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Destellos. Relatos. Visualidades.

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Taller "Memorias visuales del barrio" a cargo de las docentes 
Mariel Melechenko, Amorina Prosperi y Liza Nannetti.
En sus pasos cansinos, su andar vacilante, se entienden sus ya 93 años. Nunca se fue de su barrio, desde los inquilinatos en los que vivió con su familia de pequeña y adolescente hasta la casa propia mudándose por pocas cuadras, permaneció en su querido barrio. Los recuerdos del pasado se agolpan en su mente a veces mejor de lo que sucedió ayer. El tiempo es implacable y se ensaña con esta realidad de hoy. Los niños jugaban en las veredas a la rayuela, a la mancha. Y las rondas... ah! las rondas con esas voces infantiles cantando "La farolera". Nostalgia al ver que las calles ya no se llenan de obreros yendo hacia la estación de tren. Suspira y una sonrisa ilumina su rostro. ¿A causa de la imagen de sus nietos? ¿O ve a sus hermanas que ya no están? Dejemos que siga con sus ensueños.”
ISABEL


“El desarraigo fue; eso...dejar el pasado de aquel querido país y en el recuerdo solo queda una sombra de nostalgia de lo que no fue. Era domingo; se asomó al gran ventanal que daba al parque, y vio como el viento empujaba obstinadamente las flores del enorme jacarandá en remolinos que formaban manchas azules y violetas en el suelo que ya no pertenecían a su dueño, la tormenta se había ensañado no solo con él sino que además había derribado un viejo árbol que yacía en la vereda y en ese momento de tristeza, la presencia alegre de unos niños que saltaban y jugaban sobre él, la vida es eso pensó; caminos recorridos de libertades suspendidas y recobradas, de memorias que se entretejen en nuevos anhelos de cambios y felicidades, de pérdidas y de tiempos implacables. Es la vida y el barrio.”
BETTY


“Caminos tortuosos arrastrados, condicionan futuros memoriosos. El tiempo transcurre a los saltos, surgen anhelos de cambio. No olvida las veredas de niño jugando con aguas servidas. La memoria impide presencias del pasado degradante. El desarraigo lo libera y arroja, será un futuro libertario.”
Armando


“Por años había perdido el bien más preciado, su libertad. Ese día, soleado, decidió caminar hacia la nostalgia. Llegó a su barrio y en un momento, se asombró al descubrir chicos jugando en la vereda. Inmóvil cada músculo de su cuerpo, solo pudo volver a través de su cerebro al tiempo de su niñez. Y, se vió ahí, delante de sus ojos junto a sus hermanos y amigos corriendo la pelota, ésa, que la madre había confeccionado con las rotas medias del abuelo. “¡La puta! Qué memoria”, y yo que pensé que todo había quedado como recuerdo de los años más gloriosos de mi vida, que ahora solo flotan en mi mente los anhelos de cambio que me propuse por años para que, en esta nueva vida, se transformen en realidad.”
“A través de fotografías de mi barrio sobrevolaron los caminos recorridos de mi vida. Las transformaciones que tuve en el tiempo transcurrido desde mi infancia, adolescencia, adultez y como adulto mayor. Mirando algunas me trajeron a la memoria cierta nostalgia pero también momentos muy gratos. Hoy el tiempo me permite construir un futuro inmediato pleno de esperanza y en libertad.”
Stella Maris


“Juan nunca se fue de su barrio. En él, niñas y niños jugaban en la vereda. Tuvo una infancia feliz, junto a sus amistades. Recordaba los juegos pasados, sin que esto implicara tristeza: las carreras, la bicicleta, los patines, jugar a la bolita, a las figuritas, a la rayuela…
Surgieron otros recuerdos en su cabeza, el disfrute de las tardes en el parque, durante todo el año. La libertad que sentían allí, era lo más importante. Hasta que un día, en una tarde oscura de invierno, el viento era despiadado. ¡Imposible ir al parque! Al regresar, al día siguiente, los árboles caídos en él, después de la tormenta, producían infinita nostalgia. Pero... ¡Qué alegría! Sólo había sido un sueño. Juan disfruta viendo una nueva generación de niñas y niños, jugando en el mismo lugar de su niñez.”
Verónica 


transcripción de representación realizada en clase 
“¡Ring! ¡Ring! Hola Ernesto! ¿Cómo te va tanto tiempo? ¿Cómo estás? No, no, no, él nunca se fue del barrio. El desarraigo que difícil, estar lejos de las raíces. Mmm... ¿te acordás? Qué libertad cuando jugábamos de niños en la vereda y eso, que importante; ahora lo perdimos, esa libertad por el tema de la inseguridad. Ajá, sí, claro. No, el tiempo es implacable, nos muestra ese pasado maravilloso, y este presente encerrados a causa del covid. ¡Uy! ¿Escuchas? Me tocan insistentemente la puerta, debo bajar. Seguí, seguí tu camino con fuerza, no mires hacía atrás que todo estará bien. ¡Te llamo en estos días! ¡Besos! ¡Chau, chau!”
Elena 


“Nunca me fui de mi barrio. Llegué mucho antes de nacer: fue a fines del siglo XIX, cuando mis abuelos maternos llegaron de Italia, desde Cosenza, en la región de Calabria. Fue durante la presidencia del General Roca. Por eso, cuando mi abuela se refería a alguien que se daba mucha importancia, decía : “fosse il Príncipe Roca”. Eminentemente monárquica, no conocía la figura presidencial.
Yo no la quería cuando era chica. Era agria, siempre hosca. Muy distinta a mi abuelo que era “un tano engrupido de criollo” como dice la canción. El desarraigo para ella debe haber sido terrible: una campesina en esta Buenos Aires que devenía en metrópoli. Nunca volvió a ver a su familia, nunca tuvo noticias de nadie. Quién sabe qué sueños soñó, que seguramente no se cumplieron. El paso del tiempo sólo le trajo nostalgias del “piccolo paese”. Tuve que llegar a ser adulta para comprender que nunca fue feliz; entonces me reconcilié con su memoria. El año pasado viajamos con Héctor por el sur de Italia y Sicilia. En la autostrada pasamos por Cosenza. Vi sus campos sembrados de olivos y se me nublaron los ojos. Me acordé de “El Abuelo” que canta Alberto Cortez, y pensé que también ella, de alguna manera, había vuelto al querido paese. 
Norma
Taller "El tango canta la historia" a cargo de las docentes 
Paola Chiodi y Florencia Ceirano.
Taller "El barrio en el cine, ficciones para la memoria" a cargo de les docentes 
Rocío Zaldumbide, Maya Rivas y Julio Benavides.
¿Fanático yo?
Mi padre nació y se crió frente a la primera cancha de Boca Juniors en la calle Brandsen. Tanto él como sus hermanos y su padre eran fanáticos del equipo y por supuesto iban a todos los partidos, cada domingo después del almuerzo. Pero a ninguno de los “muchachos”, -mi padre tenía dos hermanos-, se le ocurrió devenir en “jugador”, ellos solo eran espectadores, comentaristas, directores técnicos “de mesa del comedor”. Toda la vida, cuando Boca jugaba de local, en barra, iban a la cancha, que cuando ellos se convirtieron en adolescentes, ya les quedaba más lejos. Se habían mudado a Pinzón 428, a tres cuadras del predio de sus amores. Cuando las dos hermanas y una prima que había criado mi abuela, se pusieron de novio, ya eran siete los que cada domingo, después de los ravioles de la mamma, se encaminaban el placer/sufrimiento, necesario para llenar la semana de comentarios, alegrías o frustraciones. Eran tan fanáticos que el hermano menor Marcelo sufrió un infarto en medio de un partido cuando Ríver le hizo un gol a Boca. Este mismo tío, cuando nosotras sus cuatro sobrinas adolescentes, una tarde nos reunió y nos intimó: “Cuando algún muchacho se les acerque o las invite a pasear, lo primero que deben preguntarle es “¿De qué cuadro es?” “Si el mismo no es de Boca, ustedes se dan vuelta y lo dejan ahí parado” De las cuatro solo yo me casé con un fanático de Boca, y debo aclarar que no seguí la consigna de mi tío. Fue casualidad. A tal punto, mi papá y mi marido eran constantes seguidores de Boca, por radio y televisión, (al morir los abuelos y el tío Marcelo el grupo se desarmó), que llegó un momento en que –no recuerdo la circunstancia-, Boca jugaba casi todos los días. Una noche de semana que esperaba a mi marido a cenar y no llegaba, me preocupé. Llegó muy feliz casi a medianoche, y la explicación fue muy simple: “Estaba con tu papá viendo el partido…” Fue tanta mi rabieta que solo dije que desde ese día no sería más de Boca y tomando el diario me fijé cuál era el equipo que cerraba la tabla: Vélez Sarsfield. Desde esa noche, ese equipo lejano y desconocido me dio muchas alegrías. Como profesora en una escuela de Barracas, el primer día de clase los varones me preguntaban cuál era mi equipo favorito, pues en esa zona hay cuatro opciones: Boca, River, Racing, Independiente. Así, comprendí que no competía con ninguno de ellos y con alegría cada lunes me pasaban la información: “Que pena profe, cómo perdieron ayer” o “Muy bien profe, le ganaron a…” Yo jamás me enteraba de la situación de mi equipo favorito hasta que una tarde un grupo de madre se presentó en al aula y me entregaron un envoltorio que indudablemente era un cuadro. Admiré el moño celeste verdoso y blanco, pero, nada dije. Rompí el papel madera y me encontré enmarcada, una fotografía del cuadro de Vélez Sarsfield donde se destacaba un Bianchi joven con pelo largo, la tarjeta lo decía todo: “Felicitaciones profe por el campeonato” Yo, no me había enterado. Conservo el cuadro en mi escritorio y por supuesto, sigo siendo fiel a mi cuadro de Villa Luro.
MAGDALENA

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Durante mi infancia viví en una calle de solo 2 cuadras. Todas las tardes mi mamá me vestía con ropa "para salir a la calle" y yo jugaba en la vereda con mis amigxs: Marta, Tina, Roberto, Lito y a veces "la Finita". Jugábamos a la rayuela, a la soga, (más tarde llegaría el elástico), a la mancha, a las escondidas. Así hasta que mi mamá llamaba a comer. Los muchachos del barrio jugaban al fútbol pero en la otra cuadra porque "el gallego" que vivía al lado de mi casa les cortaba la pelota o los puteaba con todo su repertorio. Los domingos soliamos ir a misa a la Basílica del Sagrado Corazón no porque fuéramos piadosos sino porque el cura nos daba entradas para el cine que proyectaban a la tarde. La función se daba en un salón del colegio pegado a la Basílica y en general eran películas norteamericanas dobladas de aventuras y de cowboys. La peli se cortaba y entonces zapateabamos en el piso de madera y se sumaban los silbidos. Otro lugar donde veíamos cine era en el Cine Social en la calle Montes de Oca donde mi tía nos llevaba algún domingo a la tarde o feriado. Ese cine ya no existe como tantas otras cosas que ya no están.
ISABEL

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“Los tres berretines“ 
Los tres fueron los berretines que tuve desde chico : El tango, el cine y el fútbol. Sin dudas el más fuerte fue el fútbol. Mi mayor amor, el Club Atlético Huracán. Soy socio desde los 9 años. Tengo el carnet de Vitalicio Nro. 180, aun sin ser obligatorio sigo pagando la cuota Social. Mi sueño fue jugar en el Globo. Sueño incumplido. Sin embargo tuve la dicha de participar en el año 1952, en el campeonato de Fútbol Infantil Evita, integrando el Sacachispas Fútbol Club. Entre 1500 equipos salimos Campeones Argentinos. Fue entonces que un Comerciante amigo de mi padre, me vio jugar y me invitó a trabajar con él en su empresa de venta de repuestos Automotor, donde tenía un equipo con el que intervenían en campeonatos Comerciales. Allí además de jugar, aprendí el oficio. Un año después fui fichado en las inferiores de Argentinos Juniors, donde llegué a jugar en la tercera división, siendo suplente del equipo de primera. Al mismo tiempo seguía trabajando en el Comercio y un día entregando una batería de tractor a un cliente, se me escapó de las manos e instintivamente puse el pie izquierdo para detener la caída y mi empeine quedó destrozado. En aquellos tiempos no había rayos láser, tampoco magneto terapia y debí dejar el fútbol. Seguramente el Señor Dios se valió de mi habilidad en el fútbol, para introducirme en la profesión de la que estoy orgulloso y me permitió vivir de ella dignamente. En enero de este año, junto a mis dos socios y amigos, festejamos con nuestras familias y colaboradores, haber cumplido 50 años en nuestra Empresa de repuestos Automotor. Agradezco a Ustedes haber accionado el disparador que hizo recordar y valorar el recorrido de este berretín a lo largo de mi vida.
HECTOR

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La primer foto muestra lo que quedó del Cine Urquiza, sobre Avda. Caseros, en Parque Patricios. Hubo una movida de los vecinos para recuperarlo como centro cultural pero no sé en qué habrá quedado. La otra corresponde a la fachada del Salón Sur, antes cine-teatro Sáenz. En la zona había varios cines más, sobre Avda. Boedo y Avda. San Juan. Ahí íbamos generalmente a ver las comparsas y otras actuaciones para carnavales, cuando el carnaval, precisamente, ya empezaba a encerrarse en salas de espectáculos.
Pero “el cine” de mi barrio, era el cine Sáenz. Mi mamá era una cinéfila total, aunque no creo que conociera el término. Desde que cumplí siete u ocho años, íbamos todos los miércoles, “Día de damas”. La entrada costaba $ 2,95 supongo que era m/n c/l o sea, moneda nacional, de curso legal. Todas películas argentinas. El martes daban películas extranjeras, que llamábamos de “vaqueros” o de “romanos” con referencia a cualquier film de estilo épico. Las argentinas eran “cómicas”, “de amor” o “de llorar”.
Mi mamá me iba a buscar al colegio, salía a las cinco de la tarde y me llevaba al cine. Veíamos tres películas.
Debe tenerse en cuenta que las películas eran más cortas. Tal vez duraban un poco más que “Los tres berretines”, de apenas 58 minutos, pero estaban por ahí. A veces llegábamos cuando ya había empezado la proyección y nos quedábamos cuando la repetían para ver cómo empezaba porque era “continuado”- Durante la exhibición, mi mamá se ocupaba de llevarme un soberano “sanguche”. Conste que no digo “sándwich” ni “emparedado” sino sublime y proletario “sánguche”. Cuando llegaba a casa, vivíamos casi a la vuelta, me daba un plato de la infaltable y odiada sopa y a la cama… Recuerdo especialmente haber visto dos películas que tuvieron una inusitada afluencia de público: “Al compás del reloj” – 1956 – con Bill Halley y sus cometas. Al finalizar, los chicos bailábamos en los pasillos y subidos al escenario. La otra fue “La que no quería morir” – 1958 – interpretada por Susan Hayword, un alegato contra la pena de muerte. Había gente mirándola parada en los pasillos laterales. Increíble. Lo cierto es que, gracias a esas adorables tardes del Día de Damas del Cine Sáenz adquirí un increíble conocimiento sobre películas argentinas y sin quererlo, me transformé yo misma en cinéfila y amante y defensora del buen cine nacional. 
NORMA

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El presente proyecto fue realizado por la ONG Corazón Quemero con la cooperación del equipo Arte y Sociedad del CIDAC FFyL UBA, y con el apoyo del GCBA. El equipo docente a cargo de los talleres realizados durante el año 2020 fue conformado por Mariel Melechenko, Amorina Prosperi, Paola Chiodi, Florencia Ceirano, Rocío Zaldumbide, Maya Rivas, Julio Benavides, Liza Nannetti, y la curaduría de la exposición virtual por parte de Florencia Lo Russo y Luz Martínez, con la coordinación de Gloria Varela y Viviana Cialdella.
Destellos. Relatos. Visualidades.
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