Daniel Reche Beltrán's profile

Atardecer en Cabo de Gata

Atardecer en Cabo de Gata
Estás mirando al mar, sentada en el tronco que hace de quitamiedos, secándote el pelo y quitándote la arena de los pies antes de entrar al coche.  Así te encuentro cuando levanto la mirada en mi lucha por contrarrestar el peso de las bolsas y la nevera que tiran de mí hacia abajo y me hunden hasta las rodillas. Igual si le quitasen a esta playa unos metros nadie se daría cuenta. 

Mientras meto con prisa los trastos de la playa en el maletero, la fila de coches que marcha a ritmo de procesión por la provincial 315 se hace cada vez más larga. Pronto será demasiado tarde, se hará de noche y esto se convertirá en una cola de luces rojas que no avanza. En una carretera llena de gente que no ha calculado bien el tiempo que necesitaban para salir pitando de allí antes de que les pille la caravana que siempre se forma los domingos por la tarde. Un reguero de hormigas que vuelve a la colonia antes del desastre. 

La velocidad y la fuerza con la que coloco los bártulos te llama y pide colaboración. O nos damos prisas, o nos vamos a comer el atasco. A mí también me gustaría sacudirme la arena, pero prefiero barrer mi casa luego a ser el relleno del sandwich de un chulo con sombrero de paja en un Seat Ibiza y un Citröen C4 con perro y bebé a bordo. Paro por un momento y me giro a mirarte. A decirte en voz alta lo que estoy pensando y ya nunca vas a escuchar, porque al girarme tus ojos ya me están esperando y tengo que frenar en seco. 

Mira, me dices con media sonrisa indicando con la cabeza algo que hay detrás de ti. Aún hay gente en la playa, gente que también se ha traído la cena. Otros siguen en el agua. La niña que esta mañana cazó una medusa aún lleva los manguitos y sus padres ni siquiera han empezado a quitarle el aire al delfín hinchable. ¿Qué es? No entiendo qué tengo que mirar. Espera un poco, impaciente. Tienes que mirar más. Debajo de una sombrilla que tapa ya poca sombra, dos abuelos miran cómo su hija y su nieto recorren la orilla de la mano buscando conchas. Empiezo a perder la paciencia cuando de repente pasa, y tengo que darle la razón a tus ojos, que ven más lejos que los míos, en tiempo y en espacio. Lo que tú ya sabías ocurre en un instante. Las sombras de los abuelos, de la madre y el niño, las sombras de todos, se alargan hasta el infinito. La Sierra de Gádor, que hasta ahora no era más que un figurante se oscurece hasta el negro y hace relucir más aún el destello rojo que aparece detrás de ella. El sol se despide. Su color grita mientras todo el mundo deja lo que está haciendo y se vuelve a mirarle, como llevas haciendo tú desde hace rato, como si hasta ahora solo tú lo hubiera visto. Ya no hay mar, ni coches, ni montaña. Todo es rojo lo que dura un suspiro... y después penumbra. Solo tus ojos, que ven más allá, son capaces de contener ese color un suspiro más. ¿Lo has visto?

Mientras te sacudías la arena, yo no he podido sacudirme esta sensación de que algo se me escapa. Y ahora lo veo. Lo que para mí es un quitamiedos, para ti es un mirador y lo que para mí es un atasco, para ti es tiempo ganado. Yo hace ya rato que me había ido de la playa. Tú la sigues respirando aún, en este atasco nocturno, mientras te ríes cuando el perro del coche de alante saca la cabeza por la ventana y yo intento parecerme un poco más a ti.
Dani Reche, 2023
Contacto: rechebeltran@hotmail.com
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