Proyecto desarrollado en conjunto con la Arq. Adriana Martínez y el Arq. Salomón González
Cydonia, es una intromisión en el paisaje arenoso del planeta rojo, que busca activar la memoria natural del antiguo sueño de volar del ser humano y además responde al espíritu de nuestro tiempo, a las posibilidades de un futuro que está por venir: habitar Marte.
A pesar de que Marte tiene casi la misma superficie de la Tierra, sólo tiene la mitad del diámetro que nuestro planeta y una menor densidad. Estas dos circunstancias, al pisar la superficie, permiten una sensación de ligereza, pues la gravedad es apenas un tercio a la del planeta terrestre. Así, a partir de este elemento que sólo puede aportar Marte, junto con el paisaje de sus dunas, valles, volcanes y cráteres; el proyecto plantea un salto utópico hacia lo alto, hacia el espacio, hacia la nada y el todo a la vez. De esa forma, todo artista estará desprovisto de obstáculos físicos o espirituales, y podrá encontrar en Cydonia un espacio para disfrutar su inspiración en plena libertad.
El Hostal se ubica en la región limitada por las llanuras de Acidalia Planitia y las tierras altas de Arabia Terra. Entre otras características, es una región de pequeñas colinas o protuberancias; específicamente, se sitúa en la montaña central de un cráter, interviniendo perpendicularmente para apropiarse de la topografía desde su centro y alzarse hasta la cima, ofreciendo en lugar de volúmenes y pasillos, experiencias que conducen al vacío.
En particular, los estudios se configuran a partir de una circulación subterránea y se orientan hacia el anillo interior del cráter, brindando todas las comodidades en un espacio antes inhabitable, además de la privacidad y experiencia personal de ligereza. Cada módulo se organiza a partir de dos niveles, el primero corresponde al área de servicios y estudio, el segundo destinado para el descanso; adicionalmente, se propone un espacio anexo donde la ingravidez es protagonista, cualidad que resultará esencial durante el ritual privado de cada artista y aportará una experiencia novedosa y mística.
Como resultado, se propone una forma de habitar, en la que al principio no hay nada, luego hay un profundo vacío y después, un lienzo de tonos rojizos a través de la ventana, la posibilidad de contemplar al infinito y engrandecer el proceso creativo. En aquella circunstancia, el tiempo y espacio desaparecerán y, con ellos, las barreras que limitan la inspiración; el individuo se vaciará y surgirán infinitas posibilidades para la creación artística.
