Un proyecto de diseño que propone exteriorizar el dolor de manera simbólica y comunicarlo.
El dolor hay que sacarlo, objetivarlo y narrarlo de alguna manera, para esto se propone un gesto de compartir – hacer – consumir (la persona comparte su vivencia y aporta la información, se diseña a partir de esto y, se “sana” al enfrentar la situación de una manera diferente y poder narrarla a otros); sin embargo, esto tiene que ser un gesto efímero, debe acabarse en algún momento y quedar como un recuerdo.
Para consumir el dolor, la persona debe primero romper las barreras que lo contienen, sacarlo de donde está para poder consumirlo y tomar de él algo provechoso, poder verlo desde una justa perspectiva, ser consciente de las transformaciones (buenas o malas) que se dan a partir de este, conocer qué deja el dolor y además saber sobre el dolor de otros.
Se propone un contenedor – experiencia donde se conservan y exponen especímenes de dolor con el fin de realizar un rito de disolución para llegar a un posible reconocimiento de una justa perspectiva del evento y considerar una eventual transformación a partir de las situaciones de dolor propias y de otros.