de gente en constante actividad aglutinadaen un espacio relativamente pequeño; también representa un amasijo decircunstancias y relaciones que le han constituido del modo tan peculiar en quele ubicamos.

Barrio que perteneció al señorío tlaltelolca, la condición de subalteridadha sido su sello desde épocas prehispánicas. Tepito siempre ha acogido oleadasde los inmigrantes más desfavorecidos a nuestra urbe, gente que han idoestableciendo lazos de cooperación y organización alternativos, principalmente através del intercambio, el reciclamiento y el ejercicio del comercio formal einformal.

Aun cuando ya existan otros “Tepitos” en el país, desde una predominantey rancia mirada pudibunda, confabulada con nuestro exacerbado centralismo, estesitio resulta siempre el patito feo favoritoal cual señalar o del cual continuar espantándose. La nota sensacionalista sóloha cumplido la función de recogerle y mostrarle, otorgándole la presencia nacionale internacional que viene a institucionalizar su carácter de leyenda urbana.

Pero Tepito no sólo es la “prima fea a quien no quisiéramos presentar alas visitas”, es ante todo un útil chivo expiatorio y recurso subalterno de vinculaciónsociocultural, que nuestra patética sociedad des-moderna[1]ha ido modelando en su conjunto. Expliquémonos:

Por un lado, Tepito ha significado para algunos, mero instrumento decorrupción política y económica de altos vuelos, a través de la diseminación dela fayuca y después del narcotráfico, en paralelo con la periódica y útil arengaelectorera. En un círculo perfecto, estos fenómenos generan un intercambio endesventaja para los tepiteños, primero en la obtención de servicios públicosdeficientes, y segundo, al perpetuar como “compensación”, las concesiones yprebendas fuera de la ley, proceso que acentúa su estigma y posibilita porañadidura, operar periódicamente el aparato policial y propagandístico “contrael delito”, activando de vuelta a la nota roja.

Pero en otro tenor, revisando la diversa y continua presencia de gente distintaen Tepito, no debemos desconocer que éste barrio es también recurso alternativode democratización simbólica y cultural, exponiéndonos ante la marejada deproductos que la globalidad genera, para irnos forjando también como ávidos consumidores,que es la estrategia actual y predominante para considerarse “ciudadanos delmundo”, o cuando menos “gente in”.

Así, en muy diversas dimensiones, y cuando menos en el trayecto de nuestrahistoria “moderna” chilangocéntrica, a falta de oportunidades, Tepito se ha idoestableciendo como un mundo de oportunidades.

Simultáneamente y por encima de este escabroso pero cotidiano proceso,Tepito ha demostrado que su arraigada valía radica también en formas desolidaridad increíbles, como llegó a manifestarse en los sismos de 1985[2].Elemento parcial de un sentido de comunidad suigéneris, el barrio se manifiesta también en asuntos tales como ciertasformas peculiares del habla[3],el reventón de vecindad que se torna legendario, su importante papel como legitimadory difusor nacional de la música guapachosa, el inquietante culto a la SantaMuerte, o una vital tradición de animación y promoción de la cultura que vinoderivando del Movimiento Tepito Arte Acá[4],entre otros ejemplos.

Respuesta o resultado de un sistema históricamente verticalista, porencima de estas cosas que no pocos etiquetarán como meras formas de folclorurbano[5];la gente en este barrio detenta un esmerado e innegable empeño en el trabajo, laactitud asertiva de salir adelante contra viento y marea, haciendo también delconjunto de lo apenas disponible, componente ineludible de su identidad. Factorestodos en suma, que han forjado además su orgullo tan característico: ¡Así soy,y qué!

Cabe acotar ahora que, como sujetos constituyentes del Tepito actual, enciertos sectores de este barrio, existe la distinción simbólica entre tepiteños y tepiteros. Los primeros son los que han nacido y continúan viviendoaquí, e idealmente siguen obteniendo su sustento de este lugar; los tepiteros, por el contrario, sonaquellos que trabajan en Tepito viniendo de otras partes de la orbe, tambiénaquellos que tienen a Tepito como su fuente de ingresos o de provisión almayoreo y menudeo, e incluso, los que nacidos aquí, han roto sus vínculos coneste espacio, sea porque emigraron a otro sitio o porque simplemente decidierondesentenderse de sus raíces.

Tepito ¡Bravo,el Barrio!

Este cúmulo de reflexiones emergen desde las experiencias y vínculos conseguidosa lo largo del trabajo de campo realizado, entre el fotógrafo Francisco MataRosas y la Galería José María Velasco, que contó con la muy valiosa ayuda deAntonia Lozano Jaloma, oriunda de este barrio. Dicho trabajo duró prácticamentedos años.

Haciendo un juego de sintaxis sobre el conocido título “el barrio bravo de Tepito”, Mata nos presenta Tepito¡Bravo, el Barrio!, levantamiento fotográfico que intenta perfilar unenfoque diferente sobre este sitio, a través de tres aproximaciones básicas: Tomasaéreas, imágenes de objetos que por su acomodo, uso y disposición resultan unaespecie de instalaciones involuntarias o readymades; y retratos de personas, la parte medular de este documento.

A la manera de un puesto ambulante más, instalando su estudio improvisadoen diversos sitios y eventos estratégicos de Tepito, se invitó a posar a tepiteñosy tepiteros, que sumaron alrededor de 600 retratos, aquí solo se presenta unaselección. Al aislarlos del apabullante entorno con un ciclorama blanco, Mataconsiguió extraer su cualidad de personajes, al fijar actitudes, vestimenta,complexión, gestos, actividad, generación, etc., como factores que configuransu peculiaridad.

Diversos recorridos en Tepito, además de las sesiones de retrato, inclinarona Mata definir como el eje rector de este documento, su impresión de que elespacio público y el sentido de multiplicidad adquieren una preponderancia tal,que penetran la vida total del barrio, conformándole; de modo que sedesentendió en definitiva de registrar el espacio íntimo del hogar. La calle, pormedio del apabullante discurrir de los objetos, los sonidos, las personas y lossímbolos, permea al negocio, la vecindad, la casa y la persona, intercomunicándolesde modo casi orgánico, casi orgiástico.

Mata induce a concluir que Tepito todo es territorio común y comunitario,red de vasos comunicantes donde transitan y se desdoblan promiscuamente, variadossignos y significados; de ahí la efervescente miríada de consumidores, curiosose investigadores que deambulan por él cotidianamente. Este proyecto es entonces, una especiede celebración sobre esta otra cara de Tepito, sitio donde lo transitorio y lopermanente, los trágico y lo pintoresco, la indiferencia y la dedicación, elorden y el caos, se traslapan incesantemente.

Coexistencia diaria de lo antagónico y lo contradictorio, al igual queno pocos tepiteños, nos adherimos a inferir finalmente: Si no conoce Tepito, no conoce México. Quien esté libre de pecado,que lance la primera piedra.


Alfredo Matus
Galería José María Velasco, Barrio de Tepito, 2006

[1] Termino acuñado porRoger Bartra, y que refiere atinadamente al caos que nuestra sociedad vive, enrazón de como hemos incorporado, más que generado, patrones inconexos demodernidad, de modo que lejos de mejorar, simplemente perpetuemos con otramáscara, nuestra condición tercermundista. “Todo cambia para que nada cambie”,aludiría resumiendo Visconti, en algún pasaje de su filme El gato pardo”.
[2] Cuando, las mujeres en este barrio ejercieron un poder de organizaciónsingular, por ejemplo.
[3] Tal es el caso del albur, el cantadito y otras formas de metalenguaje,como en los códigos lingüísticos del comercio y la delincuencia, etc.
[4] En células como Comité Martes de Arte en Tepito, Centro de EstudiosTepiteños, Peña Morelos, y otros.
[5] Y tal como hacen muchosinmigrantes mexicanos en los Estados Unidos.
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