#1: Problema para dormir
Decidió al fin irse a dormir. Camino a la cama, apagó las luces una a una. Primero el living, luego la cocina; finalmente el pasillo y su pieza. "¿Apagué la del pasillo? Si, lo acabo de hacer". 
Seguro de haber concluido su labor con las luces, aún sentía un resplandor que no lo dejaba dormir. No era la ampolleta, ni el televisor y definitivamente no era la luz del pasillo ¿Qué era entonces? Cerraba los ojos y no veía más que ese halo que desaparecía en cuanto los abría otra vez. 
Bastó que se lo preguntara una segunda vez para saber exactamente de qué se trataba. Resignado a tener que acostumbrarse a la molestia, sólo esperó que, en algún lugar, ella también tuviera problemas para dormir. 
#2: Cuatro veintiséis 
Martín se despertó un poco exaltado esa mañana. Vivía solo en un pequeño pero organizado departamento en el centro de Santiago. El despertador sonó, como cada mañana, exactamente a las 6:50 ("maldito se1s", pensaba cada vez que lo apagaba). Vio su celular y ya habían pasado esos nueve infernales dias y por fin era el día 10 del mes, ¡cómo amaba los múltiplos de diez!. No habían razones aparentes para su exasperación matutina hasta que lo recordó: el día era 10, claro. Miércoles 10. Pero, ¿y el mes? 
Septiembre. 
El n0veno mes.
Nu3ve.

Ya mas calmado al haber descubierto el motivo de su amargo despertar, se armó de fuerzas para comenzar el día y se metió a la ducha.
Mientras se vestía, miraba las noticias en el canal 20 (para su suerte, en su cableoperador los canales noticiosos partían desde el diec1ocho. Maldito och0.)
Siendo ya las s1ete con cincuent4 y sie7e (madito c1nco, maldito siet3), Martin ya estaba vestido, desayunado y dispuesto a partir. Sólo le faltaban tr3s minutos que rellenar. Esperó pacientemente los 180 segundos y partió.

Como cada día laboral, tomó el bus 430. Si bien lo dejaba a cu4tro malditas cuadras del trabajo, no podía si no resignarse a ese viaje.

Martin tuvo una vez un breve flirteo con el mundo de los taxis. Una mañana salía apurado hacia una reunión y se le ocurrió tomar uno hacia el trabajo. Craso error. El viaje le salió s1ete mil do5cientos och3nta y d0s malditos pesos. Sin pensarlo d0s veces (no tenía tiempo para pensarlo och0 veces más), sacó un billete de 10.000 benditos pesos y se lo pasó al chofer. Antes de que éste pudiera darle el vuelto, Martin ya iba entrando al edificio.

De vuelta ese miércoles 10 del mes nu3ve, Martin caminaba rápidamente por la tercer4 cuadra (maldita, por cierto) para alcanzar a pasar el umbral del edificio a las och0 en punto. Le quedaban 60 segundos para recorrer esa última cuadra. Tenía su objetivo tan claro en la mente que cuando reparó que estaba en medio de la calle, ya era demasiado tarde para detenerse. Lo último que Martín Nuñez pudo ver fue el letrero de tr3s números iluminados de una micro que había salido a su encuentro a toda velocidad. Era una maldita cuatro veintiséis.
Narrativa
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Narrativa personal.

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