¿En qué momento de la infancia dejamos de reírnos hasta el punto de orinarnos, para empezar a ser más reprimidos, obedientes del “deber ser”? ¿Cuándo la prudencia comienza a ser más importante que todo lo demás? ¿Cómo, en qué momento, los domingos de maratón reemplazan el quedarse en cama hasta mediodía, el privilegio del desayuno
a las 2 de la tarde, la holganza de no salir y, por tanto, de no vestirse?