Como repitieron los familiares en muchas conversaciones que compartimos en suelo malvinense, para ellos el viaje era el cierre de un círculo. La certidumbre que necesitaban había llegado y el nombre de esa persona que persistió en sus pensamientos durante los últimos 41 años ahora estaba inscripto en un espacio físico, en una placa al lado de la cruz en donde sus restos finalmente descansan en paz. Por primera vez tenían un lugar para despedirse de su ser amado, para desahogar el dolor de su pérdida. También para compartir esa vivencia con otros, como sucede en los ritos funerarios de muchas culturas.
Viajé como fotógrafa y con la clara y única misión de registrar momentos de esa reparación histórica largamente demorada. Mi objetivo inicial era perpetuar, con las posibilidades del lenguaje fotográfico, ese “reencuentro” de cada familiar con su ser querido pero, en el proceso, fui volviéndome un poco parte de ese viaje físico y emocional. Esas mismas personas, que estaban atravesando quizás uno de los momentos más esperados de sus vidas, me incluyeron e hicieron parte de su experiencia. Muchas veces me tocó bajar la cámara para dar un abrazo, secar lágrimas propias y ajenas, apreciar un momento sin lentes de por medio. También para reírme, para sostener una mano, para prestar mi escucha, para acompañar con todos mis sentidos una historia muy personal, un profundo desahogo.
Estaré eternamente agradecida a este grupo de familiares —la “familia Malvinas”, como se autodenominan—, tan heterogéneo como cohesionado, ahora reunido realmente en Malvinas. Les agradezco que me hayan permitido registrar momentos de su convivencia; de comidas compartidas; de charlas e historias, llantos y risas; de compañías mutuas y de instantes para atesorar en la memoria; de recorridos por cada lugar de los que se pudo visitar en ese gran escenario, las Islas, por esas tierras que fueron campo de batalla y tantas veces imaginaron. Estoy agradecida, finalmente, por haber tenido la posibilidad de registrar todo eso con total naturalidad y sin intrusiones.
Sé que fue una vivencia transformadora y que, de a ratos, se tornó sumamente difícil asimilar desde lo emocional. Estas imágenes son solo una parte de esa experiencia pero, de algún modo, aspiro a que sea una forma de reconocimiento hacia los familiares ya que me siento en deuda por todo lo recibido por parte de ellos. Ojalá les ayude a concientizar lo que vivieron.
Las consecuencias de la guerra de Malvinas no deberían pasar desapercibidas y deseo que estas fotografías le recuerde eso a cada persona que las ve.
