SABER
Tengo un hueco en medio del cuerpo que se expande y luego se cura, parezco Prometeo condenado a un eterno sufrimiento que por días me merezco y ahora no queda más qué decir. No sé mucho de mí, no habría ninguna descripción idónea de lo que significo. Saber es una cualidad utópica, pues todo el tiempo que creemos saber es, en realidad, ignorancia. ¿Qué puedo hacer si no sé? Creo que seguir con el hueco y angustiarme cada vez más en un desesperado intento por cambiar. Nada de lo que pretendo ser es real, solo es la falsa reivindicación del monstruo que se ve. Por eso la soledad es certeza y alejarse es tarea diaria. Quiero pasar mis manos por la espalda, quebrarme los huesos y atraparme en un abrazo sangrante que, de algún modo, humecte mi piel. Acurrucarme al punto de volver a impregnarme en el útero de mi mamá para tranquilizar esta eterna locura de querer saber.
Saber no vale la pena porque ¿de qué sirve saber que todo va a estar bien si, igual, hay que sufrir para estar bien?
¿Será que todo lo que me duele va a pasar? A veces no sé, pero por momentos sé que sí y no sé si saber es mejor o peor.
Saber no vale la pena porque ¿de qué sirve saber que todo va a estar bien si, igual, hay que sufrir para estar bien?
¿Será que todo lo que me duele va a pasar? A veces no sé, pero por momentos sé que sí y no sé si saber es mejor o peor.
Texto: Juan Pablo Peláez
