Moodboard
El territorio creativo de un proyecto lo defino entre preguntas, preguntas, preguntas y una gran parte de intuición creativa.
El resultado es una colección de imágenes, emociones, música, frases, texturas, tipografías y colores desde donde emerge —sin siquiera hacer esfuerzo— el camino para empezar a proyectar.
Cuando tienes el territorio, tienes un lenguaje visual que funciona como frasquitos de elementos químicos para un experimento. Sólo toca empezar a probar.
Bajar a tierra. Proponer. Y si te pierdes, tienes un cuaderno a donde volver.
Qué ilusión me provoca esta fase.
Es una fase entre conceptual y terrenal. Es donde armas un mundo. Donde pones las primeras palabras, encajas piezas y juegas a construir.
Siempre, siempre quise ser arquitecta. Y esta fase, tal vez, sea un gran plan B.
El resultado es una colección de imágenes, emociones, música, frases, texturas, tipografías y colores desde donde emerge —sin siquiera hacer esfuerzo— el camino para empezar a proyectar.
Cuando tienes el territorio, tienes un lenguaje visual que funciona como frasquitos de elementos químicos para un experimento. Sólo toca empezar a probar.
Bajar a tierra. Proponer. Y si te pierdes, tienes un cuaderno a donde volver.
Qué ilusión me provoca esta fase.
Es una fase entre conceptual y terrenal. Es donde armas un mundo. Donde pones las primeras palabras, encajas piezas y juegas a construir.
Siempre, siempre quise ser arquitecta. Y esta fase, tal vez, sea un gran plan B.
p.d: La construcción del territorio creativo de este proyecto —Libros Prohibidos— lo empecé con el libro Fahrenheit 451 de Ray Bradbury (1953).
