Vivimos en un mundo de sonidos. Sonidos que se oyen y otros que no. Sonidos musicales y caóticos. Sonidos familiares y extraños. Sonidos agradables y sonidos inquietantes. Sonidos que destrozan y sonidos que curan.
Desde la gestación estamos rodeados de sonidos: los latidos de la madre y su respiración.
El sonido nos afecta por el principio de resonancia, por el cual una vibración más intensa y armónica contagia a otra más débil y desarmónica. El sonido de los cuencos tibetanos equilibran los planos físico, mental y emocional. Actúan despejando la mente, destrabando bloqueos emocionales.
Son sonidos puros, intensos y guardan un misterio particular.
Es una experiencia para ser vivida.
El sonido nos afecta por el principio de resonancia, por el cual una vibración más intensa y armónica contagia a otra más débil y desarmónica. El sonido de los cuencos tibetanos equilibran los planos físico, mental y emocional. Actúan despejando la mente, destrabando bloqueos emocionales.
Son sonidos puros, intensos y guardan un misterio particular.
Es una experiencia para ser vivida.
Esta armonización fue realizada por Luli Labat en la Casa China de la laguna de Bacalar México en un mágico atardecer.
Fotografía: Miguel Torres
Edición: Miguel Torres
Audio: Sandra Berea
Armonización: Luli Labat