La idea de la muerte no me asustaba. Una noche, sin embargo, el vacío me estremeció.
De pronto todo callaba; en medio del éter ciego, yo estaba sola.
Viví varios días en el terror, sofocada por amargas tinieblas. Mi corazón estaba muerto y el mundo vacío. 
Yo estaba tan cansada de llorar que me autoricé a tejer sueños. El libro me hablaba del mundo que me rodeaba, me hacía soñar y reflexionar. La pintura me arrancaba de mí misma. 
Vi en mi aislamiento no una marca de infamia, sino un signo de elección. A veces bastaba un rayo de sol para que mi sangre brincara. 
Los avellanos murmuraban y yo comprendía su oráculo. Yo era esperada: por mí misma. ¡Sólo un destello, pero un destello que es todo!
Fanzine
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