Mi madre la tenía guardada celosamente en su gran Biblia. Una de las muñequitas de papel que formaba parte de los souvenires que confeccionó mi abuela completamente a mano para su fiesta de 8 años.

Ella ahora tiene 82 y lo recuerda perfectamente. Me cuenta que estaban pegadas de unos vasitos de cartón que contenían los dulces para sus pequeños invitados dispuestas en la mesa... y eran muchas!  Rodeaban una muñeca idéntica, gigante, que adornaba el pastel.  En la mano derecha llevaban un bizcochito, que ya desapareció en esta.

No tomé suficiente fotos, pero tiene piernas debajo de la doble falda. El papel crepé fue cosido igual que los lazos del pelo. Ya está descolorido por el tiempo, pero supongo que era de algún bello tono rosa.

Imagino cuánto esmero y delicadeza tuvo que tener Mamá Luisa para que ese papel tan frágil no se rompiera y con la antelación que debió preparar todo para que estuviese listo el día de la fiesta.

Cuántos detalles, cuánto amor... cuán hermoso es saberse provenir de este nido!  Y cuán reconfortante es redescubrirlo con este corazón que va transformándose en uno más comprensivo y abierto a la magia verdadera de la vida.

Pequeña Joya
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