Desde la búsqueda de la domesticidad latina se diseña un objeto que evoca rasgos de la memoria propia y se combina con el trabajo en conjunto con un artesano de mimbre.
El tiempo nos transforma y deja marcas: cicatrices, arrugas, nuevas ideas de vida, las cosas no suelen terminar como comienzan y lo más interesante es lo que ocurre en el camino. Las bases mutan, y cada cambio deja marcas, el color florece, lo nuevo aparece y muda la historia, presente y pasado, natural y artificial están en constante diálogo, lo que fue ayer sigue siendo hoy, pero mañana tendrá nuevas marcas, otros matices que antes no existían porque ahora el tiempo y las personas han pasado por ahí.
La mano transforma y nuestros objetos dejan de ser cosas cuando entran en contacto con ellas, se convierten en ese momento en los portadores de nuestra historia, de nuestra identidad. La irresponsabilidad de los rayones, el cuidado en los adornos, las pequeñas obsesiones de lo que nunca combina; en el objeto se guardan los secretos de lo íntimo y se exhiben los recuerdos y las creencias, nos preexiste y vivirá después de nosotros, es el soporte de nuestra memoria, es toda una familia condensada en cuatro patas, una silla que siempre mira el horizonte, una silla que es el hogar cuando se encuentra.
Hay un camino que recorrer en cada nuevo trazo, en cada nuevo material, en cada nuevo color, un mundo y una historia al interior de cada uno. La lógica natural se transforma en desorden sintético, la patina del tiempo oscurece los matices y el ritmo es el cambio: crecer y recordar, vivir y acumular.
La vida se encierra en un abanico de momentos, tejidos entre ellos, y al interior nuestra memoria repartida. El final es indefinible porque si no lo reescribimos nosotros mismo lo harán los que lleguen luego. Estaremos siempre conviviendo entre lo estático y lo efímero, color y blanco y negro, nuevo y viejo, permanencia y cambio, intimidad y exhibición, la dicotomía nos hace y el contraste es nuestro lenguaje, y el cambio la permanente.
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Las huellas de nuestra historia siempre convivirán en nuestra memoria, pero la cabeza no es la única que guarda la vida, y en la materia trazamos esas mismas marcas para que el que venga encuentre el camino ya recorrido, allí codificamos nuestra memoria, y el camino es nuestro para re-correr y de otros para descubrir.
Silla en madera, mimbre y plástico.
Elaborada por Lorena Márquez, en colaboración con el artesano Eduardo Morales