Camino rápido, tengo frío, la humedad trepa por mis piernas y el viento me duele como un presagio, me cruzo con gente extraña, parecen retratos de Diane Arbus.

En mi sueño del lunes, estoy jugando abajo de la mesa de patas rojas, la del hule de girasoles, nunca te dije que era el más feo del mundo, hasta que vi en la vidriera de la ferretería el de gatitos bebés rodando por el pasto.

Te escucho llegar, veo asomar tu pollera de paño y siento tu perfume de siempre, mezclado con olor a sopa. Me quedo inmóvil, no quiero que me descubras, me enojo; porque es mi juego, mi escondite, mi lugar; Igual vos pocas veces me registrabas, siempre ocupada, como si se vinieran días cada vez mas duros.

Tu mirada rastrea el lugar, vas y venís desesperada, hurgando en ese bolso de cuero gris metalizado, pasado de moda, tan gastado pero que guardabas como un gran tesoro, seguramente era un regalo de ella, otra mas de sus compras inútiles, alguna súper oferta de liquidación y su compulsividad indomable, pero a vos no te importaba, era lindo y al pueblo esas cosas no llegaban. Además vos sentías que te lo merecías, por estar siempre, por callar secretos, por tapar tantas tantas verdades, seguramente ella te lo entregó feliz, convencida, eufórica, porque vos siempre fuiste incondicional a pesar de todo.

El bolso cae, yo miro de reojo, hay cajas de remedios aplastadas, pastillas vencidas, papeles arrugados, llaves, algún viejo maquillaje, también asoma tu collar de perlas, el que nunca te animaste a usar porque ninguna ocasión lo merecía… ese tiempo siempre postergado, y veo una medallita de la virgen milagrosa, tu religión y todo ese cuentito aprendido.

Yo te sigo contemplando, muy sentada, desde mi lugar de niña-vieja, tan despegada y tan aburrida de escuchar siempre el mismo relato, ese lamento impostado, ese mantra interminable, esa lluvia de preguntas sin respuestas: ¿tu felicidad?, ¿tus sueños?, ¿tu destino?, tu enojo eterno, el ocaso del glamour y esa rutina a la que te aferras como una garrapata.