Desde que nací, mis abuelos han sido figuras fundamentales en mi proceso de crecimiento: mi abuela paterna atendió mi parto, mis abuelos maternos cuidaban de mí en las tardes después del colegio mientras mis padres trabajaban, mi abuelo paterno me enseñó el amor a distancia. 
Soy absurdamente afortunada por poder compartir con ellos, aun a mis 25 años. Muy pocas personas siquiera logran conocer a sus abuelos. A mí me los regalaron con tiempo extendido. A veces los doy por sentado , pero al mirarlos, me doy cuenta de la fragilidad del cuerpo y de la vida. El paso del tiempo me hizo consciente de que mientras yo iba creciendo, ellos iban envejeciendo. 
Ellos cuatros son mis raíces y son cuatro pilares de lo que soy y lo que me depara un poco la vida en cuestión del futuro y salud. Mi mamá me cuenta que cuando era bebé, tenía los ojos verdes y claros como los de ella y de mi abuelo paterno, pero con el tiempo se pusieron oscuros como los de los demás. Heredé el cabello oscuro y liso de mi abuela materna, pero con visos rojizos del pelo castaño de mi abuela paterna. 
Una de las características que hoy en día más me gustan de mi apariencia, son mis ojos un poco rasgados que se los robé a la mamá de mi papá. Cuando era niña, me hacían comentarios despectivos al respecto y siento que esta fuerza de vergüenza hizo que mis ojitos achinados se abrieran un poco más, pero conservan su forma que hoy me gusta tanto. 
De ninguno heredé la nariz, y lo agradezco un poco. Es más como una combinación de las características bellas de cada una de sus narices y me considero tan afortunada por esa selección genética. 
De mi abuelo materno es de quien disto más en apariencia. Pero gracias a él disfruto de ser considerada una mujer “alta” para el promedio colombiano. No heredé ni su color de piel, ni su nariz puntiaguda con carácter, ni sus ojos redondos. Pero mi metro sesenta de altura se lo debo a él y a su elegancia con la que siempre se desplazaba al ser un hombre de porte y alto. 
Mi color de piel es de mis abuelos paternos. Mis abuelos maternos son mucho más morenos, de piel más tostada y es nuestra diferencia más significativa. La gente a veces no creería que el papá de mi mamá podría ser mi pariente. 
Con el tiempo, puedo verme similar a mis abuelas: con mis párpados caídos y las mejillas flácidas. Puedo ver mi frente y ceño fruncido de mis abuelos marcarme la piel en el futuro, quizá así me parezca más a ellos. Quizá en unos años vea estas fotos y sonría y me mire al espejo y vea cada vez más un poquito más de ellos cuatro en mi cara. 
Raíces
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