CRÓNICA DE UN FEMINICIDIO ANUNCIADO: DESHUMANIZANDO A LA MUJER

12 marzo 2019. Parte policial. Sharoom Berusca Leon Jara. Mujer. Fallecida. Traumatismo Craneoencefálico. Restos humanos carbonizados. Agente causante: contuso. Feminicida. Nick Brayan León Chumpitaz.

¿Cuál es la forma correcta de contar un feminicidio, pero más importante aún, cuántas veces puede ser asesinada la misma mujer? Sharoom Leon falleció hace más de un año a manos de su pareja. Hoy es el ejemplo perfecto de como la normalización de este tema convierte el cruel asesinato en una cifra más en nuestro país que, hasta abril de 2020, llevaba 46 casos confirmados por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables.
Para la periodista Teresina Muñóz, escritora de los libros “Morir de amor” y “A quién le importa”, relacionados directamente con la violencia contra la mujer, el feminicidio ha desnaturalizado la historia de aquellas mujeres que tenían más sueños que ser la cara golpeada, quemada o descuartizada que transmiten los medios de comunicación cada minuto “No se aborda el tema con el profesionalismo, los medios siguen matando a las mujeres más veces de las que murieron”. Personas con una vida normal que se convirtieron en íconos de lucha por ser golpeadas, mujeres que tienen como mayor mérito el haber sido asesinadas y abrir un espacio de debate sobre sus cuerpos helados para crear conciencia colectiva.

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El inicio del calvario de la duda para la familia Jara se dio el día de la desaparición de Sharoom, pero los ocho días siguientes fueron los que realmente los golpearon. Había un cambio notorio en la personalidad de León Chumpitaz, según explican familiares y amigos, no hubo un solo día en el que él no la llamara o buscara si ella no se reportaba. Tras la desaparición, Ruth Jara Vásquez, tía materna de la víctima, acompañada de su sobrina Mayra León Jara, interrogaron a la última persona que la vio: Nick. Este se mostraba indiferente, cínico y frío ante las acusaciones: “Es como si le diera igual. Sin remordimientos, sin sentimientos. No asume, o no tiene por lo menos un poco de culpa, de vergüenza, como si nada”, explica la tía. Tenía rastros de arañones en el rostro y no negaba que quien lo hirió fue Sharoom durante una discusión, a pesar de ello, negó conocer su paradero.
Con el paso de los días, Ruth explica que la investigación no avanzaba. La Policía no hacía nada para buscar a su sobrina, tampoco habían incluido su nombre en la lista de desaparecidos “recién cuando nosotras le hemos puesto presión y le hablamos fuerte, el empezó a revisar”. Ruth se nota descontenta con ello, actitud comprensible, y es que ella explica que, tal vez, si las autoridades hubieran puesto la atención necesaria, habrían encontrado a Sharoom antes “yo sé que no la hubiésemos encontrado viva, porque ya estaba muerta, pero por lo menos hubiésemos hallado su cuerpo, hubiésemos hecho una sepultura como se lo merece”.

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“Empezamos a discutir por celos de ella hacia mí, celándome con varias chicas, yo le decía que no era verdad porque ella tenía mi Facebook, y ella se quiso ir, yo la retuve abrazándola, y le dije vamos a otro lado, y ahí me arañó la cara” narra el feminicida. Se encontraban a las nueve y media de la noche en el cerro Maracaná, la oscuridad creaba el ambiente perfecto para el crimen, “yo le reclamé sobre su ex pareja de nombre “Diego”, diciéndole que por qué se seguía comunicando con él y ahí los celos me ganaron y con una piedra que había recogido del piso la golpeé en su cabeza, eso fueron tres veces, la primera se desmayó”, contrario a cualquier instinto racional por salvarle la vida o remediar sus actos, con completa frialdad, continuó con las agresiones “las dos veces más lo hice con fuerza, cuando ella estaba en el suelo y me di cuenta que ya no reaccionaba y no tenía pulso,  ahí me retiré del cerro caminando y fui a Santa Anita a la casa de mi padrastro, ahí lavé mis zapatillas (…) las lavé porque estaban de sangre, eso fue a las once de la noche aproximadamente, de ahí me fui a mi casa a descansar, ya no volví a subir, ni nada, me puse a trabajar y seguí con mi rutina diaria”.

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“Era muy alegre, una chica muy tierna, muy dadivosa; todas las amistades que tiene, los amigos y los familiares siempre han sabido que ella era así. Muy buena, muy tranquila (…)” comentaba Ruth con lágrimas en los ojos, a los siete meses de ocurrido el hecho. Es difícil seguir escarbando en la historia y es que las víctimas no sólo son aquellas que yacen en una fría tumba, también aquellos que dejaron atrás. Ruth siempre se mostró algo reacia a contar ciertos detalles, pues explicó que gran parte de los medios había tocado, con morbosidad, la relación de pareja – primos entre la víctima y el asesino – y sentía que sólo usaron la historia de su sobrina para justificar los actos de Nick. Aunque esa no era su mayor preocupación, Sharoom dejó a un hijo de tres años en la orfandad, un niño que en algún momento se enterará de las circunstancias de la muerte de su madre “¿Cómo se va a enterar, cuando él sea más grande y él busque cómo la mataron a su mamá? ¿Qué va a encontrar en Internet?”.
Teresina menciona que el duelo tras la muerte de un familiar por una muerte natural es insoportable, en el caso de una muerte violenta, el dolor llega a ser inimaginable. En el libro “Morir de Amor”, ella cuenta la historia de cuatro mujeres, una de ellas era muy cercana a su familia y fue su hermana quien hizo el reconocimiento del cuerpo. “Mi hermana no se podrá olvidar jamás a Simona muerta, la sangre que le chorreaba, echada desnuda en una mesa de metal en la morgue. Son imágenes que no son sanadoras” comenta Muñoz. Ahora, pensemos en la salud mental de una mujer que logró sobrevivir a un brutal ataque. “Imagínate el miedo con el que vivirán y son mujeres que muchas veces anteponen la vida de sus hijos a las de ellas. En muchos casos no tiene más lugar a dónde irse y no tiene más opción que quedarse con el asesino hasta que la mata”.

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Sharoom no fue la primera mujer que recorrió junto a Nick Brayan León Chumpitaz el punto más alto y desolado del cerro San Pedro; asimismo, tampoco era su primera reacción violenta guiada por celos y dependencia hacia su pareja. El 14 de septiembre de 2016, Nick León fue a buscar a Zulma Villanueva al instituto en el cual estudiaba cosmetología e intentó persuadirla para que se fuera con él, ante la negativa de la muchacha optó por usar la fuerza “yo no quería ir, entonces forcejeamos y pone un cuchillo en mi espalda y me dice que camine y que lo apoye, luego de eso me dejaría tranquila, entonces le digo que está bien, que lo acompañaré. Llegamos al paradero de la clínica y tomamos un mototaxi, pensé que íbamos a ir a su casa, pero no fue así”, el destino fue el cerro en cuestión, el escenario principal del crimen contra Sharoom. Con golpes y amenazas llegaron a la cueva, donde la ahorcó al grado de dejarla inconsciente, estaba a punto de salir del lugar pensando que la había matado, es entonces que ella reacciona y él vuelve con la intención de concluir el crimen “al verme llorar, me ayuda a levantarme, en ese momento le comienzo a hablar, y le digo que yo me iría con él, que iba a dejar a mi familia, así aceptó y salimos del cerro. Yo estaba mal, porque arrojaba sangre y me llevó hasta la altura de su casa donde hay una bodega y ahí me deja sentada, según él sacaría plata para irnos juntos, es ahí que yo aprovecho y tomo un mototaxi y voy a la comisaría de San Cayetano, donde denuncio el hecho”. Zulma Villareal retiró la denuncia de intento de feminicidio y salió del país por temor a las consecuencias.

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A sus 24 años y con pleno uso de sus facultades, el joven limeño ya tenía consigo un amplio historial policial, una carpeta con once denuncias. Pero ¿quién es en realidad este hombre? El informe presentado por la psicóloga forense, Liliana Marin Avila, tras su captura, nos indica el camino para comprender, más no justificar, sus actos. “Es irreverente, dominante y egocéntrico (…) actúa de forma temeraria con arrebatos de ira y violencia e incapacidad para controlar las propias conductas explosivas. Con escaso control de sus impulsos agresivos y sexuales, presentando denuncias anteriores por estos motivos.” Tal es el caso de la presunta violación perpetrada el 14 de octubre del 2016 a Nicole Stefany Castilla Quispe quien, en ese entonces, era una menor de tan sólo 16 años, motivo por el cual la denuncia figura con el nombre de su madre.

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Y es que, esta es una pequeña muestra de los casos que pasan día a día a través de nuestras pantallas, reviviendo una y otra vez el hecho. Como dice Teresina “Enseñando a matar”, los medios de comunicación se deben basar en abrir un espacio que incite a tomar conciencia, no a desnaturalizar a una mujer que no tuvo la culpa de ser agredida o asesinada. Tal es el caso de Eyvi Ágreda, quien fue asesinada hace dos años, si bien la condena fue aplicada con todo el peso de la ley contra el feminicida, el público no sólo reclamaba, también criticaba las condiciones y, en muchos casos, defendía el hecho. Cada persona, cada mujer es única y merece un final privado y digno, en el que se reconozcan sus falencias, pero también sus sueños, metas, familia. Un final que no sea precipitado por los celos o inseguridades del machismo histórico que viene arrastrando la sociedad peruana.

Escrito por: Marjorie Schlaefli
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